Franco, rejoneador
La exposici¨®n Franco, Victoria, Rep¨²blica, Impunitat i Espai urb¨¤ brind¨® hasta el pasado jueves a muchos catalanes -especialmente barceloneses- la oportunidad de exorcizar sus m¨¢s ¨ªntimos demonios. El gobierno municipal de Ada Colau dio pie a que los ciudadanos que se sintieran indignados destrozasen, volcasen, arrojaran huevos, pintura, o cualquier tipo de hortaliza preferiblemente de proximidad a esa indefensa estatua ecuestre, descabezada previamente por un an¨®nimo justiciero en los almacenes municipales de Nou Barris.
El Born, zona cero del independentismo catal¨¢n, se convirti¨® por unos d¨ªas en una caseta de feria donde de forma gratuita algunos rezagados buscaban obtener el carnet de antifranquista. Nunca en su historia este monumento --que estuvo p¨²blicamente expuesto hasta 2008 en la fortaleza de Montju?c-- hab¨ªa suscitado tanta animadversi¨®n. Pero lo cierto es que mientras tuvo la cabeza sobre los hombros, el Caudillo cabalg¨®, en bronce y en persona, sin que muchos de los antifranquistas de nuevo cu?o le tosieran. Un republicano convertido por necesidad o voluntad en franquista se encarg¨® de esculpir ese Franco ecuestre que ahora envalentona a tanto converso. Por su parte, la imagen de la Victoria de los golpistas rein¨® hasta 2011 en el obelisco de la Diagonal. Tal vez los escultores Mar¨¦s y Viladomat son la met¨¢fora perfecta de la moral acomodaticia practicada en un pa¨ªs que, instalado en el tresillo, el piso y el utilitario, conviv¨ªa y progresaba a pesar de la dictadura.
En Catalu?a, muchos prefirieron la injusticia al desorden. En esa n¨®mina figuraron catalanes ilustres como Francesc Camb¨®, Miquel Mateu Pla, Josep Bertran i Musitu o Ferran Valls Taberner. Todos ellos, en distintos grados, expresaron su adhesi¨®n a la sublevaci¨®n de Franco y contribuyeron a su victoria que tambi¨¦n era la de ellos. Luego, el franquismo se extendi¨® como una mancha de aceite y cal¨® poco a poco en la sociedad, gracias al crecimiento del consumo y al fin de la cartilla de racionamiento y el gas¨®geno. La resistencia fue cosa de una minor¨ªa. Por eso la exposici¨®n p¨²blica de la estatua de Franco ha sido objeto de tanta furia del converso rezagado. Pero quien realmente ha derribado la escultura ha sido la sentencia del Tribunal Constitucional, gracias a cuya magnanimidad pueden volver las corridas de toros a Catalu?a. A las pocas horas de conocida la resoluci¨®n del Alto Tribunal, el Caudillo y su caballo rodaban por los suelos. Como un rejoneador y su montura tras la cogida de un miura. De esta manera, la estatua ecuestre pas¨® a encarnar todos los males que vienen de Espa?a. Y acab¨® volcada.
La sentencia del TC ha sido ejemplar y con voluntad retroactiva pues alude a que las corridas son un "bien cultural" catalogado as¨ª por el Gobierno central cinco a?os despu¨¦s de que el Parlament las vetara. En Catalu?a no pod¨ªa perderse esa expresi¨®n del acervo cultural que en Canarias lleva 30 a?os prohibida.
En lo que va de a?o, el Constitucional ha banderilleado media docena de leyes catalanas: la del impuesto sobre las nucleares, la anti-fracking, la de grandes superficies o el decreto de pobreza energ¨¦tica, que imped¨ªa los cortes de luz, agua y gas. Adem¨¢s ha suspendido cautelarmente otras iniciativas (anti-desahucios, del deporte) recurridas por el Gobierno del PP, sin contar con las declaraciones soberanistas y leyes de la llamada desconexi¨®n.
Todo este c¨²mulo de decisiones hacen que Espa?a sea vista por una parte importante de la opini¨®n p¨²blica catalana como un todo molesto. Ah¨ª est¨¢n la querella contra la presidenta del Parlament y la judicializaci¨®n del "procesismo". En contrapartida, la fiscal¨ªa del Supremo pide y justifica el archivo de las conversaciones grabadas del ministro Jorge Fern¨¢ndez con el jefe de la Oficina Antifraude de Catalu?a en las que no faltan referencias expl¨ªcitas a c¨®mo perseguir pol¨ªticos independentistas, utilizando dinero p¨²blico y despreciando el Estado de derecho. El ministerio p¨²blico llega a la justificaci¨®n tautol¨®gica de que es l¨®gico que los hombres importantes hablen de cosas importantes.
La democracia espa?ola es de perfil bajo. La derecha espa?ola sabe emplear su medio natural --el poder del Estado-- y todos sus resortes, mientras permanece sorda a cualquier propuesta de negociaci¨®n e ignora en nombre de la legalidad al 48% del electorado catal¨¢n. Son especialistas en proyectar las sombras en las paredes de la caverna, lo que acepta buena parte de la sociedad espa?ola. En Catalu?a, mientras, matan sus fantasmas. Y Franco y su caballo ruedan por los suelos.
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