El domin¨® secesionista
Nadie puede asegurar que las elecciones del 21-D aclaren la situaci¨®n. Despu¨¦s de tantas fatigas, ?va a desmovilizarse el voto independentista?
Todas las fichas del secesionismo han ido cayendo por el efecto domin¨®, salvo la CUP y eso hace el giro a¨²n m¨¢s rotundamente significativo. Hubiese sido razonable un proceso de autocr¨ªtica y que en los partidos que reconocen su error maximalista se cediera el paso a sectores m¨¢s moderados y ajenos a procesos judiciales, pero est¨¢ siendo lo contrario del principio de Gaziel: ¡°Conocerse a fondo, compenetrarse, transigir, pactar¡±.
Evidentemente, esa suposici¨®n es inasumible por el rupturismo y por esta raz¨®n la incertidumbre seguir¨¢ acechando a la ciudadan¨ªa de Catalu?a ¡ªindependentista o no¡ª durante un per¨ªodo erosivo y antes, de forma pr¨¢cticamente indefectible, poselectoral. En la nueva ret¨®rica, ya ha habido un desplazamiento de la mayor¨ªa inmensa a la mayor¨ªa ¡ª¡°por ahora¡±¡ª insuficiente, mientras prosigue la secuencia de l¨ªderes pol¨ªticos independentistas eufem¨ªsticos al aceptar alguno de los c¨¢lculos inciertos sobre la magnitud de una amplia Catalu?a insurgente que no exist¨ªa.
De nada sirvieron m¨²ltiples advertencias de que eso iba a pasar. Pas¨® y quienes construyeron el ¡°proc¨¦s¡± van a abstenerse de argumentar su rectificaci¨®n in extremis. Es parte de un ecosistema de irracionalidad pol¨ªtica en el que, adem¨¢s de l¨ªderes pol¨ªticos, han intervenido activamente economistas, p¨¢rrocos, historiadores, polit¨®logos, escritores con manifiestos, entidades sin socios o instituciones pantalla. M¨¢s que la coherencia intelectual va a ser determinante la l¨®gica de minimizar el error y seguir atribuyendo el fiasco a un enemigo exterior. Para Carles Puigdemont, notoriamente, el factor represivo ha sido la Uni¨®n Europea, aunque inicialmente acudi¨® a Bruselas exigiendo protecci¨®n como ciudadano europeo frente a la tenaza de la Espa?a vengativa. Ahora le asiste la extrema derecha europea, dotada de un software atribuible en parte a redes rusas.
Para la Catalu?a real el coste econ¨®mico es irrecuperable. Para la rearticulaci¨®n de la sociedad civil catalana, el da?o es incuantificable, hasta el punto de que algo tiene que cambiar sin que sepamos ni c¨®mo ni en qu¨¦ sentido. Cuesta mucho creer que el secesionismo no entendiera que la sociedad estaba transform¨¢ndose todos los d¨ªas y que ese cambio, por efecto reactivo, se aceleraba cuanto m¨¢s contundente se manifestaba la voluntad de secesi¨®n. La incapacidad para intuir los cambios de fondo comenz¨® con el pujolismo. Un dato tangible es la aparici¨®n casi s¨²bita de Cs despu¨¦s de una larga incubaci¨®n de la que fue responsable el concepto de transversalidad que era la respuesta acomplejada a la tesis de una Converg¨¨ncia como pal de paller ¡ªeje vertebrador¡ª, seg¨²n Jordi Pujol. Luego vino Artur Mas y su teor¨ªa de las mayor¨ªas indestructibles, un concepto manifiestamente opuesto al principio democr¨¢tico. No hace falta haber estudiado historia pol¨ªtica para saber que los cambios electorales en Catalu?a no han correspondido a una linealidad de destino. Tras los partidos din¨¢sticos procedentes de la Restauraci¨®n canovista, la aparici¨®n de la Lliga represent¨® el asentamiento del catalanismo pero tampoco era una mayor¨ªa indestructible, al menos en Barcelona donde el lerrouxismo gan¨® elecciones. Y posteriormente, el catalanismo de la Lliga fue sustituido por el confusionismo demag¨®gico de Esquerra Republicana. Y as¨ª hasta hoy.
Con estos precedentes, Artur Mas os¨® hablar de mayor¨ªas indestructibles despu¨¦s de tener que ir en helic¨®ptero a un Parlament de Catalu?a asediado por las protestas contra los recortes sociales. Y as¨ª hasta el derrumbe de las fichas del domin¨® secesionista. As¨ª hasta la aceptaci¨®n por todos del marco electoral de un art¨ªculo 155 que se consideraba una agresi¨®n brutal del Estado. Sea como sea, es un deber moral contribuir a recomponer las piezas tras el estropicio aunque la cuesti¨®n no parece concernir a quienes dieron pie a la proclamaci¨®n de una rep¨²blica catalana que dur¨® unos segundos. Ahora mismo, nadie puede asegurar que las elecciones del 21-D aclaren la situaci¨®n, ni si quienes han aceptado su error de c¨¢lculo dando por sentada la independencia en poco tiempo no volver¨¢n a agitarse. Despu¨¦s de tantas fatigas, ?va a desmovilizarse el voto independentista? El republicano Claudi Ametlla advert¨ªa contra la ilusa tendencia a creer que los catalanes solo tienen un problema, el nacional, y que, una vez resuelto, la felicidad ser¨¢ indefectible o que el lugar de Catalu?a es el centro del mundo. Para el democristiano Maurici Serrahima el independentismo propende a una Catalu?a como encerrada en un gineceo, para que nadie m¨¢s que los catalanes puedan verla y tocarla. Vamos a vivir semanas de escenificaci¨®n electoral determinada al m¨¢ximo por unos pactos poselectorales que qui¨¦n sabe c¨®mo ser¨¢n.
Valent¨ª Puig es escritor.
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