El triste aniversario de una gran fiesta

Cosas del calendario. La misma semana en la que cae el 40 aniversario del retorno a Barcelona de Josep Tarradellas como presidente de la Generalitat, el Gobierno de Espa?a toma el control total de la instituci¨®n del autogobierno catal¨¢n y se anuncia la destituci¨®n de su actual presidente, Carles Puigdemont, y su Gobierno. Cosas del calendario. La llegada de Tarradellas al palacio de la Generalitat, tal d¨ªa como hoy, 23 de octubre, fue en Catalu?a una de las mayores fiestas de la Transici¨®n. Un presidente recorriendo las calles en un coche descubierto recibiendo los aplausos y las aclamaciones de la muchedumbre que le envolv¨ªan como una ola sonora en el trayecto desde la plaza de Espa?a hasta la de Sant Jaume. Ya all¨ª, en la sede de la Generalitat, tuvo lugar la escena del balc¨®n que ha quedado como icono hist¨®rico. El anciano presidente, que contaba 78 a?os, comparece acompa?ado por los l¨ªderes de los partidos catalanes y pronuncia un breve parlamento que empieza diciendo: ¡°Ciutadans de Catalunya! Ja s¨®c aqu¨ª!¡±. Hab¨ªan transcurrido 38 a?os desde que tuvo que partir al exilio.

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Rajoy toma el control de la Generalitat

40 aniversario del retorno de Tarradellas

Hoy, efem¨¦rides de aquella jornada, Barcelona no est¨¢ de fiesta. La Transici¨®n tuvo un mont¨®n de d¨ªas importantes que, pese a tener enorme valor pol¨ªtico, no eran propiamente una fiesta. Eran avances, escalones que se constru¨ªan trabajosamente para subir la escalera que llevaba a la democracia, el objetivo compartido por casi todos. El 29 de septiembre de 1977, por ejemplo, el Consejo de Ministros presidido por Adolfo Su¨¢rez reunido en sesi¨®n extraordinaria aprob¨® el decreto de restablecimiento de la Generalitat en r¨¦gimen provisional, a la espera de un futuro estatuto de autonom¨ªa. El 18 de octubre, un nuevo decreto-ley nombr¨® a Tarradellas presidente de la Generalitat.

Todo esto fue fruto de un enrevesado proceso de negociaciones entre muchos actores. Fechas importantes, decisivas. Como lo hab¨ªan sido previamente, claro est¨¢, otras que anteriormente hab¨ªan configurado el escenario pol¨ªtico del momento. Como la de la legalizaci¨®n de los partidos pol¨ªticos y los sindicatos, las elecciones generales del 15 de junio. La celebraci¨®n de la Diada del Onze de Setembre de aquel 1977 se convirti¨® en un clamor por la recuperaci¨®n de la autonom¨ªa y el retorno del presidente exiliado. Pero estos d¨ªas tan importantes no eran fiestas, eran lucha pol¨ªtica. El 23 de octubre, en cambio, fue solo una gran fiesta. Una celebraci¨®n popular de alegr¨ªa por la recuperaci¨®n de lo aciagamente perdido en los negros d¨ªas de la Guerra Civil y la larga dictadura. El trabajo estaba hecho. Los decretos, publicados oficialmente. Los acuerdos pol¨ªticos, sellados.

Tarradellas se hab¨ªa conjurado para no volver a Catalu?a si no era como presidente de la Generalitat y durante d¨¦cadas ese empe?o hab¨ªa sonado a puro voluntarismo impotente para quienes estaban al tanto de la fuerza real de la instituci¨®n catalana en el exilio. Un s¨ªmbolo, una legitimidad, simplemente. En la desesperante noche del franquismo, un s¨ªmbolo guardado por un vejete en una finca rural del norte de Francia, el Clos de Bosny, en la Turena, parec¨ªa poca cosa.

En 1977, sin embargo, aquel s¨ªmbolo permiti¨® llevar a cabo una jugada pol¨ªtica de altos vuelos, ¨²nica en la Transici¨®n, ejemplo de lo que solo pol¨ªticos muy h¨¢biles pueden conseguir. Tarradellas logr¨® que la instituci¨®n democr¨¢tica del autogobierno catal¨¢n de la Segunda Republica fuera restaurada en la Espa?a preconstitucional. Cre¨® su Gobierno de la Generalitat, un gobierno de unidad con todos los partidos catalanes del arco parlamentario. Logr¨®, adem¨¢s, que esa instituci¨®n fuera aceptada por todos, desde los franquistas hasta los republicanos.

Esa aceptaci¨®n se expandi¨® f¨¢cilmente en la sociedad a partir, precisamente, del momento en el que desde el balc¨®n de la plaza de Sant Jaume, Tarradellas lanz¨® su salutaci¨®n republicana: ¡°Ciutadans de Catalunya!¡±. La puesta en circulaci¨®n del concepto de ciudadan¨ªa por parte de quien pasaba a ostentar la representaci¨®n institucional de Catalu?a tuvo un enorme efecto tranquilizante, pacificador. Los que hab¨ªan sido s¨²bditos a la fuerza bajo la dictadura se vieron reconocidos. Y los otros, tambi¨¦n.

Esto se pudo comprobar en la primera semana de Tarradellas en la Generalitat. Se fue a entrevistarse con el entonces Capit¨¢n General de la IV Regi¨®n Militar, la de Catalu?a, Coloma Gallegos, un militar franquista que no hab¨ªa ocultado su malestar por el retorno del viejo republicano. Hicieron las paces. Tarradellas hab¨ªa sido responsable de la industria militar en el Gobierno de la Generalitat presidido por Llu¨ªs Companys durante la Guerra Civil. Hab¨ªa firmado el Decreto de Colectivizaci¨®n de 1937. Casi cuatro d¨¦cadas despu¨¦s, acababa de lograr que el rey instaurado por el franquismo, Juan Carlos I, le diera el trato de Honorable. Hoy, que no es un d¨ªa de fiesta en Catalu?a, viene bien recordar el 23 de octubre de 1977.