Edipo sin complejos

Oriol Broggi vuelve a la tragedia griega con ¨¢nimos de acercar sus c¨®digos al espectador de la forma m¨¢s sencilla y directa posible. As¨ª lo hizo con Ant¨ªgona en la Biblioteca de Catalunya y ahora transita por el mismo camino en su nuevo reto, ?dip,de S¨®focles, que lleva a escena en un Romea transformado en teatro en ruinas. La desnudez del montaje es marca de la casa; tambien la serenidad que transmiten los actores, con una dicci¨®n y unos matices que evitan la grandilocuencia. Todo el peso recae en los int¨¦rpretes y Julio Manrique se deja guiar por Broggi en su primera tragedia para perfilar, sin complejos ni histrionismos, un Edipo cercano y dolorosamente humano.

No se perciben los efectos de la m¨®rbida relaci¨®n sexual de Edipo con su madre y a la vez esposa, ni se atisba el impulso de matar al padre: en la lectura de Broggi, que Freud abuchear¨ªa sin piedad, lo esencial es la angustia existencial de un hombre en busca de su propio origen que se derrumba al descubrir que en realidad es un monstruo; incapaz de soportar la verdad, se arranca los ojos para no verla. Este momento estremecedor transcurre fuera de escena en un montaje que dosifica con cuentagotas los momentos de furia y rebaja, quiz¨¢ en demas¨ªa, las emociones.

La versi¨®n de Jeroni Rubi¨® Rodon, con dramaturgia de Marc Artigau y el propio Broggi, usa como base del espect¨¢culo el Edipo rey, con a?adidos de Edipo en Colono, donde S¨®focles muestra al h¨¦roe ca¨ªdo tras abandonar Tebas, con su hija-hermana Ant¨ªgona como lazarillo; y a?ade capas de modernidad al personaje con ideas de Wadji Mouawad en su adaptaci¨®n Las l¨¢grimas de Edipo.

Desde la confianza absoluta en Broggi ¡ªesta es la cuarta producci¨®n en la que trabajan juntos, despu¨¦s de Hamlet, L'orfe del clan dels Zhao y la referencial Incendis¡ª, Julio Manrique, actor obsesivo en su m¨¦todo de acercarse a los personajes, prueba fortuna en la tragedia griega y encuentra su mejor arma en la serenidad y el control de la voz. Despoja a Edipo de tentaciones ret¨®ricas y modela su interpretaci¨®n buscando los acentos m¨¢s humanos y un tono de mayor intimidad con el p¨²blico.

De hecho, todos los actores, con mayor o menor fortuna, se mueven en ese tono de contenci¨®n; Marc Rius (Creonte), Merc¨¨ Pons (Yocasta) y Clara de Ramon (Ant¨ªgona) se muestran m¨¢s c¨®modos; Carles Martinez (sacerdote), Miquel Gelabert (Tiresias y pastor) y Ramon Vila (mensajero) tienen m¨¢s altibajos y no consiguen evitar cierta rigidez que, probablemente, se ir¨¢ diluyendo con el rodaje.

El montaje es parco, con tres paneles m¨®viles confeccionados con ca?os de r¨ªo, unos bancos y un vestuario intemporal que remite al Mahabharata de Peter Brook, con colores muy de tierra, marrones y rojizos y una atm¨®sfera de teatro que amenaza ruinas, con soportes met¨¢licos que aguantan la estructura, telas en los palcos, una red en el techo que protege posibles desprendimientos, y una rampa que conecta el escenario con el pasillo de platea por donde desfilan or¨¢culos y pastores. Son ideas ya vistas, pero funcionan.