Seguir viviendo juntos
La reforma constitucional no ha de ser un proceso unidireccional, ni abundar en la pol¨ªtica de contentamiento con quienes solo persiguen la ruptura
La principal virtud de las manifestaciones de ayer y del domingo en Barcelona por la Constituci¨®n y la unidad de Espa?a es que suponen una refutaci¨®n en toda regla de la principal premisa que preside el debate p¨²blico catal¨¢n, que consiste en decir que, as¨ª como sobre la secesi¨®n hay dudas, sobre el sujeto de soberan¨ªa no las hay ni puede haberlas. Pol¨ªticos y tertulianos soberanistas dicen constantemente que ¡°seg¨²n todas las encuestas el 80% de los catalanes quiere decidir su futuro¡±, alambicada per¨ªfrasis que les sirve para dar por sentado que tama?a mayor¨ªa es partidaria de un refer¨¦ndum binario de autodeterminaci¨®n.
A los pocos que nos atrevemos a discutir esa premisa se nos acusa de filibusterismo por volver sobre cuestiones ya superadas y se nos exige que, ¡°para avanzar en el debate¡±, asumamos la l¨®gica soberanista que presupone la existencia de dos pueblos homog¨¦neos y oponibles entre s¨ª, el catal¨¢n y el espa?ol. Seg¨²n esta premisa, el pueblo catal¨¢n es un ¡°sol poble¡± y el pueblo espa?ol, otro esencialmente distinto. No cabe la interpenetraci¨®n. As¨ª, el refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n se presenta como una exigencia democr¨¢tica ineludible.
Para refutar esa premisa convertida en dogma por los nacionalistas y por los dirigentes de Podemos deber¨ªa bastar con observar la composici¨®n del Parlament, donde Ciudadanos, PSC y PP, partidos que defienden la unidad de soberan¨ªa del pueblo espa?ol, representan al 40% de los ciudadanos de Catalu?a. Pero por si eso fuera poco, y como los defensores de la premisa priorizan las encuestas, quiz¨¢ convenga recordar que no est¨¢ nada claro que la opini¨®n de los l¨ªderes de Podemos coincida con la de sus votantes en la cuesti¨®n de la soberan¨ªa nacional. Seg¨²n el CIS, solo el 19,2% de los votantes de la formaci¨®n morada es partidario de que se reconozca a las autonom¨ªas la posibilidad de convertirse en estados independientes. Ni siquiera entre los electores de En Com¨² Podem son mayor¨ªa los que defienden esa posibilidad, que apoya el 33,8% de sus votantes catalanes. Por otra parte, tiene todo el sentido que los votantes de izquierdas, tradicionalmente comprometidos con la redistribuci¨®n de la riqueza y con la solidaridad entre la clase trabajadora, no sean demasiado partidarios de un planteamiento que no predomina precisamente entre las regiones menos favorecidas de los Estados occidentales. Sin embargo, Xavier Dom¨¨nech, Ada Colau y compa?¨ªa siguen aferrados al mantra del 80% de los catalanes que reclama un refer¨¦ndum que consagre la separaci¨®n que preconizan los nacionalistas entre el pueblo catal¨¢n y el resto del pueblo espa?ol. Pocas premisas tan endebles habr¨¢n tenido tanto predicamento y habr¨¢n producido tanta obcecaci¨®n pol¨ªtica.
La manifestaci¨®n del domingo en Barcelona, y tambi¨¦n la de ayer, impugna esa disociaci¨®n que pretende disfrazarse de argumento democr¨¢tico, pese a que comporta necesariamente erosi¨®n de derechos de ciudadan¨ªa, ya sea de los catalanes con respecto al conjunto de Espa?a o de los espa?oles no catalanes en relaci¨®n con Catalu?a. Las manifestaciones desmienten la premisa, primero, porque, a pesar de la propaganda nacionalista que estos d¨ªas ense?a su cara m¨¢s xen¨®foba hablando de ¡°los de fuera¡±, la inmensa mayor¨ªa de los manifestantes ¨¦ramos, somos catalanes. Por cierto, los castellanos, andaluces y dem¨¢s espa?oles que nos acompa?aron el domingo no son de fuera. Barcelona tambi¨¦n es su casa y lo que pasa en Catalu?a tambi¨¦n les incumbe a ellos. ?Acaso alguien llama forasteros a los gerundenses o ilerdenses que inundan de esteladas las calles de Barcelona cada 11 de septiembre? ?Por qu¨¦ tenemos que aceptar las premisas de los nacionalistas? ?Por qu¨¦ diablos deber¨ªamos asumir el marco mental que pretenden imponernos?
Adem¨¢s, la presencia de conciudadanos del resto Espa?a supone la constataci¨®n de que por fin se percibe el alcance de lo que viene ocurriendo en Catalu?a en los ¨²ltimos a?os, que se comprende que el llamado problema catal¨¢n es en realidad el principal problema espa?ol y que su resoluci¨®n es responsabilidad de todos, no solo de los catalanes. Despu¨¦s del 1-O todo parec¨ªa perdido, pero, tras la manifestaci¨®n del domingo, vuelvo a estar convencido de que la mayor¨ªa de los ciudadanos de Catalu?a y de toda Espa?a est¨¢ deseando que se reconstruyan los puentes institucionales y que entre todos seamos capaces, mediante equilibrios razonables, de recuperar la concordia perdida en los ¨²ltimos a?os.
Partiendo del respeto a la Constituci¨®n y de la necesidad de consenso, hay mucho de qu¨¦ hablar entre todos. De ah¨ª que muchos celebremos el acuerdo entre Rajoy y Pedro S¨¢nchez para abrir el debate sobre la reforma constitucional en un plazo de seis meses. Ahora bien, la reforma no ha de ser un proceso unidireccional, ni mucho menos abundar en la pol¨ªtica de contentamiento con quienes solo persiguen la ruptura, sino que deber¨ªa servir para construir en sede multilateral espacios pol¨ªticos de encuentro entre quienes aspiran a seguir viviendo juntos. Creo que vale la pena intentarlo. Ni que decir tiene que ese di¨¢logo leal dentro de la ley nada tiene que ver con la a?agaza de la mediaci¨®n internacional a la que ahora se aferran los dirigentes independentistas para salvar los muebles.
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