Las ¡®tricoteuses¡¯ del caso N¨®os
?No estar¨¢n siendo la hermana del Rey y su marido unos c¨®modos chivos expiatorios de cuestiones que les superan?
En la historia y, sobre todo, en la mitolog¨ªa de la Revoluci¨®n Francesa se conoce por tricoteuses a un grupo de mujeres de extracci¨®n popular que, durante el Terror (1793-94), acud¨ªan como p¨²blico a las sesiones de la Convenci¨®n Nacional para apoyar ruidosamente los discursos m¨¢s radicales, o al Tribunal Revolucionario para exigir la pena de muerte contra todos los reos, mientras no dejaban de hacer calceta. Seg¨²n las versiones m¨¢s truculentas, tales mujeres tambi¨¦n sol¨ªan acompa?ar a los condenados de camino al pat¨ªbulo, y asistir a las ejecuciones bien cerca de la guillotina ¡ªsiempre, agujas y lana en ristre¡ª con indisimulada delectaci¨®n. La gran novela de Charles Dickens, A Tale of Two Cities contiene una de las evocaciones literarias m¨¢s potentes de las tricoteuses.
Me he acordado de tales personajes tras observar muchas de las reacciones suscitadas por el juicio oral del caso N¨®os y, m¨¢s todav¨ªa, por la sentencia de la Audiencia de Palma. No, no es que me escandalice ver que unas decenas de personas acuden a la entrada del Palacio de Justicia mallorqu¨ªn para darse el gusto de gritarle ¡°?chorizo!¡± o ¡°?ladr¨®n!¡± al cu?ado del Rey. Tampoco me espanta en absoluto que, no ya en las redes sociales ¡ªun submundo al que no me asomo jam¨¢s¡ª sino en tribunas convencionales se confunda sistem¨¢ticamente la justicia moral con la justicia penal, y se alimente la idea de que Cristina de Borb¨®n y Grecia se ha salvado de la c¨¢rcel simplemente por llamarse como se llama ¡ªcon absoluto desprecio al trabajo de sus defensores¡ª, y se d¨¦ a entender que su marido ya deber¨ªa estar purgando condena, preferentemente en una mazmorra de esas con jerg¨®n de paja y ratones...
No, lo que me sorprende de tanto ¨¦mulo callejero y tertuliano de las tricoteuses es el furor antimon¨¢rquico y justiciero que se ha abatido sobre los ex duques de Palma. Y me ha sorprendido porque constituye una considerable novedad. Seamos sinceros: ya fuese como secuela del 23-F o por otras razones, lo cierto es que durante tres d¨¦cadas la realeza espa?ola se vio protegida por un grueso blindaje no s¨®lo jur¨ªdico, sino principalmente medi¨¢tico y social. Si exist¨ªan rumores sobre la vida privada o los negocios del hoy monarca em¨¦rito, fueron peri¨®dicos extranjeros, no los espa?oles, quienes los divulgaron: aqu¨ª imperaba un respetuoso, casi reverencial silencio. Si, durante los a?os 1990, nuestros royals hubiesen sido sometidos a un escrutinio comparable al de sus primos brit¨¢nicos (?recuerdan aquella conversaci¨®n del pr¨ªncipe de Gales con su entonces amante compar¨¢ndose con un t¨¢mpax?), no habr¨ªa quedado, en ese ¨¢mbito, t¨ªtere con cabeza.
Luego, a partir de 2012, llegaron en tromba la cacer¨ªa de Botsuana, la operaci¨®n de cadera, la princesa Corinna, la petici¨®n de disculpas de Juan Carlos..., en una pendiente que conducir¨ªa hasta la abdicaci¨®n de 2014. Pero, aparentemente ¡ªa juzgar por las encuestas del CIS, por los discursos y programas de los grandes partidos pol¨ªticos, por el mainstream de la opini¨®n publicada¡ª, la crisis que sacudi¨® en esos a?os a los Borbones espa?oles no dispar¨® los sentimientos republicanos ni resquebraj¨® los cimientos del r¨¦gimen mon¨¢rquico. ?C¨®mo interpretar, pues, ese celo seudojacobino que ha suscitado el caso N¨®os? ?Acaso quienes no osan, o juzgan imprudente, cuestionar la monarqu¨ªa postfranquista, han encontrado en Cristina de Borb¨®n, I?aki Urdangar¨ªn y las nefastas aventuras empresariales de ¨¦ste ¨²ltimo un derivativo con el que mostrar que, pese a todo, son muy progres, muy de izquierdas, muy radicales...? ?No estar¨¢n siendo la hermana del Rey y su marido unos c¨®modos chivos expiatorios de cuestiones que les superan? ?No estaremos confundiendo el r¨¢bano con las hojas?
Parafraseando a quien escribi¨® ¡ªfuese Agust¨ªn de Fox¨¢ u otro¡ª que ¡°los espa?oles van siempre detr¨¢s de los curas, o con un cirio o con el garrote¡±, se dir¨ªa que algunos espa?oles van siempre detr¨¢s de los Borbones, ya sea d¨¢ndose de codazos por un besamano, o pugnando por la primera fila de los improperios. Aunque esto ¨²ltimo les obligue, contradiciendo sus acrisolados principios, a tratar de tonta a una mujer de 51 a?os; o a hacerle el juego a esa banda de estafadores ultraderechistas llamada Manos Limpias; o a considerar al fiscal Horrach un d¨ªa el h¨¦roe y al otro el villano de esta historia.
Al menos las tricoteuses iban en serio; en lo de aqu¨ª y ahora hay mucha pose.
Joan B. Culla i Clara es historiador.
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