La restauraci¨®n maragalliana
El ¡°toque Maragall¡± se aprecia en el "nuevo municipalismo" de Colau por la dimensi¨®n moral del discurso en que se justifica
Se ve¨ªa venir. Primero fue la presencia de ICV-EUiA en la gestaci¨®n de Barcelona en Com¨²; luego, la incorporaci¨®n a la lista electoral de Jordi Borja; despu¨¦s, la elecci¨®n de Jordi Mart¨ª, como gerente; m¨¢s tarde los ditirambos de Ada Colau al ¡°mejor alcalde de la ciudad¡±, y por ¨²ltimo la incorporaci¨®n al Gobierno municipal del PSC. Se confirmaba lo anunciado: Pasqual Maragall hab¨ªa vuelto y con ¨¦l el esp¨ªritu que marcara su mandato: el maragallismo y su pr¨ªstino ¡°modelo Barcelona¡±.
Y ah¨ª est¨¢n las evidencias. Hace unos d¨ªas se elevaban a la categor¨ªa de patrimonio ejemplos de la arquitecturizaci¨®n de espacios p¨²blicos propia de los a?os 1980, aquel dise?o urbano que dio a Barcelona reputaci¨®n universal: la plaza dels Pa?sos Catalans, el parque de la Creueta del Coll y el Moll de la Fusta. Casi a la vez, se presentaba un plan de barrios del que aparec¨ªan como responsables Marta Grabulosa, que fue jefa de gabinete de Maragall, y Oriol Nel¡¤lo, impulsor de la Ley de Barrios de la etapa maragallista. Para esta iniciativa se han escogido el Bes¨°s y el Maresme, completando la reforma de Pere IV como prolongaci¨®n del 22@ y la zona Diagonal-Bes¨®s, y Bon Pastor-Bar¨® de Viver, a los pocos d¨ªas que el Ayuntamiento urgiera al Ministerio de Fomento para que agilizase las obras de la terminal del AVE de La Sagrera y decidiera inyectar millones de euros a las obras no ferroviarias del entorno. Const¨¢tese en un mapa la congruencia de esas intervenciones ¡°sociales¡± con los planes en marcha de transformaci¨®n urbana de claro signo rentista y especulador.
Pero hay algo m¨¢s que convierte el ¡°nuevo municipalismo¡± de Ada Colau en restauraci¨®n de la Barcelona imaginada por Pasqual Maragall. Lo que distingue el ¡°toque Maragall¡± es la dimensi¨®n moral del discurso en que se justifica, esa voluntad de ¡°distribuir justicia a los abandonados¡±, de sembrar desde arriba ¡°empoderamiento¡± a los de abajo, toda esa ret¨®rica propia del despotismo ilustrado de quienes mandaron en Barcelona en los 80 y 90. En eso se diferencia el ¡°modelo Barcelona¡± de la ¡°marca Barcelona¡±: en la profunda vocaci¨®n moralizante y c¨ªvica del primero, su lenguaje cargado de buenas intenciones sociales, aunque sea al servicio de la mera conversi¨®n de la ciudad en fuente de beneficios para unos pocos. He ah¨ª un capitalismo enrollado, afable, participativo y, sobre todo, paternalista en lo social, aunque acaso ahora cabr¨ªa decir m¨¢s bien maternal.
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