Felices con Sokolov
El m¨²sico cre¨® una atm¨®sfera de poes¨ªa musical que convirti¨® su recital en la m¨¢s hermosa velada pian¨ªstica de la temporada
Grigori Sokolov es un pianista que nada quiere saber de poses y vanidades. Lejos de la banalizaci¨®n y el mercadeo medi¨¢tico, el suyo es un pianismo hecho de confidencias y complicidades que necesita un grado de intimidad con el p¨²blico, algo que solo consiguen los pianistas de culto. Lo fue el inolvidable Sviatoslav Richter y lo es en nuestros d¨ªas este gigante del piano que el martes, en su regreso al Palau, cre¨® una atm¨®sfera de poes¨ªa musical que convirti¨® su recital en la m¨¢s hermosa velada pian¨ªstica de la temporada.
Los recitales del gran pianista ruso tienen su liturgia. La luz natural del atardecer que se colaba en la gran sala del Palau a trav¨¦s de las vidrieras y la gran l¨¢mpara central, cre¨® una atm¨®sfera de ensue?o que aument¨® la sensaci¨®n de intimidad: es lo que busca Sokolov cuando insiste en tocar en un escenario en semipenumbra, tibiamente iluminado, sin focos sobre el piano y el pianista, para no robar protagonismo a la m¨²sica.
GRIGORI SOKOLOV
Grigori Sokolov, piano. Obras de Schumann y Chopin. Palau de la M¨²sica, Barcelona, 21 de junio
Estuvo en vena Sokolov desde el delicado inicio de la Arabeske, op.18, de Robert Schumann, sostenida por graves carnosos y sonidos que parec¨ªan desvanecerse; entre los momentos m¨¢gicos, el encadenamiento, sin pausa, con la apasionada Fantas¨ªa en do mayor, op. 17, en una l¨®gica del discurso po¨¦tico animada con detalles de precisi¨®n y colores turbadores.
Tras Schumann, consagr¨® la segunda parte a otro genio del piano rom¨¢ntico, Fr¨¦d¨¦ric Chopin. La claridad y limpieza de la articulaci¨®n nos descubri¨® detalles curiosos en sus dos Nocturnos, op. 32 y en la trascendente Segunda Sonata, interpretada sin sentimentalismo. Al contrario, la sobriedad y el sentido del tiempo revel¨® matices que suelen pasar desapercibidos. Hay quien opina que Sokolov suele tocar demasiado lento, pero su relato est¨¢ tan bien construido que te convence de lo contrario: es que los otros suelen tocar demasiado r¨¢pido.
Es tanta la sabidur¨ªa y la humildad de este generoso int¨¦rprete -entra y sale r¨¢pido del escenario, casi sin pararse a recibir los aplausos- que al salir del concierto, tras una apote¨®sica tanda de seis propinas, te sientes mucho m¨¢s feliz y agradecido por tanta emoci¨®n compartida.
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