La ley de la selva de los ¡®gorrillas¡¯
Un estudio universitario analiza la dura vida de los aparcacoches
El fen¨®meno es probablemente anterior, pero el primer dato sobre gorrillas confirmado en Espa?a lo sit¨²a en Sevilla a mediados de los a?os ochenta. El trabajo estaba entonces en manos de espa?oles, sobre todo toxic¨®manos. Hoy han sido remplazados en gran medida por extranjeros. Y aunque entre ellos hay adictos a las drogas, sobre todo el alcohol, los autores de un extenso estudio realizado por la Universitat de Val¨¨ncia concluyen que se da entre ellos un "control de comportamiento" que hace que el colectivo tienda a impedir que haya quien trabaje en "estado de embriaguez".
El estudio dirigido por Francisco Torres busca ir m¨¢s all¨¢ de la imagen negativa, vinculada a la extorsi¨®n y la delincuencia que pesa sobre los gorrillas. Basado en horas de observaci¨®n y en multitud de entrevistas con aparcacoches, polic¨ªas y otras personas relacionadas con el sector, el informe recoge tambi¨¦n la dureza del oficio, en ocasiones no exento de violencia y medidas de "coherci¨®n" para mantener el control de las calles.
"Para acceder a un espacio y permanecer en ¨¦l, en algunos casos las personas recurren a la fuerza", "es la ley de la selva, el m¨¢s fuerte gana", recogen los investigadores citando a un gorrilla. "Es la lucha por la sobrevivencia. Hay que poner la cara bien para decirle que no es su sitio aqu¨ª, y tiene que comprenderlo a buenas. Porque si no, se lleva otra cosa, las malas. Y m¨¢s de uno se va a las malas", explica.
Aunque la investigaci¨®n menciona casos, estudios y noticias de otras ciudades espa?olas y europeas, el an¨¢lisis est¨¢ centrado en Valencia, donde seg¨²n el censo elaborado mediante "observaci¨®n sistem¨¢tica" trabajan en torno a 250 o 300 gorrillas. La obra es fruto de un convenio con el Ayuntamiento, en concreto con las concejal¨ªas de?Cooperaci¨®n al Desarrollo y Migraci¨®n y Servicios Sociales.
Los gorrillas suelen ser personas con bajos niveles educativos y edades comprendidas entre los 20 y los 45 a?os, en el caso de los extranjeros, y de 40 a 60 en el de espa?oles. Sus ingresos ascienden "como m¨¢ximo" a unos 15 o 20 euros diarios.
Los pa¨ªses de procedencia m¨¢s frecuentes son Ruman¨ªa, Bulgaria, Marruecos, Ghana, Camer¨²n, Guinea, Senegal y Mali. Algunos de ellos, apuntan los autores, parecen haber ejercido el mismo trabajo en sus ciudades de origen.
En algunos casos realizan el trabajo en familia, casi siempre forman grupos de dos a siete personas con un cierto grado de organizaci¨®n, y, de forma excepcional, van solos.
El trabajo, en el que tambi¨¦n han participado Albert Moncus¨ª, Miguel Monsell, Yaiza P¨¦rez, refleja la especializaci¨®n horaria de los aparcacoches en funci¨®n del tipo de barrio en el que act¨²an. Los conductores suelen dar m¨¢s dinero por la ma?ana que por la tarde. Y los aparcacoches evitan a menudo las horas que coinciden con la llegada de los trabajadores a sus puestos, asumiendo que "no van a pagar todos los d¨ªas".
Frente a su imagen negativa, que los autores atribuyen en parte al tratamiento medi¨¢tico, el informe se?ala, citando a polic¨ªas, que las reclamaciones y la "sensaci¨®n de coacci¨®n" entre los conductores han descendido. Al tiempo que se ha producido "un cierto reconocimiento, aunque sea t¨¢cito", de los ciudadanos hacia el servicio que realizan.
Dependiendo de las zonas se tejen incluso relaciones personales que ampl¨ªan los servicios que los gorrillas ofrecen a los ciudadanos, como avisarlos si van a ser multados por haber aparcado en doble fila.
El informe destaca que en Valencia, hasta ahora, el Ayuntamiento ha abordado la situaci¨®n b¨¢sicamente imponiendo multas. Una medida poco efectiva dado que buena parte de los gorrillas "carecen de domicilio fijo y recursos econ¨®micos".
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