Tal como ¨¦ramos
Los Pixies facilitaron con su concierto que el p¨²blico se recordase como fue hace dos d¨¦cadas
Era el retorno a los clubs, la primera oportunidad en a?os en verlos en su h¨¢bitat natural, lejos de los grandes escenarios al aire libre. Y por ello, Pixies pasaron por el Sant Jordi Club en su ¨²nico concierto en Espa?a, recuperando la est¨¦tica de las salas, con los focos muy bajos para combatir la altura del recinto y as¨ª centrar el protagonismo en los cuatro m¨²sicos y, sin alardes escenogr¨¢ficos de ning¨²n tipo, poner as¨ª de manifiesto que ellos eran el centro de todo. Solo rock y aspiraciones de cercan¨ªa. Frente a ellos, una sala llena con toda la audiencia de oscuro, como si se hubiese puesto de acuerdo en que ese era el color de la banda. Y por encima de todo la sensaci¨®n de formar parte del grupo fiel de seguidores del grupo que marc¨® el paso de los ochenta a los noventa y puso ruido en la melod¨ªa. Los fans estaban all¨ª. Y llenaron el recinto.
?Y qu¨¦ espera un fan del concierto de una banda que fue importante hace treinta a?os? Fundamentalmente reencontrarse con las canciones que ilustraron aquellos momentos y aquellas vivencias, volver a recuperar no tanto aquellas sensaciones, diluidas por la propia biolog¨ªa, como su evocaci¨®n. No se puede volver a ser joven, se puede, en todo caso, recordar c¨®mo se fue. Y temas como ¡°Where is my mind?¡±, ¡°Wave of mutilation¡± o ¡°Here comes your man¡± ayudaron, expuestos, eso s¨ª, en una primera parte de la actuaci¨®n en la que el sonido no estuvo a la altura. Y nunca mejor dicho, porque era bajo de volumen, falto de pegada, presi¨®n y fuerza; esa violencia sonora que hac¨ªa de Pixies una banda inc¨®moda que captaba con la melod¨ªa y remataba con ventiscas de guitarra. En esta parte del concierto, su primera mitad, daba la sensaci¨®n de que el tiempo hab¨ªa educado al sonido del grupo, que sonaban como se?ores que han perdido irritaci¨®n. Se?ores mayores tocando no como cuando no lo eran vistos por personas menos mayores que los quer¨ªan recordar tal como fueron.
Pero por fortuna el concierto fue aumentando el ruido hasta alcanzar unos niveles razonables. No despein¨® en ning¨²n momento, los a?os no solo redondean y achatan los cuerpos y los Pixies son ya un grupo pulido, pero recordaron algo m¨¢s a los Pixies de la memoria en la segunda parte del recital. A todo esto el repertorio tir¨® fundamentalmente del recuerdo, omiti¨¦ndose casi por completo canciones de sus dos nuevos discos, apenas cuatro, como si la propia banda se?alase su pasado como ¨²nico argumento de su estancia en el escenario. Y ya se sabe que cuando se tira de pasado se hipoteca algo del futuro a cambio de un triunfo inapelable en el presente. Es lo que ocurri¨® con Pixies en el Sant Jordi: sus cl¨¢sicos les hicieron el concierto. Ellos, los m¨²sicos, solo pod¨ªan fastidiarla. Y no lo hicieron. Los seguidores se lo pasaron en grande aunque a nadie le cupo duda de que los mejores temas del grupo se escribieron hace m¨¢s de dos d¨¦cadas. Lo dem¨¢s es recuerdo, y aunque se haga bien, no pasa de ah¨ª.
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