Los ¨²ltimos d¨ªas de Constance Dowling
Si el Nobel de Literatura ya no tiene a ning¨²n escritor vivo al que galardonar, yo propongo un Nobel p¨®stumo a Pavese
C omo es evidente a juzgar por lo premiado, que el Nobel de Literatura ya no tiene a ning¨²n escritor vivo al que galardonar, yo propongo un Nobel p¨®stumo. La lista de este premio ser¨ªa tan extensa como la que existe entre los vivos que todav¨ªa merecen que se los premien, aunque el jurado sueco no se quiera enterar. Si alguien me pregunta a qui¨¦n, por ejemplo, le dar¨ªa ese imposible Nobel, yo elegir¨ªa en primer t¨¦rmino a Cesare Pavese. ?Y por qu¨¦ a Pavese y no a Virginia Woolf o a Graham Greene, por citar dos ausencias excesivamente escandalosas? Desde luego que premiar¨ªa a la autora de Las olas. Y ya no digo al autor de El tercer hombre. Pero hoy digo Pavese porque precisamente estos d¨ªas me reencontr¨¦ con la persona con la que por primera vez habl¨¦ del autor italiano bien llegado a Barcelona. Y tambi¨¦n porque se dio la casualidad que acab¨¦ de leer un libro (El amargo sabor de la victoria, de Lara Feigel, Tusquets), en el que sale un apellido que me record¨® al autor de Trabajar cansa y sus d¨ªas finales.
En el libro de Feigel se habla, entre otras cuestiones no menores, de la culpabilidad o no del alem¨¢n corriente en los cr¨ªmenes contra la humanidad que cometi¨® el r¨¦gimen de Hitler. Para ello los aliados invitaron a varios intelectuales y artistas que se pronunciaran sobre tan terrible materia. Desde Ernest Hemingway hasta Hanna Arendt, pasando por el poeta Auden y el cineasta de origen jud¨ªo Willy Wilder. En un momento del libro la autora se?ala unos problemas sentimentales del cineasta austro-h¨²ngaro. Parece que compart¨ªa a su mujer con dos chicas muy j¨®venes, Doris Dowling y Andrey Young. A m¨ª me qued¨® grabado el nombre Doris Dowling, de tal manera que pr¨¢cticamente dej¨¦ el libro en esa p¨¢gina y me dedique a bucear por la red la existencia de esa lejana chica americana. As¨ª result¨® ser que Doris ten¨ªa una hermana que se llamaba Constance. Constance Dowling ten¨ªa 24 a?os. Estamos en el final de la Segunda Guerra mundial. Dos a?os m¨¢s tarde, ambas hermanas marchan a Italia, dado que por Hollywood el futuro se presentaba arduo. Por esa ¨¦poca, Constance, a la que el mundo del celuloide no la trat¨® todo lo bien que ella hubiera querido, conoci¨® al poeta, novelista y traductor eximio de la literatura norteamericana Cesare Pavese.
A finales de los setenta, la revista Camp de l¡¯Arpa, encarg¨® al excelente cr¨ªtico literario Robert Saladrigas un monogr¨¢fico sobre Cesare Pavese. El que escribe esto particip¨® en ese n¨²mero haciendo una valoraci¨®n de su poes¨ªa. Siempre me llam¨® la atenci¨®n el conocimiento que se ten¨ªa por estos lares del poeta turin¨¦s. Se le¨ªa El oficio de vivir con devoci¨®n. En Barcelona nunca me falt¨® la compa?¨ªa de alg¨²n pavesiano con el que compartir lecturas. Una de las que m¨¢s nos apasionaba era la relativa a la relaci¨®n sentimental de Pavese con Constance Dowling.
Constance Dowling muri¨® en 1969 a los 49 a?os de una parada cardiorrespiratoria. Su vida profesional apenas le permiti¨® destacar en alguna pel¨ªcula de g¨¦nero que hoy ser¨ªa muy dif¨ªcil recordar. Parece que tuvo m¨¢s relieve una fugaz relaci¨®n con el director de cine Elia Kazan. Rastree su vida por Internet y pude ver que alg¨²n alma piadosa hab¨ªa colgado algunas fotos suyas, aunque hay una que me llam¨® mucho la atenci¨®n por la celebridad del medio que la public¨®, una portada en la revista Life. Si se pincha su nombre unido al de Pavese, se los ver¨¢ juntos compartiendo alguna fiesta, seguramente literaria. M¨¢s de las veces se los ve relajados, tom¨¢ndose una copa. ?l mir¨¢ndola embelesado. Ella con un cigarrillo entre los dedos y mirando siempre a otro lado. Quise saber c¨®mo fueron los ¨²ltimos d¨ªas de Constance Dowling. Su vida profesional se termin¨® en 1950, despu¨¦s de romper con Cesare Pavese y regresar a Estado Unidos.
De los ¨²ltimos d¨ªas de Cesare Pavese no tuve que buscar nada. Todo el mundo lo sabe. Se suicid¨® porque la bell¨ªsima Constance Dowling no le atendi¨® su ¨²ltima llamada. ?Fue ella la mujer de la voz ronca que cita el poeta en su diario? ?Fue ella la que le inspir¨® Vendr¨¢ la muerte y tendr¨¢ tus ojos? Y que nadie le diera el Nobel a este poetazo y a la vez el hombre m¨¢s triste de Europa, como dijo alguien de ¨¦l con tanto acierto.
J. Ernesto Ayala-Dip es cr¨ªtico literario.
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