Euforia bajo techo
Arcade Fire, una banda de multitudes, incendi¨® Razzmatazz en un concierto exclusivo
A un pueblo tranquilo llega una troupe de comediantes. Visten de colores, imaginativamente, como salidos de un cuento. Parecen saltimbanquis, alegres y desenvueltos, tanto que en vez de andar parecen saltar. Delante va uno que es alto grande y rubio y del que los m¨¢s viejos del lugar dicen se parece a Rick, el anarquista de la serie ¡°Els joves¡±. Nadie puede contarlos, son muchos y se cambian de instrumentos mientras miran como diciendo que los locos son los dem¨¢s, los que les observan como bichos raros resisti¨¦ndose a su m¨²sica. Esta troupe moderna, hecha con retales de tejidos y de sonidos, esta vuelta de tuerca al hipismo, esta guerrilla se llama Arcade Fire, una banda de festival, un grupo de multitudes que en la noche del martes se refugi¨® en la intimidad de una sala bajo techo. Fue Razzmatazz y aquello fue una juerga.
Y m¨¢s all¨¢ de la popularidad de estos saltimbanquis con aspecto de haberse fugado del Circo del Sol, es que sus canciones, carentes de intr¨ªngulis, est¨¢n escritas para multitudes. Un dislate recurrente en el mundo de la m¨²sica indica que las buenas composiciones son aquellas que pueden ser defendidas con una sola guitarra, lo que no resulta aplicable a las de Arcade Fire, que s¨®lo vuelan cuando son empujadas por miles de gargantas, que s¨®lo generan empat¨ªa compartidas, convertidas en un grito un¨¢nime. Buenas o no, sencillas seguro, son canciones de masas, tocadas por una ¨¦pica en calzoncillos de aire campechano henchidas con uuuuhhhhh y oooohhhhhh que las connotan como himnos del despiporre. Imag¨ªnese la presi¨®n de unas canciones para estadio embutidas en una sala con apenas dos miles de personas. Eso se vivi¨® en Razzmatazz. Jam¨¢s las hur¨ªes estuvieron tan cerca de los fieles.
Permanecieron as¨ª de cercanas una hora y media, tiempo para representar de manera equilibrada sus cuatro discos en el repertorio, en lo que fue un paseo por su cancionero m¨¢s popular. Del inicial Ready To Start al postrero Wake Up, casi veinte temas nacidos para ser tarareados, bramados para m¨¢s detalle. Sin excesiva parafernalia, apenas unos cabezudos y unos confetis de charanga popular en el tramo final para una banda que es en s¨ª misma un espect¨¢culo, algo as¨ª como unas milicias populares de la euforia y el desbarajuste, el concierto apenas tuvo altibajos y reparti¨® sonrisas por toda la sala. Un lenitivo de f¨¢cil aplicaci¨®n para tiempos complejos y cambiantes. La cara del payaso que siempre reconforta.
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