?Por Dios, dejadnos la cebra!
Los planes del zoo lo acercan a la creciente sensibilidad animalista, pero se han de evitar las medidas radicales y la demagogia
Los planes de futuro del zoo pasan seg¨²n se ve por deshacerse de los animales que m¨¢s pueden molestar al creciente sector animalista, empezando por los elefantes que han sido uno de sus caballos de batalla, y cubrirse las espaldas con respecto a las especies que se queden invocando su cercan¨ªa medioambiental o su inter¨¦s para proyectos de conservaci¨®n. La opci¨®n, acorde con los signos de los tiempos, no va a contentar, por supuesto, a los animalistas m¨¢s radicales que est¨¢n por la liberaci¨®n general y una vez sueltes a las focas, o las traspases, como se ha hecho, har¨¢n campa?a por los facoceros (Pumba) o los guanacos (El emperador y sus locuras), hasta la desaparici¨®n completa de los zoos, que es su objetivo declarado.?Vamos, por ellos es que no quedar¨ªan ni los dragones de Komodo, que tendr¨ªan que estar donde les toca, que es Komodo y si all¨ª muerden a alg¨²n turista, pues mejor.
Pero aunque no satisfagan a los m¨¢s animalistas, los planes tranquilizar¨¢n las conciencias de muchas personas de buena voluntad que se encuentran desorientadas en medio de la actual revoluci¨®n a favor de los no humanos y ven con buenos ojos que se tomen algunas medidas. Como dice Corine Peluchon en su Manifiesto animalista, hay que ir despacio en el proceso de llevar a la gente a la causa a favor de los derechos de los animales, sin excesos ni aspavientos.
No hay que exagerar ni caer en la demagogia ni en la antropoformizaci¨®n. Las necesidades de un rinoceronte no son las de un se?or de M¨¢laga, ni su concepto de libertad el de George Wallace. La vida de muchos animales en el parque barcelon¨¦s, muy digno, es buena: est¨¢n bien cuidados, con casas que ya nos gustar¨ªan a usted o a m¨ª (vayan y vean la de las jirafas), y a salvo de depredadores: la verdadera jungla est¨¢ afuera.
Otro elemento a tener en cuenta con el zoo y su destino son las memorias de los humanos. Para muchos barceloneses, el zoo ha sido un espacio, parad¨®jicamente, de libertad y de aventura (y de familia), donde pod¨ªas encontrarte con la vida salvaje cuando la ¨²nica otra opci¨®n eran los fasc¨ªculos de Fauna. Eso no se olvida, ni tampoco la nostalgia de haberlo compartido con tus seres queridos, aunque leas a la Peluchon. La vida est¨¢ hecha de cambios y de pactos. El otro d¨ªa me encontr¨¦ apen¨¢ndome de ver al jaguar tan lejos de la Amazonia del coronel Fawcett. Pero que nadie me diga que cuando se vaya habr¨¦ de consolarme con los tritones del Montseny (y mira que los aprecio). Al menos hablemos, y, ?por Dios, dejadnos la cebra!
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