?Todav¨ªa es l¨ªcito construir?
Hay ya arquitectos que, desde el proyecto, se plantean la lucha contra un mercado que est¨¢ destruyendo el alma de la ciudad
En ese desierto perpetuo que es el Arts Santa M¨®nica de Barcelona ¡ªuna buena programaci¨®n sin respuesta de nadie¡ª, Aftermath representa la presencia catalana en la Bienal de Arquitectura de Venecia. La selecci¨®n muestra ¡°una nueva manera de hacer arquitectura¡± a partir de pel¨ªculas rodadas entorno a actuaciones concretas para transformar los edificios (o lo que sea) filmados en experiencias. No muestra la arquitectura, como se le supone a una bienal, sino el efecto de la construcci¨®n sobre el territorio y sobre las personas. No ser¨¦ yo quien diga que esto no es inteligible para el espectador que se pasea entre las pantallas tratando de desentra?ar lo que no deja de ser una formulaci¨®n intelectual incre¨ªblemente sofisticada. Pero es dif¨ªcil salir de la exposici¨®n con una idea clara de qu¨¦ es exactamente lo que se nos est¨¢ diciendo. Es la provocaci¨®n impl¨ªcita en una bienal, donde no cabe lo convencional.
Vayamos m¨¢s all¨¢. Los alumnos de arquitectura del Vall¨¨s presentan un prototipo de edificio barato, sostenible, casi port¨¢til, que se planta en esas aberrantes urbanizaciones que estaban de moda a?os atr¨¢s. Sirve para improvisar un centro c¨ªvico y corregir as¨ª un error de concepto. La gente se dej¨® engatusar con el estilo de vida americano, barbacoa y jard¨ªn, y se fugaron de la ciudad hacia la casita aislada, sin barrio, sin centro, sin equipamientos, sin nada. Por eso estos futuros arquitectos instalan en un plis-plas un centro c¨ªvico prefabricado, sin ning¨²n ornamento, para que, por arte de magia, les devuelva a esos habitantes de la nada la noci¨®n de comunidad activa, de capital social.
Otra experiencia ins¨®lita. Una cooperativa construye en los aleda?os de Can Batll¨® un edificio de propiedad compartida, es decir, nuevas formas de acceso a la vivienda, muy asequibles, a cambio de renunciar a la propiedad transmisible en herencia. Lo ins¨®lito del caso es que el edificio es de madera. No estoy segura de que esta construcci¨®n sea lo m¨¢s sostenible: alg¨²n bosque del Vall¨¨s se esfum¨® mientras hac¨ªan naves en las Drassanes de Barcelona. Significa, en todo caso, que un grupo de arquitectos ha decidido romper las normas, quebrar la sacrosanta propiedad y buscar materiales nobles que en otros pa¨ªses son habituales. Algo est¨¢ presionando a la profesi¨®n para que salga de los carriles, para que vaya m¨¢s all¨¢, para que piense antes de construir. Se est¨¢ planteando, ya desde el proyecto, la lucha desigual y tit¨¢nica contra un mercado desbocado que est¨¢ destruyendo el alma de la ciudad y que ni las buenas intenciones municipales, que son genuinas, parecen poder frenar.
La pregunta es, entonces: ?es l¨ªcito que un arquitecto de fama firme el proyecto del hotel de las Drassanes, con todo el barrio en contra? O, por poner otro ejemplo, ?es censurable el arquitecto que rehabilita un bloque para hacer pisos de lujo cuando sabe que de ah¨ª fueron expulsados vecinos que no pod¨ªan pagar el nuevo alquiler? Pregunto teniendo delante el libro que Pati N¨²?ez ¡ªcomunicadora incansable¡ª ha dedicado a Josep Antoni Coderch, figura tan admirada como controvertida, tan singular como inc¨®moda. El libro re¨²ne entrevistas con colegas que trabajaron con ¨¦l de j¨®venes y que ahora hablan con libertad. Coderch era arist¨®crata y franquista cuando los cachorros de la arquitectura estaban en las ant¨ªpodas; era malhumorado y genialoide, era atrevido en los dise?os pero ten¨ªa siempre un pie en la sabidur¨ªa popular. Era tradici¨®n transformada en elegante modernidad.
El libro descubre una utop¨ªa in¨¦dita de Coderch. Estaba obsesionado por c¨®mo la gente viv¨ªa en los edificios, le importaba m¨¢s el interior que la fachada. Y, ya maduro, empieza a jugar con una idea: que las plantas de los edificios constru¨ªdos como bloques fueran flexibles para que una habitaci¨®n perif¨¦rica pudiera cambiar de amo seg¨²n las circunstancias de la familia: para que el propio piso creciera o menguara seg¨²n las necesidades. Es revolucionario y colectivo, y no prosper¨®. Eso perge?aba Coderch mientras constru¨ªa edificios notables y mientras sus alumnos dibujaban bocetos de una carrera todav¨ªa por llegar, todos finalmente consagrados. Hoy, la ruptura est¨¢ en el efecto p¨²blico (y discutido) de aquello que se construye. Por cierto, la enhorabuena al equipo RCR por el premio Pritzker: obra po¨¦tica, arraigada, contempor¨¢nea. ?Qu¨¦ es la arquitectura? ¡°Entender la vida¡±, responden.
Patricia Gabancho es escritora
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