La batalla decisiva
Har¨¢ falta mucha inteligencia, mucha determinaci¨®n para enfrentarnos al monstruo que nos devora. Y en esto, para mal del Ayuntamiento, no valen los gestos
El mercado, clandestino o a cielo abierto, opera seg¨²n sus propias reglas. Lo que pas¨® en La Mina, esa vigilancia extraoficial pero eficac¨ªsima de los pisos sociales pendientes de adjudicar que ha llevado a un concejal de Sant Adri¨¤ al juzgado, estaba delante de los ojos de quien quisiera verlo. ¡°Los Manolos¡±, firma el cartel que desaconseja cualquier maniobra de ocupaci¨®n. En La Mina no se juega, la autoridad es la autoridad. Pero La Mina no es el mercado convencional. El Mercado convencional es la Barceloneta, es ese piso rescatado por su due?a de las redes de un defraudador amparado por la distracci¨®n voluntaria de eso que llamamos ¡°econom¨ªa colaborativa¡± y que es una m¨¢quina de hacer dinero sin escr¨²pulos. Un piso que, en dos d¨ªas, destap¨® 200 casos similares, 200, que se est¨¢n produciendo delante de las narices de todos los posibles responsables.
Las circunstancias no dan tregua, parecen ensa?arse contra las buenas intenciones municipales y las expectativas de la gente que mal que bien aguanta todav¨ªa en las encuestas de valoraci¨®n. ¡°No estamos aqu¨ª para hacer cosas f¨¢ciles¡±, ha dicho Mercedes Vidal, concejal de Movilidad, comentando la insufrible octava jornada de huelga del metro, un conflicto que nadie entiende. Hace pocos d¨ªas se produc¨ªa en Barcelona una manifestaci¨®n contra la especulaci¨®n en la vivienda. Sabemos de desalojos diarios, crueles en el caso de desamparo o m¨¢s silenciosos cuando los contratos se vuelven papel mojado para gente de clase media que hasta entonces pod¨ªa pagar. Ve¨ªa yo la mani, con las camisetas verdes de la PAH, y me preguntaba qu¨¦ estar¨ªa pensando, ante esa imagen, Ada Colau. Me preguntaba si alguna vez se arrepiente de haber dicho, en campa?a, que todos esos problemas de pobreza y de mercado y de turismo y de lo que fuera era por desidia del gobierno anterior y no por la clar¨ªsima impotencia que impone un sistema que s¨®lo se puede modular ¡ªno combatir, modular¡ª si se a¨²nan los esfuerzos de todas las administraciones. Veremos c¨®mo sirve de poco el baremo de precios de alquiler de la Generalitat. Ada Colau deber¨ªa pedir, en silencio y sin que nadie la oiga, disculpas a sus predecesores. No est¨¢ consiguiendo mejores resultados que ellos.
Hace unas semanas, el CCCB trajo a Barcelona a Raquel Rolnik, una arquitecta de Sao Paulo que estudia ¡ªen universidades e instituciones¡ª estos procesos de depauperaci¨®n forzados por los mercados globales, los buitres que planean sobre las ciudades, tantas veces los hemos mencionado. Es una mujer menuda, en¨¦rgica, de cabeza rizada, que habla como si descubriera el mundo con las palabras, cuando de hecho no dice nada nuevo, aunque lo dice muy bien. Apunto s¨®lo dos de las ideas. Todos podemos ser parte de este proceso, simplemente teniendo un plan de ahorros en un banco, que la entidad invierte all¨¢ donde no sabemos (excepto que operemos con la banca ¨¦tica, de la cual se habla ya muy poco). El sistema nos engulle, al margen de los principios. Y la segunda, voluntarista, casi al finalizar su charla: detecta la aparici¨®n de insurgencias. Bravo. Movimientos populares, esa manifestaci¨®n bajando por Laietana, ese sindicato de alquileres, la PAH que persiste, el voto que fue de esperanza a Ada Colau. Y tambi¨¦n las alternativas de organizaci¨®n econ¨®mica: desde cooperativas hasta, dec¨ªa ella, okupaciones. El problema, sin embargo, est¨¢ impl¨ªcito en el diagn¨®stico: estamos luchando contra la econom¨ªa global, contra capitales flotantes que ya no tocan la vida real excepto para violentar las reglas.
?C¨®mo se contempla este problema desde las ventanas de la plaza de Sant Jaume? ?C¨®mo se le hace frente sin establecer complicidades que deber¨ªan llegar a Madrid, al Parlament, a Europa? Es curioso que justo cuando esta impotencia se hace patente en las calles de Barcelona ¡ªv¨ªctima propicia porque es ciudad con vocaci¨®n especulativa desde siempre¡ª sean las nuevas alcaldesas las que proclaman que es el momento de las ciudades. Es verdad que son las ciudades laboratorios, pero por ahora el experimento lo est¨¢ haciendo el sistema. Har¨¢ falta mucha inteligencia, mucha determinaci¨®n para enfrentarnos al monstruo que nos devora. Y en esto, para mal del Ayuntamiento, no valen los gestos. La ciudad est¨¢ en juego m¨¢s all¨¢ de esos rincones simb¨®licos. La batalla requiere otras decisiones y no sabemos si Ada Colau, o alguien, est¨¢ construyendo, o no, esa estrategia.
Patricia Gabancho es escritora
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