La Barcelona rica
La imagen de ciudad que est¨¢ defendiendo Colau, adem¨¢s de la normalidad, es la de un espacio de intercambios libres y din¨¢micos
Cuando se producen turbulencias, y ahora ciertamente se est¨¢n produciendo, la alcaldesa Ada Colau hace santamente de tomar la palabra y reclamar calma: no pasa nada, todo volver¨¢ a su cauce. Es igual que sean atentados sangrantes o decisiones pol¨ªticas perturbadoras. La imagen de ciudad que est¨¢ defendiendo Colau, adem¨¢s de la normalidad, es la de un espacio de intercambios libres y din¨¢micos. No critica a los mercados o menciona a los buitres: eso es gesti¨®n cotidiana, en casos extremos se trata de vender prosperidad. Prosperidad, he aqu¨ª la palabra. Al com¨²n de los mortales, pobres de nosotros, la situaci¨®n f¨ªsica del Ibex 35 nos resbala, pero la imagen de una estampida de empresas que, por las razones que sean, l¨ªan el petate y se van nos angustia. He aqu¨ª el peso de la econom¨ªa tambi¨¦n en la imagen de la ciudad. Ahora bien, cuando queremos vender la ciudad alternativa, la que se cuela en los intersticios de los poderes f¨¢cticos, entonces apelamos a Germanetes o a una f¨¢brica de creaci¨®n. Pero la imagen p¨²blica y universal de Barcelona sigue siendo la ciudad rica.
Ada Colau entr¨® en el Ayuntamiento haciendo exactamente lo contrario: vendiendo la ciudad popular contra la prepotencia ¡ªdec¨ªa ella¡ª de los poderosos. Recuerden aquellas desafortunadas declaraciones contra nuestro congreso estrella porque no hab¨ªa wifi en Nou Barris, como si fueran apuestas del mismo nivel jer¨¢rquico. E, inmediatamente, una decisi¨®n que todav¨ªa lamentamos ahora. Un gran hotel de cadena internacional pretend¨ªa recrecer un edificio bancario en Passeig de Gr¨¤cia ¡ªdonde no causaba molestias¡ª a cambio de una permuta interesante: regalar a la ciudad el hist¨®rico Teatre Masriera de la calle Bail¨¦n. Lo hab¨ªa tejido Xavier Trias, que era h¨¢bil buscando estos puntos de compensaci¨®n mucho m¨¢s ¨²tiles que el problema causado por el que se estaba compensando. Era una batalla simb¨®lica: frenar los hoteles, que corr¨ªan desbocados. Pero hemos perdido los bueyes y la carreta, porque ni hotel ni teatro: pisos de lujo, que no aportan nada.
Estos d¨ªas, que est¨¢ echando el cerrojo el m¨ªtico Boulevard Rosa, vale la pena recordar nuestro paseo del lujo cargado de oficinas y bancos, ciego para el comercio y para la gente. Una galer¨ªa comercial fue una novedad digna de peregrinaci¨®n. En esos tiempos, o un poco antes, Josep Maria Ainaud, concejal del distrito. Dec¨ªa que el Eixample no ten¨ªa inversi¨®n, que las oficinas echaban a los vecinos a la calle. Los problemas mutan. Dijo adem¨¢s una cosa terrible: no hay equipamientos, pero hay propiedades privadas que compensan, bibliotecas por ejemplo. Cierto: el Eixample guarda tesoros patrimoniales, pero eso no es un servicio p¨²blico, y es en servicio p¨²blico que tienen que equipararse los distritos. No todos podemos, como pod¨ªa el inefable Josep Maria, frecuentar las bibliotecas y los salones y las colecciones de arte de ¡°los amigos de casa¡±. Ainaud se refer¨ªa con esta expresi¨®n a aquellos que se rozaban con el poder, a veces hasta l¨ªmites insoportables: no era su caso, Ainaud era un home digno. Pero mal que bien compart¨ªan el tronco com¨²n de la voluble burgues¨ªa catalana, las famosas cien familias. Todo esto ha desaparecido.
A la gente le gusta ir a ver los barcos del Sal¨® N¨¤utic aunque no navegue y le gusta calibrar marcas de lujo aunque ni sue?e en comprar. Despu¨¦s est¨¢n los activistas que dicen que esa ciudad no los representa y que la de ellos es la modesta del huerto urbano y el carril bici. Y lo cierto es que son los hemisferios con funciones diferentes, una de las cuales es meramente representativa y la otra, el modelo a construir. Un pie en cada lado. Se tienen que ir penetrando necesariamente una ciudad y la otra, y es posible y hasta deseable que con el tiempo la ciudad alternativa vaya ganando peso.
Mientras tanto, ?es buena idea transformar el Marem¨¢gnum en un centro did¨¢ctico? Yo creo que no. Hay trastos que nacen para ser lo que son y forzarlos a meterse en el esquema de la correcci¨®n pol¨ªtica no les dar¨¢ la vida que les niega su propia obsolescencia. Edificios condenados por su propia banalidad. ?Tan rid¨ªculo es hacer de un centro de ocio un centro de ocio sin plus agregado?
Despu¨¦s est¨¢n las prioridades. Pero ya sabemos que a las prioridades las cargan los vecinos.
Patricia Gabancho es escritora.
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