Se llama ¡®gentrificaci¨®n¡¯
Si los fondos de inversi¨®n declaran la guerra a los vecinos, ah¨ª estar¨¢ el Consistorio, dice. Pero las defensas son pocas y lentas: la muestra, la subida de los alquileres
La palabra gentrificaci¨®n fue encu?ada en los a?os sesenta por la soci¨®loga Ruth Glass para describir el sutil cambio poblacional que se estaba produciendo en un barrio popular de Londres. Gentryes una clase ascendente con aspiraciones de nobleza. El t¨¦rmino se expandi¨® en los noventa, que fueron a?os de transformaciones urban¨ªsticas. Incluso se utiliz¨® para procesos controlados de mejoramiento social inducido: poner un hotel de lujo en El Raval, para decir algo, con la esperanza de que introducir nuevo paisanaje impulsar¨ªa el barrio hacia arriba. Hoy el t¨¦rmino es bien conocido y significa la apropiaci¨®n de un barrio por el mercado puro y duro, lo que acaba en la expulsi¨®n de los habitantes, incapaces de soportar el alza de precios. La calle Lancaster es, en Barcelona, el ejemplo paradigm¨¢tico. Calle angosta, paredes de piedra, grandes portales de madera cubiertos de grafiti: un sitio cualquiera en el antiguo Barrio Chino. Un fondo de inversi¨®n ¡ªsiempre son fondos de inversi¨®n¡ª que compra el edificio entero y ya est¨¢: vidas truncadas, dolor, maletas y a otra parte. El fondo en cuesti¨®n, MKPremium, tiene 39 edificios en Barcelona, 39, se dice pronto. 39 edificios, 11 pisos, 4 locales y un solar.
Que la palabra se haya hecho corriente es un s¨ªntoma de lo que est¨¢ pasando. Gala Pin dice que, si los fondos de inversi¨®n declaran la guerra a los vecinos, topar¨¢n con el Ayuntamiento. Pero las estrategias de defensa son pocas y lentas, como demuestra la imparable progresi¨®n de los precios de alquiler. El mercado tiene mecanismos para adaptarse: se pincha una burbuja y nace otra, porque sobre las ciudades planean hoy los capitales como buitres oliendo carro?a. Barcelona es especialmente fr¨¢gil porque no tiene un parque de vivienda de alquiler que proteja a las clases populares, pero no porque no se hayan hecho las pol¨ªticas necesarias, sino porque la vivienda p¨²blica ha sido siempre de venta. Ha sido de generar propietarios. Esa opci¨®n, en principio discutible, contribuye sin embargo a la suficiencia de las pensiones ¡ªincompatibles con pagar alquiler¡ª y ha hecho que muchas familias provectas pasaran la crisis sin demasiada angustia. La mitad de los edificios de Barcelona son o han sido de protecci¨®n oficial. Ahora se pone rumbo al alquiler, pero no se llegar¨¢ nunca a las proporciones europeas. No hay sitio.
Eso nos da un mercado popular fr¨¢gil, como se ha dicho. Inmigrantes, o j¨®venes reacios a la hipoteca, o trabajadores precarios (?qui¨¦n no, hoy en d¨ªa?), toda una franja de gente que tiembla ante una renovaci¨®n del contrato. Es absolutamente injusto. El techo tiene que ser seguro, es una necesidad vital, filos¨®fica, humana. El otro d¨ªa se present¨® un libro, First we take Manhattan (empecemos por Manhattan, digamos), que explica el proceso de gentrificaci¨®n actual en diferentes ciudades espa?olas: Madrid, Barcelona, Zaragoza, Valencia. Explica c¨®mo se expulsa la poblaci¨®n fr¨¢gil desde el centro a la periferia, que es tanto como decir que determinada poblaci¨®n m¨¢s pudiente se apropia, por su poder adquisitivo, de la mejor porci¨®n de la ciudad. Estaba presente Oriol Nel.lo, asesor del Ayuntamiento: la soluci¨®n radical, dijo, es la municipalizaci¨®n del suelo. Los autores, Daniel Sorando y ?lvaro Ardura, j¨®venes, peleones, un tanto obvios, aplaudieron. Estaba tambi¨¦n Jos¨¦ Manuel Calvo, concejal de Madrid, que sell¨® con Gala Pin y Janet Sanz la alianza Carmena-Colau para frenar el proceso.
Tra¨ªan los madrile?os mapas, esquemas y fotos para mostrar la invasi¨®n de los capitales, igual como un c¨¢ncer muerde los tejidos blandos. La sala, un centro c¨ªvico, conten¨ªa la rabia. Y yo me preguntaba cu¨¢l era la distancia exacta entre las buenas intenciones municipales y la impotencia ¨ªdem. Estos procesos dependen de marcos generales, hasta de tradiciones, que sobrepasan el ¨¢mbito municipal para rebotar en el Congreso de Diputados, donde las cosas mueren de rutina o mueren por intereses que est¨¢n lejos de ser transparentes. No s¨¦, quiz¨¢s lo importante es que se quiera actuar porque del primer gesto nace el segundo, y el tercero, y a lo mejor la soluci¨®n. Que el plan de vivienda de Barcelona se aprobara con CiU, dos puntas del arco municipal, es un s¨ªntoma de voluntad compartida. ¡°Barcelona no est¨¢ en venta¡±, claman las gentes que se manifiestan en la Rambla. ?Ah, no? Pues de momento parece mucho que s¨ª.
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