Comunicaci¨®n sapiens y redes sociales
?La charla virtual comporta los mismos beneficios cognitivos, psicol¨®gicos y de empat¨ªa que aporta la conversaci¨®n cara a cara?
?Qu¨¦ pasar¨ªa si meti¨¦ramos a 75.000 chimpanc¨¦s, por ejemplo, en el Camp Nou o en el Bernab¨¦u? El caos m¨¢s absoluto, sin duda.
?Y qu¨¦ ocurrir¨ªa si en lugar de 75.000 chimpanc¨¦s meti¨¦ramos 75.000 personas? Pues que: (a) se lo pasar¨ªan de lo lindo (sobre todo si su equipo gana); (b) armonizar¨ªan frases de ¨¢nimo y c¨¢nticos, unidos casi en una sola voz a¨²n cuando nunca hayan ensayado previamente juntos; (c) coordinar¨ªan mediante papelitos de colores enormes figuras, algunas s¨®lo visibles desde cierta altura, (d) algunos, por lo visto, incluso podr¨ªan tejer suculentos negocios o urdir alguna que otra trama.
La comparaci¨®n previa es una adaptaci¨®n de un ejemplo propuesto por el ensayista de moda, Yoval Noah Harari. La pregunta que se plantea es: ?C¨®mo es posible esa diferencia tan espectacular de comportamiento en dos especies que comparten el 99% de su genoma? La respuesta de Harari es clara: porque el aumento cerebral hom¨ªnido se orient¨® espec¨ªficamente hacia el desarrollo de un complejo lenguaje articulado. Esta innovaci¨®n evolutiva dispar¨® de manera exponencial la capacidad comunicativa sapiens en comparaci¨®n con la de otros animales que disponen igualmente de alg¨²n tipo de sistema comunicativo, como los delfines, elefantes y, muy especialmente, los simios.
La tesis fuerte de Harari es que los sapiens hemos evolucionado desde la insignificancia animal al domino global del planeta porque cooperamos de manera flexible y compleja a gran escala gracias a nuestro lenguaje articulado. Los sapiens somos muy buenos creando redes de cooperaci¨®n sofisticadas y eficaces. Deteng¨¢monos a pensarlo por un momento: para cualquier actividad que implique a m¨¢s de un individuo en una tarea com¨²n, desde organizar una cena hasta desarrollar la tecnolog¨ªa y la cooperaci¨®n internacional necesaria para enviar un humano a la luna, el lenguaje es la herramienta necesaria que nos ensambla con los dem¨¢s.
Harari identifica como la gran genialidad del lenguaje humano, frente a sistemas comunicativos desarrollados de otras especies animales, el hecho de que no solo nos permite almacenar y comunicar una cantidad prodigiosa de informaci¨®n acerca del mundo que nos rodea, sino tambi¨¦n hablar sobre nosotros mismos. En este sentido, en opini¨®n de Harari, que puede parecer provocadora, uno de los motores del complejo y peculiar desarrollo de nuestro lenguaje es el chismorreo (small talk), la charla aparentemente intrascendente, la conversaci¨®n trivial. Esta actividad, que quiz¨¢ consideramos una p¨¦rdida de tiempo, hay que entenderla, a juicio de Harari (y de algunos antrop¨®logos ling¨¹istas antes que ¨¦l, cabe precisar), como un conjunto de intercambios que fortalecen nuestros v¨ªnculos sociales y de conocimiento mutuo, generando confianza y estableciendo redes s¨®lidas de relaci¨®n interpersonal. Los Sapiens somos ante todo animales sociales, y la cooperaci¨®n es la clave para nuestra supervivencia y progreso. Charlar y mantener conversaciones triviales con los dem¨¢s nos ayuda a tejer esas redes sociales, porque estamos hablando del tema que m¨¢s interesa a los sapiens y que est¨¢ en la base cultural de la construcci¨®n de nuestra identidad individual y social: nosotros.
En el nuevo mundo digital, las redes sociales apenas disimulan el deseo generalizado entre sus usuarios de hablar del yo. Desde este punto de vista, pueden entenderse como una ciberextensi¨®n tecnol¨®gica elevada a un nuevo nivel globalizado nunca conocido del ¡°chismorreo¡± sapiens.
Una cuesti¨®n candente que est¨¢n planteando algunos especialistas del ¨¢mbito tecnol¨®gico como Sherry Turkle, investigadora del MIT, en su libro, titulado Reclaiming conversation (En defensa de la conversaci¨®n: el poder de la conversaci¨®n en la era digital) es si la charla virtual en las redes sociales comporta los mismos beneficios cognitivos, psicol¨®gicos y de empat¨ªa social que aporta la conversaci¨®n ¡°cl¨¢sica¡±, cara a cara. La respuesta es tan rotunda como n¨ªtida: no. Turkle sostiene que la digitalizaci¨®n de nuestras interacciones comunicativas en las redes sociales nos conecta rutinaria y puntualmente con otros humanos, pero no de una manera profundamente cooperativa. Tukle incluso encarece la necesidad de reservar en nuestras vidas comunicativas un tiempo ¡ªcasi terap¨¦utico¡ª para la conversaci¨®n ¡°cl¨¢sica¡±, para la comunicaci¨®n originariamente sapiens.
Qui¨¦n nos lo iba a decir: charlotear es una actividad que nos construye como humanos.
Estrella Montol¨ªo es catedr¨¢tica de Lengua Espa?ola en la UB.
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