Prohibido asomarse al interior
Ni la pel¨ªcula sobre Rold¨¢n y Paesa ni la del bombardeo de Guernica se atreven a ser cine que ahonde en lo hist¨®rico y lo c¨ªvico
No me refiero a los asuntos catalanes, sean el refer¨¦ndum o las inhabilitaciones que afectan a un pol¨ªtico y a dos pol¨ªticas. Ni al ignominioso s¨¢bado en una calle madrile?a cuyo nombre tantos socialistas desear¨¢n no recordar. Sino a c¨®mo ser¨ªan representados unos y otros si se convirtieran en pel¨ªcula aqu¨ª. Son desde luego temas extraordinariamente incisivos que podr¨ªan dar lugar a historias entretenidas, ilustrativas y, sobre todo, c¨ªvicas. Entendiendo por civismo en el cine un relato en im¨¢genes que no se ampara en la ¨¦pica ni en mitos sino en el mejor modelo norteamericano, en un ¨¢cido y vigoroso pasar cuentas con lo colectivo que, finalmente, es lo que conforma la historia individual. ?C¨®mo ser¨ªan aqu¨ª estas pel¨ªculas? Me temo que sin contexto.
Lo digo por una pel¨ªcula que estaba esperando y fui a ver de inmediato, como hacemos quienes queremos contrarrestar con nuestro propio criterio la promoci¨®n agobiante que previamente te la vende hasta la extenuaci¨®n por todos los medios habidos y por haber. Qu¨¦ bien, ?una pel¨ªcula de Alberto Rodr¨ªguez sobre Luis Rold¨¢n! Esperaba que el cineasta habr¨ªa acometido la continuaci¨®n l¨®gica de su hermosa y potente La isla m¨ªnima, me dec¨ªa que tras hacer esta ¨²ltima era de caj¨®n que hiciera ¨¦sta de ahora.
M¨¢s que ver representado a Francisco Paesa, un papel que borda Eduard Fern¨¤ndez, para m¨ª era atractivo ver a Rold¨¢n en pantalla. Paesa merece el protagonismo y es lo que el director ha querido, nada que decir. Pero, ver¨¢n, a m¨ª me mola Rold¨¢n: este socialista aragon¨¦s es uno de mis ¨ªdolos. Sintetiza tanto de lo que importa. Tanto de lo real.
Rold¨¢n fue el hombre que termin¨® (entre tantas otras cosas criminal-picarescas) plantando un mont¨®n de frutales cerca de mi tierra de origen para blanquear un mont¨®n no menos suntuoso del dinero que estaba defraudando y contribuir as¨ª, de paso, a la corrupci¨®n de la agricultura contempor¨¢nea, la que recib¨ªa fondos europeos por no hacer nada y ahora vive en la burbuja de la superproducci¨®n y el desconcierto. Ah, qu¨¦ tiempos, los primeros socialistas.
Est¨¢bamos pocos en la sala viendo El hombre de las mil caras. La m¨¢s joven era servidora, y ya tengo una edad. Pod¨ªamos todos, cavilo, llenar los huecos que no te cuenta la pel¨ªcula. O no, la verdad, que han pasado bastantes a?os, han sucedido muchas cosas, de corrupci¨®n estamos hasta el gorro y no podemos recordar el detalle de todos los casos.
Es justo lo que pasa con este film: no te da el contexto. Sale el socialista Belloch, sale el polic¨ªa Amedo, salen otros, pero te quedas igual si no sabes de qu¨¦ palo van. Distribuye la poderosa Warner, no es este un producto para quedarse en casa. No s¨¦ c¨®mo ser¨¢ visto el film por los j¨®venes ni en otros lugares. Mejor dicho, s¨ª, lo imagino: un thriller de chorizos que gobiernan. Alguien creer¨¢ que son los de ahora.
Ya me lo hubiera podido pensar, ante la intensidad de la promoci¨®n y por algunas de las im¨¢genes. Muy limpias, muy moderno-digitales, muy azul-grises. Lejos de los densos colores del sol duro y las nocturnidades de La isla m¨ªnima que retratan excrementos de la transici¨®n sin dejar de ser un relato detectivesco, y de qu¨¦ aliento. Aqu¨ª no hay otro paisaje que no sea el cielo por donde vuelan los defraudadores escondiendo su dinero de aqu¨ª para all¨¢. Un azul del cielo que no es precisamente un contexto para una historia que sucedi¨® en los a?os del terrorismo de Estado de los GAL, cuando Rold¨¢n, director de la Guardia Civil, se embols¨® 1.500 millones de pesetas (no cuenten en euros, hace veinte a?os era much¨ªsimo). Prohibido asomarse al interior.
Tambi¨¦n podr¨ªa ser que las hipot¨¦ticas pel¨ªculas que planteaba antes terminaran siendo un ¨¢lbum de cromos. Es el caso de Gernika, de Koldo Serra. No ha habido hasta ahora un film sobre el bombardeo de la villa vasca, que super¨® todas las alarmas previas y dio lugar a un nuevo tipo de guerra que se sostiene en el tiempo, contra los civiles, m¨¢s y m¨¢s (algo que Picasso intuy¨® y formaliz¨® con energ¨ªa visionaria). Pero lo penoso es en realidad que la primera pel¨ªcula sea ¨¦sta. Mucho m¨¢s burda que la de Paesa. Una historia de amor y guerra, c¨®mo no, una parodia del "adi¨®s a las armas" hemingwayano y ya est¨¢. Sin referencia a la pol¨ªtica vasca, ya sea la de su gobierno entonces ni a ninguna fuerza pol¨ªtica concreta. Leales (ni siquiera republicanos) y fascistas bastan. Como en la de Paesa bastan un esp¨ªa y unos pol¨ªticos sin contexto.
S¨ª, prohibido asomarse al interior.
Merc¨¨ Ibarz es escritora y profesora de la UPF.
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