La importancia del lugar
Las ciudades son cada vez m¨¢s importantes, pero esa misma importancia acumula riesgos y amenazas que solo pueden encarar gobiernos comprometidos
Tenemos nueva agenda urbana. Es decir, la Conferencia de Naciones Unidas sobre Vivienda y Desarrollo Urbano Sostenible, m¨¢s conocida como Habitat III,concluy¨® sus sesiones en Quito aprobando un documento de cerca de cuarenta p¨¢ginas y doscientos ep¨ªgrafes, que ser¨ªa tal nueva agenda. Los precedentes de Vancouver en 1976 y de Estambul en 1996 nos indican que tal denominaci¨®n es m¨¢s pomposa y formal que efectiva y real. A pesar de ello, lo cierto es que en Quito se demostr¨® la creciente significaci¨®n de las ciudades, que en pleno proceso de globalizaci¨®n econ¨®mica, cultural y social, muestran que el lugar importa, que el sitio en el que uno vive, trabaja y se alimenta sigue siendo muy importante. La gente se mueve m¨¢s que nunca, cualquier informaci¨®n llega a todas partes, y se generalizan pautas y productos de consumo cultural, pero no es lo mismo vivir en un sitio que en otro.
Los lugares son espacios en los que se combinan distintas oportunidades y riesgos vitales. No es casualidad que en la agenda de Naciones Unidas encontremos tantas referencias a espacios p¨²blicos, zonas de riesgo, desplazamientos y reasentamientos, barrios con m¨¢s o menos servicios, problemas de movilidad, calidad de la vivienda o los problemas para la salud de los modelos de movilidad existentes. Vivir en zonas con desniveles importantes inciden inmediatamente en la autonom¨ªa de las personas. Las ciudades son lugares privilegiados para vivir, ya que ofrecen todo tipo de servicios y ampl¨ªan el abanico de relaciones y oportunidades, pero al mismo tiempo, acumulan conflictos, riesgos y tensiones. La creciente heterogeneidad social multiplica los espacios de conflicto o de falta de reconocimiento. En Quito, el veto de algunos pa¨ªses impidi¨® que se avanzara en el reconocimiento del colectivo LGTBI, lo que demuestra la discrepancia real en valores b¨¢sicos de dignidad y respeto a las diferencias. Cuando son precisamente las ciudades las que desde hace siglos han destacado por su capacidad de convertirse en espacios de vecindad entre todo tipo de opciones vitales.
Esa cualidad hist¨®rica de los entornos urbanos de constituirse en refugio de pr¨®fugos, discrepantes y rebeldes, est¨¢ hoy puesta en cuesti¨®n por din¨¢micas econ¨®micas y por opciones pol¨ªticas que tratan de reducir o evitar tal trayectoria. Lo vemos en la crisis de los refugiados, lo vemos en el tema de la diversidad o en el miedo que produce a algunas ¨¦lites que las ciudades, por su propia naturaleza, sean lugares en los que la calidad democr¨¢tica se miden por la capacidad de contener conflicto y discrepancia. No hay una sola menci¨®n al t¨¦rmino democracia en la declaraci¨®n final. Pero, sin duda, lo que en Quito ha generado m¨¢s preocupaci¨®n entre algunas autoridades locales, acad¨¦micos y activistas urbanos es la creciente capacidad de los fondos de inversi¨®n internacional de violentar las din¨¢micas urbanas, la construcci¨®n de una ciudad para todos. La l¨®gica agresiva del capitalismo financiero y especulativo busca en la compra de suelo y de complejos inmobiliarios (ocupados o no), las bases materiales sobre las que apalancar productos y derivados financieros. Y frente a eso y la inacci¨®n de las autoridades estatales, las capacidades de los gobiernos locales no son suficientes.
Otra sorpresa desagradable de la declaraci¨®n final es la ausencia de perspectiva cr¨ªtica sobre la intrusi¨®n tecnol¨®gica en el funcionamiento de las ciudades. La din¨¢mica de las smart cities se incorpora como una oportunidad, sin advertencia alguna de lo que implica desde el punto de vista de p¨¦rdida de soberan¨ªa y de dependencia tecnol¨®gica. Y es a¨²n m¨¢s grave la adhesi¨®n a lo que ser¨ªan las ventajas del big data para gestionar las ciudades, sin que tampoco se advierta en el texto, prevenci¨®n alguna en relaci¨®n al control de esos datos y de la necesidad de democratizar y politizar (qui¨¦n gana y qui¨¦n pierde) el uso de unos datos que los ciudadanos y las ciudades que los albergan producen sin cesar.
Por mucho que celebremos la esforzada incorporaci¨®n del concepto "derecho a la ciudad" en la declaraci¨®n, tras la presi¨®n de la coalici¨®n internacional que lleva a?os defendiendo esa expresi¨®n como s¨ªntesis de ciudades justas, equitativas, democr¨¢ticas y sostenibles, lo cierto es que el balance final resulta ambivalente. Las ciudades son cada vez m¨¢s importantes en la vida de la humanidad, pero esa misma importancia acumula riesgos y amenazas que solo la confluencia de gobiernos locales comprometidos y de ciudadan¨ªa movilizada pueden tratar de encarar y reducir.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UB.
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