Arrollador Rachm¨¢ninov en un irregular recital de Nicolai Lugansky
El pianista ruso debuta en el Festival de Torroella de Montgr¨ª con una selecci¨®n de peque?as piezas del gran repertorio
No basta contratar a un pianista de prestigio para asegurar el ¨¦xito de un recital. Alcanzar la felicidad mel¨®mana nunca es f¨¢cil, y en su contra juega el trasiego estival, con tantos artistas en gira por el mapa de festivales europeos. La l¨ªnea que separa un gran concierto de otro que apenas deja huella es m¨¢s delgada de lo que parece cuando hablamos de pianistas cotizados: en el caso del pianista ruso Nicolai Lugansky, que el lunes debut¨® en el Festival de Torroella de Montgr¨ª (Girona) solo se alcanz¨® la brillantez esperada en la segunda parte del recital, cuando Lugansky mostr¨® su afinidad y maestr¨ªa en la m¨²sica rusa.
El programa de la velada invitaba a explorar la fantas¨ªa de los compositores rom¨¢nticos en las peque?as piezas para piano, ideales para expresar sentimientos. Lejos de las grandes estructuras, el arte de la miniatura pian¨ªstica condensa profundas emociones en formas peque?as; nocturnos, baladas, impromptus, bagatelas y momentos musicales que nutren el gran repertorio. La propuesta era buena, pero los resultaron en la primera parte fueron decepcionantes.
Abri¨® la velada con el Preludio, fuga y variaciones para ¨®rgano en si menor, op. 18, de C¨¦sar Franck, en la transcripci¨®n para piano de Harold Bauer. El rigor de su arquitectura interna no justifica la gris lectura ofrecida por Lugansky. Tampoco dejar¨¢ huella su interpretaci¨®n de los Cuatro impromptus, D.935, de Franz Schubert. M¨²sica de prodigiosos matices, pura poes¨ªa musical que someti¨® a caprichosos cambios din¨¢micos, sin alcanzar el pathos dram¨¢tico que aflora en la inspirada escritura schubertiana.
Tras la inesperadamente floja primera parte, en la que plane¨® la sombra del bolo de verano, el recital dio un vuelco y Lugansky luci¨® sus mejores armas en una segunda parte consagrada a la m¨²sica rusa. La selecci¨®n de seis de las doce piezas que integran el ciclo Las estaciones, op. 37a de Piotr I. Chaikovski fue elevando la temperatura art¨ªstica, con m¨¢s vuelo po¨¦tico y un virtuosismo que alcanz¨® su mayor brillo en la selecci¨®n de cuatro de los m¨¢s hermosos Momentos musicales, op. 16 de Serguei Rachm¨¢ninov.
Por fin, Lugansky acredit¨® su fama: es uno de los mejores int¨¦rpretes de Rachm¨¢ninov y, aunque en Torroella forz¨® los contrastes con un punto de efectismo, su poderosa factura pian¨ªstica levant¨® al p¨²blico de sus asientos. "Y no pod¨ªa haberlo tocado todo igual de bien", se preguntaba un espectador en voz alta". En efecto, la felicidad mel¨®mana tard¨® demasiado en llegar, pero lleg¨®; y continu¨® con dos propinas de gran efecto, la encantadora Canzona serenata n¨²m. 6, op. 38 de Nicolai Medtner y el rutilante Preludio, op. 23, n¨²m. 5 de Rachm¨¢ninov.
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