De Saint-Martin-Le-Beau a Waterloo

Que Carles Puigdemont sea un pr¨®fugo de la justicia impide comparar razonablemente su situaci¨®n con la del exilio de Josep Tarradellas salvo que el expresidente hoy instalado en Bruselas crea ¡ªcomo parece¡ª que en Espa?a hay una guerra civil. El exilio es cosa tan grave como tr¨¢gica y su aparici¨®n c¨ªclica en la vida de Espa?a y por tanto en Catalu?a inquieta siempre a quien pretenda entender nuestra historia moderna. En una Catalu?a auton¨®mica y con las garant¨ªas del Estado de Derecho, hablar de exilio o de presos pol¨ªticos es una tergiversaci¨®n sem¨¢ntica de gran calibre. Para los catalanes que dejaron atr¨¢s su tierra y¨¦ndose al exilio al terminar la guerra civil, el contraste con el caso Puigdemont puede ser ofensivo.

En la historia de los exilios una p¨¢gina augusta corresponde al Londres de la Segunda Guerra Mundial cuando fue refugio de gobiernos y familias reales de pa¨ªses invadidos por Hitler all¨ª. Entonces se hablaba de Londres como de una Europa "miniatura", con hasta ocho gobiernos en el exilio y, por ejemplo, las familias reales de Noruega, Holanda o Grecia. Londres tambi¨¦n dio asilo a De Gaulle y su Francia Libre. Por fortuna, como capital de la Uni¨®n Europea, Bruselas carece de exilados. El ¨²nico aspirante a un exilio de dudosa autenticidad es Carles Puigdemont, quien desde all¨ª pretende ejercer el gobierno de la Generalitat por v¨ªa telem¨¢tica. Es algo err¨¢tico que, en una era telem¨¢tica en la que ¡ªseg¨²n el propio Puigdemont¡ª caben todas las posibilidades, tanto el presidente del parlamento de Catalunya como todas las piezas del frente independentista de cada vez m¨¢s despiezado acudan en peregrinaci¨®n presencial a Bruselas en lugar de conferenciar por Skype. Pero as¨ª como van las cosas, Puigdemont puede acabar siendo un ex presidente ¡ªcon o sin residencia en Waterloo¡ª que va evapor¨¢ndose en la vitrina digital de Instagram mientras la vida pol¨ªtica de Catalu?a busca otros cauces, todav¨ªa oscuramente indeterminados.

En el Londres de acogida vivieron un exilio frugal no pocos liberales espa?oles del siglo XIX, siempre bien recibidos por Lord Holland. A diferencia del liberal Lord Holland, en Bruselas Puigdemont tiene el calor de los ultras flamencos, de estirpe fundamentalista. Despu¨¦s de sus vicisitudes en el C¨¢diz de las Cortes, un poco al margen de la vida social del exilio, estuvo exiliado en Londres el catal¨¢n Antoni Puigblanch, hombre tan literariamente prol¨ªfico como propenso a la rencilla. Torrencial en sus venganzas literarias, en catal¨¢n dej¨® el poema Les comunitats de Castella. Tambi¨¦n escribi¨® unos comentarios gramaticales sobre el uso del catal¨¢n. ?Estar¨¢ escribiendo Puigdemont sus cuadernos del exilio o concentra toda su perspicacia pol¨ªtica en sus mensajes de Twitter? Tampoco sabemos si Puigdemont es liberal o conservador, pragm¨¢tico, centrista o radical, antisistema o "probusiness". Desde luego, no es alguien que acate la Constituci¨®n de 1978 de la que dimanan los estatutos de autonom¨ªa. A primera vista, es un hombre de t¨¢cticas muy a corto plazo, recursos de cazador furtivo que van chocando ineludiblemente con los recursos del Estado. Eso no parece importarle. Se dir¨ªa que lo que importa es el poder, caiga quien caiga y aunque sus aliados de ayer est¨¦n en la c¨¢rcel. A lo sumo la acci¨®n pol¨ªtica de Puigdemont parte de una idea de Catalunya muy precaria en su sustanciaci¨®n hist¨®rica y en la verosimilitud de su ¨¦pica.

En Saint-Martin-le-Beau residi¨® el ¨²ltimo exilado catal¨¢n, Josep Tarradellas, que al ser elegido presidente de la Generalitat renunci¨® a la secretaria general de ERC. Fue un muy largo exilio. Por momentos, la existencia de la Generalitat fue m¨¢s que precaria. Tarradellas se propuso presidirla con voluntad de cohesi¨®n, como representaci¨®n viva. Entendi¨® que el futuro no estaba en el exilio catal¨¢n sino en el interior. Su esperanza fue Jaume Vives. Para el futuro, ante el caos propugn¨® tener las cosas muy bien pensadas, Reconstruir sin exclusiones, unir, la pol¨ªtica realista y pragm¨¢tica. Con las filias y fobias de su ardua experiencia del exilio, Tarradellas logr¨® finalmente el restablecimiento de la Generalitat. Adem¨¢s de que Tarradellas era un exiliado y Puigdemont no, la gran diferencia es que Tarradellas volvi¨® para ocupar legalmente el despacho del presidente de la Generalitat, mientras que Puigdemont, si alg¨²n d¨ªa regresa, habr¨¢ de rendir cuentas ante la justicia. Si Tarradellas sigui¨® con admiraci¨®n los gestos de De Gaulle, Puigdemont ha preferido inspirarse en conspiraciones decimon¨®nicas soterradas en un app del tambi¨¦n pr¨®fugo Snowden.