Un ministro en Pedralbes
La ¡®operaci¨®n di¨¢logo¡¯ parece revivir la vieja idea del procurador en cortes Eduardo Tarragona, que en pleno franquismo propuso ubicar un sill¨®n ministerial en Barcelona
Perm¨ªtanme que les invite a adentrarse medio siglo por el t¨²nel del tiempo, hasta la Barcelona del tardofranquismo, para rememorar a un personaje entonces muy conocido y hoy seguramente olvidado: Eduard Tarragona i Corbella. Joven combatiente en el bando sublevado durante la guerra civil, abogado y, al calor del ¡°desarrollo¡±, empresario de ¨¦xito en el sector del mueble, cu?ado del futuro alcalde Joaquim Viola, Tarragona era un hombre bien acomodado a la dictadura. Pero, cuando decidi¨® saltar a la arena pol¨ªtica, lo hizo adoptando, dentro de los l¨ªmites del r¨¦gimen, un discurso de acentos populistas, una imagen de d¨ªscolo, de tipo sin pelos en la lengua (¡°al pa, pa i al vi, vi¡±, fue su lema m¨¢s popular), de defensor de la mayor¨ªa silenciosa (se autodefin¨ªa como ¡°la voz de los sin voz¡±).
Elegido con cientos de miles de votos procurador en Cortes en los comicios al ¡°tercio familiar¡± de 1967 ¡ªlo m¨¢s parecido a unas elecciones por sufragio universal que el franquismo pod¨ªa tolerar¡ª, dimiti¨® dos a?os despu¨¦s ¡°porque no pod¨ªa hacer nada¡±; pero, antes, el suyo hab¨ªa sido uno de los diecinueve noes a la designaci¨®n del pr¨ªncipe Juan Carlos como sucesor de Franco ¡°a t¨ªtulo de rey¡±. Volvi¨® a presentarse y a ganar un esca?o en 1971 (cuando public¨® el Libro negro de un procurador familiar) y lo mantuvo hasta el harakiri de las Cortes franquistas en 1976, simultane¨¢ndolo con una concejal¨ªa de Barcelona entre 1973 y 1979. Su vuelta a la carrera de San Jer¨®nimo como diputado por Alianza Popular (1982-86) fue ya el gris ep¨ªlogo de una popularidad marchita.
Antes, cuando la figura p¨²blica de Eduard Tarragona estaba en su c¨¦nit, el activo procurador hab¨ªa llegado a pedir para Catalu?a ¡°el reconocimiento expreso de su personalidad hist¨®rica¡±; demanda que concret¨® en una f¨®rmula de indudable plasticidad: la cuesti¨®n catalana se resolver¨ªa si el r¨¦gimen instalase ¡°un ministro en Pedralbes¡±.
Dado que Tarragona jam¨¢s desarroll¨® el esl¨®gan, ignoramos si deb¨ªa tratarse de un ministro-florero, catal¨¢n pero sin atribuciones (como el bueno de don Pedro Gual Villalb¨ª en los a?os previos), de un ministro cualquiera pero domiciliado en la Diagonal o de un ministro para Catalu?a, con aires de virrey. No hace falta aclarar que, ni en el Pardo ni en Castellana 3, le hicieron el menor caso.
Sin embargo, aquella vieja idea parece haber revivido este oto?o, en el marco de la ¡°operaci¨®n di¨¢logo¡± auspiciada por el reinvestido Gobierno de Mariano Rajoy. Lo digo porque, tras semanas de ret¨®rica y gesticulaci¨®n dialoguistas, el ¨²nico movimiento concreto del Ejecutivo central ha sido instalarle a su vicepresidenta, Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa, un despacho en Barcelona. No en el Palacio Real de Pedralbes ¡ªque hoy, en manos del Ayuntamiento y la Generalitat, es territorio comanche¡ª sino en el Palau Montaner, sede de la Delegaci¨®n del Gobierno en Catalu?a y anta?o, h¨¦las, de la Jefatura Provincial del Movimiento de Barcelona. Pero seguro que ya est¨¢ desinfectado...
?Y qu¨¦ uso pol¨ªtico ha hecho hasta ahora do?a Soraya de su flamante espacio de trabajo barcelon¨¦s? Pues lo ha empleado para conversar con los l¨ªderes del PSC, Miquel Iceta, y de Ciutadans, In¨¦s Arrimadas, dado que reunirse con el PPC ser¨ªa tanto como hacerlo con s¨ª misma, y ya le ofrece a Garc¨ªa Albiol algunas photo opportunity los fines de semana, en actos de partido. O sea que, de momento, y m¨¢s que abordar el ¡°desaf¨ªo catal¨¢n¡±, la vicepresidenta parece ocupada en zurzir una especie de Uni¨®n Mon¨¢rquica Nacional 2.0.
Pero incluso si, despu¨¦s de Navidades, S¨¢enz de Santamar¨ªa se pusiera a dialogar con la Generalitat, ?sobre qu¨¦, dentro de qu¨¦ frame? Los medios han informado ampliamente de que el Gobierno Rajoy s¨®lo est¨¢ dispuesto a hablar de dinero, excluyendo cualquier pacto fiscal. Seg¨²n hemos podido leer, no habr¨¢ ¡°m¨¢s concesiones ling¨¹¨ªsticas y culturales¡± ¡ªobs¨¦rvese la carga significante de la palabra concesiones¡ª ni espacio alguno para el concepto de ¡°naci¨®n¡±. Tampoco es un secreto la inmensa reticencia del Partido Popular ante la hip¨®tesis de la reforma constitucional, y ya hemos visto la virulenta reacci¨®n de la FAES ante la lev¨ªsima autocr¨ªtica respecto de la campa?a del PP contra el Estatuto. Aznar ya s¨®lo es militante de base, pero sigue dibujando las l¨ªneas rojas.
Me temo que, para arreglar el problema catal¨¢n, se necesitar¨¢ mucho m¨¢s que una vicepresidenta con despacho ocasional en Ll¨²ria esquina Mallorca.
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador.
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