Cacahuetes y panzada verbal
¡°Cocovet torrat!¡±, voceaba en el estadio con voz de martillo y las vocales chafadas un hombre grueso con una cesta grande
¡°Cocovet torrat!¡±, voceaba en el estadio con voz de martillo y las vocales chafadas un hombre grueso con una gran cesta de palmito estibada de cacahuetes. Llevaba la mercanc¨ªa ¡ªlos curiosos frutos secos, con caparaz¨®n-c¨¢scara ligero¡ª una dosis contra los nervios o el aburrimiento en el espect¨¢culo de masas.
Eran cocovets, kakavets, cacauets, seg¨²n las raras pronunciaciones populares locales isle?as, g¨¦rmen de ideolectos. Los nativos mediterr¨¢neos adaptaron con gozo el fruto que crece bajo tierra, que es de Am¨¦rica donde tambi¨¦n le dicen man¨ª o peanut, la base de una mantequilla sin unanimidades.
Cacahuete (tostado entero, no salado ni refrito pelado y pringoso) era/es sin¨®nimo de entretenimiento, alimentaci¨®n curiosa, un vicio menor, y una palabra-proyectil, una imagen usada para describir exageradamente, peyorativamente a veces, desde un gol, un chut, un gesto sexual, una pifia o una persona de relatos pl¨²mbeos, aburridos, repetidos y m¨¢s que pelmazos.
El cocoveter, el vendedor ambulante y su mercanc¨ªa tostada (una imagen costumbrista, ida) en las tribunas dominicales en los campos de f¨²tbol, generaba inter¨¦s ¡ªmotivaba curiosidad¡ª tanto o m¨¢s que el portero, y seguro m¨¢s que los presidentes y entrenadores, a no ser para silbarlos. El micro fruto seco no era una comida de cada d¨ªa, era el aderezo de un lugar y un momento determinados.
El hombre de la cesta quiz¨¢s iba con babero blanco para hacerse notar entre la masa. No segu¨ªa con la mirada el rumbo de la pelota de los goles, andaba de espaldas al c¨¦sped (?), de cara a la gente, sub¨ªa y bajaba escalones y en cadena de manos entregaba el pedido de frutos a los de m¨¢s arriba. Vend¨ªa medidas viejas insulares, almuds o medio almud, en cucuruchos, rulos, conos, de papel de estraza.
Antes que las camisetas, bufandas y banderas, ¡ªlos colores de los equipos, iban en la piel o la cartera¡ª los cacahuetes (y el tabaco) eran los detalles de las gradas de la tribuna del estadio (ya derribado). Entre pocos goles, nervios o tedio, los domingos por la tarde un hombre gordo, iba llamando y repartiendo ¡°?cacahuete tostado!¡± (cocovet torrat!). El cocoveter, torroner, gelater ambulante era pieza del paisaje urbano de ciudades y pueblos.
Los j¨®venes impertinentes se llevaban al pueblo aquel grito ¡°?cacahuete/cocovet torrat!¡± y a pesar de que no hay casi cacahuetes ni cocoveters aquella voz alguna vez resuena con iron¨ªa y surrealismo.
En Muro, Santa Margalida y Sa Pobla, por ejemplo, tierras planas y de huertos de Mallorca, todav¨ªa se cultivan y tuestan bien cacahuetes de proximidad, al estilo tranquilo que corresponde a la delicadeza de la an¨¦cdota de su consumo, aunque darle un tono gastron¨®mico quiz¨¢s es demasiado pretencioso.
Un pu?ado de frutos sin quemar, ni medio crudos ni mal cocidos, con el gusto y color precisos, en su punto excelente, es una apuesta para la calma, una excusa para el di¨¢logo. Los cacahuetes 2018 de Muro fueron la coletilla al men¨² rural de embutidos y panades de guisantes en la cita con un vocero tropical conocido. (Es una rareza la bolsa dom¨¦stica, privada no comercial, de cacahuetes aut¨®ctonos.) Abrir los cocovets ligeros, apartar la c¨¢scara, tomar los frutos, quitarles su piel, ahuecar la palma entre el vac¨ªo y la boca es la mejor t¨¢ctica ¡ªpor ejemplo¡ª para hacer ligero un mon¨®logo hist¨®rico fundamentalista, rom¨¢ntico, biogr¨¢fico, reiterado y apasionado de un viejo/joven comunista que predica la fe de su para¨ªso resistente, en Cuba/Venezuela, su utop¨ªa internacionalista desvanecida.
Tomeu Sancho
?l orador, Tomeu Sancho, que era dicho Tolstoi y tiene 83 a?os, cada medio a?o tiene la tribuna abierta a la Villa mallorquina de la Beata, encabeza una mesa larga para decir la suya durante una hora o m¨¢s, debatir poco, y catar emocionado las panades y cocovets de su ni?ez que a?ora en La Habana o Caracas.
Unos cacahuetes excelentes (y el perfume distante de un cigarros cubano muy bien ligados) justificaron una ruta de 85 kil¨®metros tambi¨¦n. Cruzar la isla. Aquella fiesta, una cita-coloquio, una cierta ceremonia hist¨®rica, en la mesa y los sonidos fue asimismo una bacanal verbal. Una panzada amable de frutos secos y el ruido de palabras en conserva. Ahora Tomeu Sancho anuncia sus memorias de agente secreto de Fidel Castro en los 60.
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