Weegee, el fot¨®grafo de la mala vida
FotoColectania dedica una exposici¨®n al convulso Nueva York de los a?os treinta y cuarenta a partir de las im¨¢genes del reportero
Si a lo largo de la noche se produc¨ªa un asesinato, un accidente, un robo, una venganza entre grupos mafiosos rivales, un incendio, un robo o una redada de travestis en la ciudad de Nueva York, all¨ª estaba Usher Fellig (1899-1968), m¨¢s conocido como Weegee, c¨¢mara en mano y dispuesto a tomar la primera imagen, incluso antes de que llegara la polic¨ªa. Su coche era su casa y su base de operaciones, despu¨¦s de conectar la radio con la emisora de la polic¨ªa que le permit¨ªa estar al tanto de todo lo que pasaba en la ciudad a esas horas.
Para completar su trabajo, revelaba las fotograf¨ªas en el laboratorio que hab¨ªa montado en el maletero extra grande de su coche biplaza. ¡°Guard¨¦ todo all¨ª, una c¨¢mara extra, los casquillos de las bombillas de flash, una m¨¢quina de escribir, botas de bombero, cajas de cigarros, salami, pel¨ªcula de infrarrojos y zapatos extras y calcetines. A partir de entonces tuve alas. Ya no tuve que esperar para que el crimen viniera a m¨ª; pod¨ªa ir tras ¨¦l¡±, escribi¨® en su autobiograf¨ªa. En una m¨¢quina de escribir redactaba una nota y la mandaba, junto con las im¨¢genes, a rotativos de la ciudad como el Herald Tribune, el Daily News, el Post o The Sun. Weegee era el m¨¢s r¨¢pido y el mejor reportero gr¨¢fico de la ciudad de los a?os treinta y cuarenta y acab¨® convirtiendo el crimen en un espect¨¢culo. Fue entonces cuando comenz¨® a firmar el reverso de sus fotograf¨ªas como Weegee, el famoso.
A este fotoperiodista incansable e inquieto que realizaba im¨¢genes a base de duros contraluces que daban un aire de dramatismo a sus personajes, protagonistas y espectadores de cr¨ªmenes y tragedias ciudadanas dedica la Fundaci¨®n FotoColectania la exposici¨®n Weegee by Weegee en la que pueden verse 110 de sus im¨¢genes ¡ªadem¨¢s de su m¨¢quina de escribir y su enorme c¨¢mara fotogr¨¢fica marca Speed Graphic¡ª pertenecientes a la colecci¨®n suiza M+M Auer que cuenta con 500 fotograf¨ªas (entre las m¨¢s 50.000) de este reportero. A Weegee se le atribuye una gran teatralidad y se le ha acusado de incluso arreglar las escenas del crimen antes de fotografiarlas, tal y como hac¨ªa Joe Pesci que le encarnaba en la pel¨ªcula El ojo p¨²blico (1992). ¡°Era un artista, lo importante es que nos emocione y nos guste y tampoco toc¨® tanto. En la pel¨ªcula tambi¨¦n se dec¨ªa que hac¨ªa el amor en el coche y es imposible porque no cab¨ªa¡±, explic¨® Mich¨¨le Auer.
Cabezota
La exposici¨®n muestra materiales de los a?os treinta y cuarenta de sus cinco primeros libros, publicados entre 1945 y 1964, en la que adem¨¢s de cr¨ªmenes presenta escenas de eventos sociales, en las que las damas de alta sociedad neoyorquinas van vestidas con sus armi?os y diademas, en estrenos de ¨®peras o teatrales. Tambi¨¦n acontecimientos populares, como una de sus im¨¢genes m¨¢s ic¨®nicas: una aglomeraci¨®n en una playa de Coney Island. ¡°en la que todos los que miran sonrientes a la c¨¢mara est¨¢n enfocados¡±, remarc¨® Mich¨¨le Auer.
Cuando los Auer compraron, hace 25 a?os, sus primeras fotograf¨ªas. ¡°Tuvimos que vender una casa que ten¨ªamos en Par¨ªs¡±, Weegee ya hab¨ªa fallecido, ¡°pero nos hubiera gustado conocerle¡±. Les hab¨ªa sorprendido su buen humor. Algo que le llev¨® a autorretratarse hasta en 1.500 ocasiones; como en la serie en la que Weegee muestra los pasos de todo el sistema judicial desde que el delincuente es arrestado hasta que se sienta frente al juez; y en todas es Weegee el protagonista. ¡°Era un hombre cabezota y pol¨ªticamente incorrecto que adoraba a la gente con defectos y que era capaz de mostrar las escenas de la calle que otros no se atrev¨ªan a reflejar¡±, remacha Michel Auer.
En el escena del crimen
"La polic¨ªa estaba de acuerdo con ello". De acuerdo con que un fotoperiodista se avanzase y llegase a la escena del crimen antes que nadie, sacando un primer¨ªsimo plano del muerto, al que el lector pod¨ªa mirar sin estremecerse. Eso obviamente no ocurre aqu¨ª. Pas¨® en Nueva York en los a?os cuarenta, cuando Arthur H. Fellig, conocido como Weegee, mont¨® su propia redacci¨®n en su Chevy Coup¨¦ marr¨®n del 38, con una emisora policial dentro.
"Unos peces gordos de la poli me dieron un permiso especial para llevar una radio de las suyas, igual que la de los coches patrulla", cuenta en uno de los textos que incluye la exposici¨®n de FotoColectania. "Ya no ten¨ªa que esperar a que el crimen llegara a m¨ª, era yo quien iba tras ¨¦l".
Un hombre yace descamisado en una de las fotograf¨ªas. Arrodillado, otro var¨®n le toca el vientre. De pie, separados por el cuerpo en el suelo, un agente le pasa a un compa?ero una pistola. Una breve rese?a cuenta la historia tras la imagen: "Calle Loex's Delancey. El hombre del "hold up" [atraco] ha disparado a un polic¨ªa, que ha respondido. El hombre ha muerto y el polic¨ªa devuelve el arma a su sargento. Recibir¨¢ una medalla. El cirujano examina a la v¨ªctima. 1940". Este tipo de fotos es la se?a de identidad de Weegee. Sus im¨¢genes ense?an una realidad cruda, sin distancias ni cordones policiales que dificulten el trabajo period¨ªstico.
Weegee ¡°se mov¨ªa con soltura entre la polic¨ªa y la mafia¡±, ahora los paseos oficiosos por los grupos de investigaci¨®n han desaparecido y las cartas manuscritas desde prisi¨®n escasean. Weegee corr¨ªa tras el crimen, ahora el crimen llega en forma de comunicado oficial de gabinete de prensa. Cuando el periodista pisa el terreno (si da tiempo), raramente queda alguien en el escenario. El retrato m¨¢s duro que puede captar un fot¨®grafo es la s¨¢bana blanca que trasluce un cuerpo y una historia, probablemente dram¨¢tica, atrapada en un secreto de sumario.
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