Un torneo literario
De una parte, la ciudad grande, moderna, mestiza inclusiva. De la otra, la naci¨®n peque?a, antigua, uniforme, excluyente
Barcelona crece. No es seguro que Catalu?a la acompa?e. Puede que tengan raz¨®n las casandras del nacionalismo, con Jordi Pujol a la cabeza, cuando se?alan que la naci¨®n catalana se halla en un momento crucial de su historia, en el que se enfrenta al dilema tr¨¢gico, a vida o muerte, entre conformarse a una decadencia sin fin o realizar un salto ins¨®lito e inesperado como ser¨ªa la independencia.
Hay muchos datos que desmienten el fin de la naci¨®n catalana, anunciado por el independentismo para el caso altamente probable de que no consiga sus objetivos. No es cuesti¨®n de repetir los t¨®picos ya conocidos sobre el estado de la lengua, la demograf¨ªa, la econom¨ªa, las infraestructuras o el atractivo internacional de su principal baza y mayor riqueza, que es la metr¨®polis barcelonesa.
Esto no le importa a quien se ha convencido, y ha convencido a muchos otros, de exactamente lo contrario. Steven Pinker tiene tres explicaciones para el pesimismo contempor¨¢neo que sirven perfectamente para el caso de los independentistas. En primer lugar, la fuerza de la informaci¨®n negativa, que lleva a retener las cosas malas que nos han sucedido y olvidarnos de las buenas: las primeras son fruto de injusticias inmerecidas y las segundas son realidades descontadas a las que tenemos derecho. En segundo lugar, la cultura de la cr¨ªtica moralizadora, en la que rivalizamos con nuestros conciudadanos en una subasta en cuanto a compromiso y agudeza negativa. Y en tercer lugar, la nostalgia de una edad dorada que nunca existi¨® pero que nos permite so?ar en un mundo, o un pa¨ªs, mucho mejor que el que conocemos.
As¨ª es como la realidad va por un lado y la imaginaci¨®n independentista va por otro, en un divorcio muy similar al que se est¨¢ produciendo entre econom¨ªa (en plena recuperaci¨®n) y pol¨ªtica (totalmente paralizada). Nadie dir¨ªa que la ciudad m¨¢s brillante y emergente al menos del ¨¢rea europea y mediterr¨¢nea que es ahora mismo Barcelona sea la capital de una naci¨®n oprimida, fiscalmente expoliada, desatendida en sus necesidades de transportes y comunicaciones, colonizada por una oligarqu¨ªa ajena de un Estado extranjero, en la que la justicia manipulada por su Gobierno se dedica a perseguir con sa?a a los dirigentes democr¨¢ticos que osaron nada menos que poner las urnas para que los pobres catalanes se expresaran libremente.
Muchas son las energ¨ªas y presupuestos invertidos en promover tal idea, con el resultado ya conocido en cuanto a la hegemon¨ªa del relato independentista sobre la historia de esta peque?a naci¨®n en marcha hacia su liberaci¨®n. Pero todo tiene un l¨ªmite, aunque sea m¨¢s por saturaci¨®n que por la actuaci¨®n de fuerzas de signo contrario. Y el l¨ªmite parece que ya se ha alcanzado, a juzgar por el indicio suficientemente s¨®lido que proporcion¨® el jueves la confrontaci¨®n entre dos discursos, relatos o escenificaciones, tanto da el nombre, sobre la ciudad y la naci¨®n, Barcelona y Catalu?a, con motivo del preg¨®n de las fiestas de la Merc¨¨.
De un lado, la joya literaria que fue el preg¨®n con el que Javier P¨¦rez And¨²jar abri¨® las fiestas de la Merc¨¨. Del otro, "la fiesta carlista", con "aire de pend¨®n antiguo, trabuco e incluso misa" ¡ªpalabras de David Cirici, en el diario independentista 'Ara'¡ª, ripios en castellano y un discurso en catal¨¢n del "populismo m¨¢s primario" a cargo del comediante Toni Alb¨¤, disfrazado como un Juan Carlos que se ha disfrazado de Felipe V. En la plaza de Sant Jaume, la ciudad grande, moderna, mestiza, inclusiva. En el Pla de Palau, la naci¨®n peque?a, antigua, homogenea, excluyente.
Los convocantes, mayormente del partido sin nombre, antes Convergencia y hu¨¦rfanos de la Gran Casandra del catalanismo, se acogieron a la ofensa preventiva para pelear por el territorio hegem¨®nico frente a la irrupci¨®n de Barcelona en Com¨² y Podemos. Cualquier otro pregonero que no perteneciera a su congregaci¨®n hubiera sido sometido al mismo escrutinio escrupuloso para castigarle con el boicot por los pecados de falta de respeto e insultos a los pobres catalanes que quieren independizarse.
Craso error. Mejor no plantear batallas que se pueden perder. En la Catalu?a de Toni Alb¨¤ no cabe el escritor P¨¦rez And¨²jar, pero en la de P¨¦rez And¨²jar cabe e incluso es imprescindible la Catalu?a malhumorada de Toni Alb¨¤. Este es el resultado que da el marcador al final de la contienda. Todos a favor de la libertad de expresi¨®n, claro, aunque unos m¨¢s que otros, por supuesto. Los m¨¢s listos, como Esquerra o el ex alcalde Trias, se han apartado de este torneo literario. Y los otros debieran escuchar los buenos consejos que llegan desde sus propias filas: "Si convertimos el independentismo en una cosa antip¨¢tica e intolerante para los que todav¨ªa dudan, nos haremos da?o".
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