Conociendo a una postadolescente mentirosa
La ic¨®nica Salou esconde diversas caras detr¨¢s de los prejuicios que pesan sobre ella
Que quede claro de inicio, tratar de explicar Salou es un ejercicio de riesgo. ?C¨®mo se redacta un texto entretenido y curioso de un destino del cual todo el mundo tiene una imagen clara en la cabeza? Ya sea por vivencias propias o por el bombardeo informativo que peri¨®dicamente genera la poblaci¨®n icono de la Costa Daurada, Salou no admite matices. Asumido est¨¢, pues, que mientras el lector avance por el texto soltar¨¢ unos cuantos "?pero qu¨¦ cosas destaca el chalado este?" y otros tantos "y va y se olvida de nombrar el ¨²nico rinc¨®n que merece la pena". Sin embargo, el encargo estaba claro y no ha habido opci¨®n de que a uno lo manden a S¨ªdney o a Reikiavik para recoger cuan bonito e interesante es todo aquello.
Salou es una postadolescente descarada y mentirosa. Aparenta tener m¨¢s edad de la que posee pero, en realidad, hace apenas un par de d¨¦cadas que se independiz¨® de Vila-seca para convertirse en municipio aut¨®nomo. En tan corto espacio de tiempo ha consolidado su trono en los cat¨¢logos de destinos tur¨ªsticos y ha demostrado una capacidad portentosa para gestionar el ingente flujo tur¨ªstico que acoge. El municipio cuenta con poco m¨¢s de 25.000 vecinos censados pero multiplica por diez su paisanaje en temporada alta. Una temporada que no se sabe muy bien donde empieza y cuando acaba ya que Salou se sabe maquillar y emperifollar para que sus encantos sean ajenos a las estaciones. Su car¨¢cter camale¨®nico le sirve igualmente para agradar a forasteros de distintos pelajes. Solo as¨ª se explica que las mismas calles por donde zapatean j¨®venes rebosantes de hormonas y de alcohol gusten, y no poco, a abuelos que se hipermotivan en un baile con acordeonista y que son capaces de saltar de un autob¨²s en marcha si huelen el rastro de un men¨² que incluya pan, jam¨®n, cava y flan con nata. Miquel y Maria son yayos, los m¨ªos para ser m¨¢s concretos, de trasero curtido a prueba de viajes por carretera por media Europa. "Lo mejor de Salou es la tranquilidad, y hay que ver lo bien arregladas y limpias que tienen las calles", coinciden. No est¨¢n de cachondeo ni son cosas propias de la edad. La misma Salou que durante las noches de verano supura vor¨¢gine juerguista hasta hacer extenuar los relojes se convierte a partir del inicio del curso escolar en un vecindario sosegado, que no sopor¨ªfero, a orillas del mar. Un afamado viticultor de nariz fina y manos h¨¢biles con la garnacha confiesa que, pese a haber nacido en tierras altas de Tarragona donde la playa se entiende como un elemento casi ex¨®tico, se encuentra c¨®modo residiendo en Salou porqu¨¦ "es una pasada la tranquilidad que hay".
La quietud, como la alegr¨ªa, va por barrios.
Salou, igual que la vecina Cambrils, se divide en dos a partir de una l¨ªnea imaginaria que separa el "pueblo" de "la playa". Hablando con los aut¨®ctonos de cada barrio no ser¨¢ extra?o atisbar que dibujan una mueca en el rostro cuando hacen referencia al otro distrito.
A un lado, la playa de Ponent. Se estira durante m¨¢s de un kil¨®metro, siempre a la sombra de continuos bloques de apartamentos, hasta llegar a Vilafortuny. La fiebre constructora del desarrollismo sembr¨® de cicatrices esta zona pero en Ponent se hallan los cimientos de Salou. Ah¨ª se encuentran los restos del parque arqueol¨®gico de Barenys. Exhibe un yacimiento de ¨¦poca romana, correspondiente a una antigua factor¨ªa de producci¨®n de cer¨¢mica y ¨¢nforas para la exportaci¨®n de vino tarraconense. Cerca de Barenys est¨¢ la Torre Vella, una fortaleza construida en 1530 para proteger la villa y avistar la llegada de piratas. La torre es hoy un centro de exposiciones.
Ponent alberga tambi¨¦n al vivaracho mercado municipal y al batiburrillo comercial que se despliega entorno a la calle Barcelona. Ah¨ª est¨¢ la estaci¨®n de tren y la antigua andana del "carrilet", los bancos y los restaurantes que tienen calendarios de doce hojas. M¨¢s all¨¢, remontando la playa por el paseo Jaume I y por sus preciosos palacetes de arquitectura modernista (espectaculares la Vil¡¤la Enriqueta, el chal¨¦ de la Alemana, el Bonet o el Torremar, este ¨²ltimo habilitado como sede del Patronato de Turismo) se alcanza el Salou de la parranda. Esto es Llevant. Bares por doquier, chiringuitos, terrazas y tenderetes. Comederos donde se sirven alg¨²n que otro precongelado pero, sobre todo, mucha sangr¨ªa y cerveza. Una mezcolanza de acentos atiborra los o¨ªdos. Ingleses, franceses, rusos, vascos y ma?os, muchos ma?os. Por momentos parece que uno est¨¦ paseando por el Tubo zaragozano. Es recordado un reportaje del Heraldo de Arag¨®n sobre la fiebre aragonesa por Salou donde se recog¨ªa un testimonio que afirmaba tener "el sobaco moreno" de tanto levantar el brazo para saludar a conocidos.
Dormir, comer, ver... en Salou
Un lugar para visitar
La villa romana de Barenys: Data de finales del siglo I a. C., un tiempo en que los permaneces llegados a Tarraco construyeron numerosas villas para explotar los recursos de la zona.
Un lugar para dormir
L' Hotel Planas. Un hist¨®rico de Salou que ha ido transform¨¢ndose para no quedar desfasado. Est¨¢ situado en una posici¨®n estrat¨¦gica, ante el mar y junto a los bonitos chal¨¦s modernistas.
Un lugar para comer
Un restaurante, La Goleta. A pie de la playa de los Capellans, las vistas que ofrece la terraza son comparables a la calidad de los pescados que sirven.
Es tambi¨¦n en Llevant donde se descubre porqu¨¦ Salou tiene im¨¢n. Cuando el frenes¨ª afloja y los altavoces de las hist¨®ricas Flash Back y la Cage enmudecen, la belleza de parajes como la Platja Llarga fulmina prejuicios.
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