El determinismo independentista
Frente a la inevitabilidad hist¨®rica est¨¢n los poderes del individuo libre y de las responsabilidades personales que asume
El crescendo de la agresividad argumental del secesionismo puede considerarse un s¨ªntoma de entrada en el p¨¢nico y en la estampida, mientras que con una mirada m¨¢s distanciada percibimos la falacia de un determinismo por el que la linealidad hist¨®rica forzosamente ha de desembocar en la ruptura con Espa?a. Ese determinismo qued¨® expresado en el eslogan ¡°Refer¨¦ndum o refer¨¦ndum¡±. En realidad, el todo o nada ¡ªel tot o res¡ª es un determinismo muy elemental, como la idea de que llegar¨¢ un d¨ªa en que ¡ªseg¨²n dec¨ªa Francesc Pujols¡ª los catalanes lo tendr¨¢n todo pagado. Son apelaciones al determinismo el hecho de que el nacionalismo secesionista pueda conseguirlo todo, que Catalu?a sea independiente pasado ma?ana, que todos los catalanes lo quieran o que la Uni¨®n Europea no puede dejarla irse. Esas formas deterministas son las que impiden negociar o tener en cuenta que el adversario puede tener parte de raz¨®n. Es todo lo contrario de una concepci¨®n pol¨ªtica de Catalu?a que en sus buenos momentos ha sabido pactar, elaborar transacciones, saber con qu¨¦ fuerzas contaba. Eso era el antideterminismo, la constataci¨®n de que no existe una linealidad hist¨®rica que lleva a la independencia sino un equilibrio constante entre lo que se quiere ser y lo que se hace. Es muy ex¨®tico ese reducto extremista de un presunto liberalismo catal¨¢n que al final acaba asumiendo premisas deterministas que tanto chocan con el ejercicio de pluralismo cr¨ªtico.
Suponer que Catalu?a ser¨¢ independiente solo porque ese sea el sue?o ad¨¢nico de los independentistas en un error determinista porque Catalu?a ser¨¢ lo que los ciudadanos decidan en virtud del Estado de Derecho, otro invento liberal frente a la idea de un pueblo que elude la ley para obedecer al mandato inexorable del determinismo hist¨®rico, del pueblo elegido. La experiencia del siglo pasado abunda en casos de concepciones deterministas que acabaron siendo sistemas cerrados. Ahora vemos que en el siglo XXI y en sociedades avanzadas no faltan ayatol¨¢s ni la intimidaci¨®n en forma de escrache. Una horda de sujetos analfabetos impone la ley de la selva en Internet pero una sociedad tolerante no puede dar cabida a tweets del odio como los recibidos por Miquel Iceta estos d¨ªas, ni es aceptable llamarle ¡°puta¡± a una fiscal.
Frente a la inevitabilidad hist¨®rica est¨¢n los poderes del individuo libre y de las responsabilidades personales que asume. Aceptar la tesis determinista es ceder ante lo ciego y oscuro; representa rescindir los compromisos con la raz¨®n, entregar el poder de decisi¨®n, que es el honor supremo del ser individual frente a la fatalidad y ¨¦l sin otro remedio. Isaiah Berlin razona que uno de los m¨¢s grandes pecados que puede perpetrar cualquier ser humano es tratar de transferir la responsabilidad moral desde sus propios hombros a los de alg¨²n impredecible orden futuro. La suposici¨®n de que la historia avanza linealmente hacia un objetivo de perfecci¨®n moldeable e inevitable ¡ªla naci¨®n pura, desligada del vecino que la coloniza¡ª subyace en el proyecto de secesi¨®n, cada vez m¨¢s desnutrido intelectualmente. Fueron muy tristes las horas de Francesc Pujols en el exilio: nada hab¨ªa sido gratis.
Berlin se refiere al determinismo y tambi¨¦n al relativismo. El primero se basa en una interpretaci¨®n falaz de la experiencia; el segundo representa como una prisi¨®n, un sistema respaldado por una mitolog¨ªa o un dogma metaf¨ªsico. Ni una ni otra doctrina han sido avaladas como positivas por la experiencia humana. Es entre el determinismo y el relativismo que Raymond Aron plantea la teor¨ªa de la acci¨®n razonable. Berlin razona que uno de los m¨¢s grandes pecados que puede perpetrar cualquier ser humano es tratar de transferir su responsabilidad moral a alg¨²n impredecible orden futuro. Todo para¨ªso planificado acaba siendo infernal. Tanto en t¨¦rminos jur¨ªdicos, pol¨ªticos y sociales, la convocatoria de un refer¨¦ndum ilegal ¡ªy, por tanto, sin garant¨ªas de ning¨²n tipo¡ª poco tiene que ver con la teor¨ªa de la acci¨®n razonable. Desde luego, no es razonable para el pluralismo de la sociedad catalana y ni tan siquiera para los objetivos de la secesi¨®n. Se trata de otra cosa, arcaica e irracional, sumada a los intereses a corto plazo de una lucha por el poder que de cada vez es m¨¢s primaria y por lo menos tan primaria como peligrosa.
Valent¨ª Puig es escritor.
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