?A la derecha del PP?
Los intentos de escisi¨®n han tenido hasta ahora resultados escu¨¢lidos. Solo un elemento podr¨ªa abrir una brecha: negociar con Catalu?a
Los dos desaires prenavide?os que Aznar ha dedicado al liderazgo de Rajoy ¡ªprimero, la agria ep¨ªstola de FAES contra la vicepresidenta S¨¢enz de Santamar¨ªa y, por extensi¨®n, contra cualquier retoque a la pol¨ªtica catalana del PP; luego, la renuncia del reconquistador de Perejil a la presidencia de honor del partido que model¨® durante tres lustros¡ª han dado pie a especulaciones medi¨¢ticas acerca de si ser¨ªa viable, de si tendr¨ªa espacio una nueva formaci¨®n pol¨ªtica situada a la derecha de los populares. Es una cuesti¨®n interesante, sobre todo en perspectiva europea, respecto de la cual la historia pol¨ªtico-electoral espa?ola desde 1977 ofrece algunos antecedentes ¨²tiles.
Poca gente recuerda ya que, tras la implosi¨®n de la primera Alianza Popular, la de los Siete Magn¨ªficos, varios de estos (Silva Mu?oz, Fern¨¢ndez de la Mora, Thomas de Carranza) crearon, a fines de 1978, una Derecha Democr¨¢tica Espa?ola que pretend¨ªa competir con Fraga desde un derechismo genuino: sin veleidades centristas, pero sin echarse en los brazos de Blas Pi?ar. Corta de fuerzas, DDE no os¨® concurrir a las generales de 1979, de manera que, para estrenarse en las urnas, hubo de esperar a los primeros comicios al Parlamento gallego, en oto?o de 1981. Lo ¨ªnfimo del resultado (2.022 votos, el 0,21%) convirti¨® el debut en epitafio, de manera que el partido desaparecer¨ªa poco despu¨¦s.
Tuvieron que pasar una quincena de a?os y muchas cosas en el seno de la derecha espa?ola (la reiterada comprobaci¨®n del ¡°techo de Fraga¡±, el infeliz experimento de Hern¨¢ndez Mancha, la metamorfosis de AP en Partido Popular, la trabajosa marcha de Aznar hacia la Moncloa...) para que su partido ins¨ªgnia conociese una nueva escisi¨®n por el lado de estribor. Fue, parad¨®jicamente, a fines de 1996, cuando el PP hab¨ªa alcanzado por fin el poder, aunque encaramado sobre el pacto del Majestic.
Justamente, el desagrado ante las ¡°concesiones excesivas¡± de Aznar a los nacionalistas catalanes y vascos, la tesis de que ¡°las autonom¨ªas no deben menoscabar la unidad indisoluble de la Naci¨®n Espa?ola¡± y el rechazo del centrismo sirvieron de base doctrinal al PADE (Partido de Acci¨®n Democr¨¢tica Espa?ola, luego rebautizado Partido Dem¨®crata Espa?ol). En lo personal, lo impulsaron algunos destacados seguidores de Fraga (Juan Ram¨®n Calero, Fernando Su¨¢rez, Antonio Mart¨ªn Beaumont) que se consideraban agraviados por el aznarismo. En todo caso, la respuesta del cuerpo electoral fue escu¨¢lida y menguante: 16.001 votos (0,08%) en las europeas de 1999, 9.136 sufragios (0,04%) en las generales de 2000, 5.677 papeletas (0,02%) en las generales de 2004. Ante semejante trayectoria, los responsables del PADE lo disolvieron a mediados de 2008.
Un c¨®ctel semejante de desencanto ideol¨®gico (en este caso, ante las supuestas tibieza y blandura de Rajoy) m¨¢s vanidades o ambiciones personales frustradas est¨¢n en el origen de la ¨²ltima escisi¨®n del PP, la que en 2013 dio lugar al partido Vox. Aunque su primer registro electoral en las europeas de 2014 (246.833 votos, un 1,57%) fue prometedor, no haber alcanzado el esca?o al que aspiraba impuls¨® a Vidal-Quadras a abandonar ipso facto el liderazgo y el proyecto, los cuales quedaron en manos de personas de perfil bajo: Santiago Abascal, Jos¨¦ Antonio Ortega Lara... Las urnas han reflejado inexorablemente la subsiguiente p¨¦rdida de impulso: 58.114 votos (0,23%) en las generales de 2015, 47.182 (0,2%) en las de junio pasado.
Los precedentes disponibles, pues, no auguran un camino f¨¢cil para quien quiera levantar una alternativa no testimonial en el flanco derecho del PP. Salvo que fuese Aznar, claro; pero ¨¦ste no lo har¨¢. A diferencia de lo que ocurre en otras latitudes, el Gobierno de Rajoy ha esquivado la acogida de refugiados, por lo que la xenofobia tiene aqu¨ª una rentabilidad marginal. Adem¨¢s, pese a la troika, la inmensa mayor¨ªa de los espa?oles siguen viendo en la UE m¨¢s una fuente de beneficios que de da?os, de modo que el euroescepticismo se sit¨²a m¨¢s bien en la izquierda extrema. Ni Legha Nord ni Alternative f¨¹r Deutschland funcionar¨ªan.
Existe hoy un solo elemento capaz de abrir, en el espacio conservador espa?ol, una brecha de millones de sufragios movilizables fuera del PP: que Rajoy entablase una verdadera negociaci¨®n pol¨ªtica con las instituciones catalanas; que accediese no ya a la independencia o al refer¨¦ndum, sino siquiera a un trato bilateral. Raz¨®n de m¨¢s para afirmar que tal cosa no suceder¨¢ ni por asomo.
Joan B. Coseche y Clar¨¤ es historiador.
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