Arundhati Roy: ¡°S¨®lo la ficci¨®n puede decir la verdad¡±
La autora de 'El dios de las peque?as cosas' regresa a la novela tras 20 a?os de escribir ensayos cr¨ªticos con 'El ministerio de la felicidad suprema'
Un parlamentario del partido del gobierno en el poder propuso varias veces que se utilizara a la india Arundhati Roy como escudo humano para proteger veh¨ªculos del ej¨¦rcito indio en la zona rebelde de Cachemira por unas supuestas declaraciones de ella contra las fuerzas armadas; y frente a su casa en Nueva Delhi suele haber manifestaciones de fundamentalistas hind¨²s. Ayer, por ejemplo, fue la encargada de abrir el ciclo de conferencias ?Revoluci¨®n o resistencia?, que organiza el Centre de Cultura Contempor¨¤nia de Barcelona (CCCB)¡ Todo esto le ocurre a nada menos que a la autora de El dios de las peque?as cosas (1997) porque tras el rotundo ¨¦xito de la novela (ocho millones de ejemplares en todo el mundo, 47 idiomas) ha escrito s¨®lo comprometidos ensayos pol¨ªticos, como El final de la imaginaci¨®n, El ¨¢lgebra de la justicia infinita, Ret¨®rica b¨¦lica o Espectros del capitalismo, entre otros, canje¨¢ndose una merecida fama de inteligente activista. Hasta ¡°el milagro¡±, como lo define su editor espa?ol, Jorge Herralde, de que 20 a?os despu¨¦s regrese a la ficci¨®n con El ministerio de la felicidad suprema(Anagrama, en castellano y catal¨¢n). O quiz¨¢ no sea s¨®lo ficci¨®n. En cualquier caso, en la capital catalana, Roy ha podido reunir por unas horas ambas condiciones.
¡°No hay ning¨²n manifiesto en la novela, pero tampoco tengo miedo a que se clasifique mi obra como pol¨ªtica; como escritora entiendo que en una obra siempre ha de haber una perspectiva pol¨ªtica detr¨¢s, aunque hoy parece que s¨®lo ha de ofrecer entretenimiento... Pero para m¨ª es importante el compromiso con el mundo en que vives¡±, apunta Roy (Shillong, 1959), contundente a pesar de ser de voz dulce y baja, menuda, pelo rizado y brillante en la aleta nasal.
Y es que buena parte de El ministerio de la felicidad suprema ocurre en la regi¨®n de Cachemira que se disputan India y Pakist¨¢n desde 1947. Y bajo una triste historia de amor asoma la devastaci¨®n econ¨®mica que est¨¢ generando el neocapitalismo, el trato que se dispensa a los musulmanes y cierto aire de fascismo que se vive en la India. El desencuentro de Roy con los l¨ªderes pol¨ªticos de su pa¨ªs es notable. Pero ya viene de lejos, precisamente por el impacto de El dios de las peque?as cosas, que gan¨® el Booker Prize. ¡°Por la novela viaj¨¦ por todo el mundo y coincidi¨® con la llegada al poder de la extrema derecha, que quer¨ªan que yo fuera el rostro internacional de la Nueva India, pero yo no quer¨ªa ser la cara de un pa¨ªs que empez¨® con privatizaciones, la entrada masiva de multinacionales o las pruebas nucleares¡¡±, rememora.
Su visi¨®n cr¨ªtica se plasm¨® entonces en su ensayo El final de la imaginaci¨®n, muy cr¨ªtico con los cambios en el pa¨ªs. ¡°Entonces empec¨¦ a notar la rabia del establishment y as¨ª pas¨¦ de pasar de nadar sobre las aguas del r¨ªo a caminar por el lecho del mismo, pero no quiero ser la int¨¦rprete de lo que pasa entre Oriente y Occidente, quer¨ªa estar en mi pa¨ªs para vivir intensamente lo que ocurre¡±.
En el fondo, el regreso de Roy a la narrativa es fruto de ese compromiso porque ¡°s¨®lo la ficci¨®n puede decir la verdad al ser un edificio por el que te puedes asomar por ventanas distintas¡±. As¨ª, sobre Cachemira (¡°la regi¨®n del mundo que debe tener una mayor ocupaci¨®n militar: hay s¨®lo por parte india, 500.000 soldados¡±), sostiene la escritora: ¡°Podemos leer cientos de informes sobre muertos, torturados¡ s¨ª, cifras, pero nada de c¨®mo cambia la vida de las personas, desde los soldados a la gente de a pie; las noticias no llegan siempre a lo m¨¢s espantoso¡±, dice, recordando que en la novela un oficial recompensa a los soldados en funci¨®n del n¨²mero de personas que mata. ¡°S¨®lo la ficci¨®n puede hablar del terror verdadero, de la falta de conexi¨®n entre las castas, de c¨®mo se celebra a veces la ocupaci¨®n militar, del fundamentalismo econ¨®mico enlazado con el fundamentalismo religioso¡±.
Roy admite que la resistencia a toda injusticia es compleja. ¡°Estuve en Rusia con Edward Snowden [extrabajador de la CIA que filtr¨® material clasificado] y me dijo que la central de inteligencia estaba entusiasmada con Facebook porque les facilitaba la informaci¨®n de cada uno de nosotros sin tener que buscarla¡ S¨®lo en la medida que seamos capaces de salir de la Red y su control podemos dejar de ser manipulados; s¨ª las nuevas tecnolog¨ªas ayudan a la gente a organizarse, pero el poder tambi¨¦n sabe entonces a qui¨¦n ha de ir a buscar¡ La Red es un cuchillo sin mango, corta por los dos lados¡±.
Roy lleg¨® a Barcelona el pasado domingo y sabe de los incidentes ocurridos con el refer¨¦ndum. ¡°Siempre acabo en lugares donde se mezcla cultura, pol¨ªtica e historia¡±, afirma, y si bien declin¨® comentar el conflicto entre Catalu?a y Espa?a porque desconoce el tema, s¨ª lanz¨® indirectamente alg¨²n s¨ªmil a partir del de Cachemira. ¡°Una intervenci¨®n violenta siempre genera una resistencia mayor, la hace crecer y crea m¨¢rtires que alimentar¨¢n el pulso; la fuerza, sola, nunca es una soluci¨®n; pero tampoco solo hablar: a veces hablar es como ir hundi¨¦ndote en arenas movedizas, porque en las conversaciones hay muchos actores, falsos islamistas moderados, falsos moderados, y al final la sensaci¨®n es que se est¨¢ dentro de una residencia de locos¡±. ?Y la resistencia? ¡°Tambi¨¦n hay resistencias de varios tipos, la de los que se van a luchar a los bosques o la que puedan hacer los mismos escritores; en cualquier caso, ni es ¨²nica ni tampoco es r¨¢pida¡±.
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