Wagner a gritos
Llega al Liceu el montaje de El holand¨¦s errante, dirigido por el cineasta alem¨¢n Philipp St?lzl
Con muchos cambios en el reparto -han sustituido a tres de los cuatro cantantes anunciados en los principales papeles-, llega al Liceu el montaje de El holand¨¦s errante dirigido por el cineasta alem¨¢n Philipp St?lzl, autor de famosos videoclips de Madonna y Mick Jagger, y la adaptaci¨®n de la novela El m¨¦dico. El espect¨¢culo es entretenido y visualmente atractivo, pero sin un ¨¢pice de grandeza wagneriana. Y el nivel vocal, a pesar de los precios de primera divisi¨®n, es m¨¢s propio de un teatro de provincias. A duras penas se salva, por sus tablas, Albert Dohmen, mientras en el foso la orquesta naufraga bajo la inexperta y deslavazada concertaci¨®n de la joven directora ucraniana Oksana Lyniv.
El holand¨¦s errante
La producci¨®n, que procede de la Staatsoper Unter der Linden, a partir del original estrenado en Basilea, propone un sugerente punto de partida: en la biblioteca de la mansi¨®n de Daland, su hija Senta, adolescente, se obsesiona leyendo la historia del holand¨¦s errante, pretexto para dibujar un psicodrama de una mujer enajenada, oprimida y autodestructiva, incapaz de separar la realidad de sus fantas¨ªas.
Teatralmente, ese retrato de una obsesi¨®n patol¨®gica, donde realidad y ficci¨®n se entrelazan a trav¨¦s de im¨¢genes de un gran cuadro que se tornan corp¨®reas, no pasa de ser un relato confuso, de corte tradicional y ambientaci¨®n realista, que dinamita las claves rom¨¢nticas de la primera gran ¨®pera de Richard Wagner y convierte a su primera heroina en una grotesca caricatura.
Emerge en esta ¨®pera, a¨²n sujeta a la estructura de n¨²meros cerrados, uno de los temas predilectos de Wagner, la redenci¨®n por amor, caprichosamente distorsionado por St?lzl. Hay, no obstante, un punto morboso en esa falta de contacto f¨ªsico entre Senta y el holand¨¦s, pero el capricho esc¨¦nico arruina la intensidad l¨ªrica de su gran d¨²o.
La direcci¨®n de actores, muy convencional, y el pulso narrativo tiene no pocos altibajos a lo largo de dos horas y veinte minutos, sin descanso. Falt¨® tensi¨®n dram¨¢tica, cohesi¨®n y brillo en el foso, con un sonido robusto y m¨¢s pifias de lo habitual, muy lejos de la calidad mostrada en este repertorio con Josep Pons o con Sebastian Weigle, que dirigi¨® el fallido montaje de ?lex Rigola en 2007 y la memorable versi¨®n de concierto ofrecida por el Festival de Bayreuth en 2012.
Vocalmente, lo m¨¢s safisfactorio fue la actuaci¨®n del coro del Liceu, aunque tambi¨¦n abus¨® de decibelios. Dohmen apenas salv¨® el papel estelar, con nobleza pero con voz gastada. Gritona y desafinada la Senta de Elena Popovskaya en un poco afortunado reparto, con el vociferante Daland del bajo Attila Jun, el tenor Timothy Richards desbordado por la tesitura de Erik y las correctas prestaciones del tenor Mikeldi Atxalandabaso (timonel) y la mezzosoprano Itxaro Mentxaca (Mary).
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