Retomar el di¨¢logo
Ser¨ªa m¨¢s ¨²til hacer el esfuerzo de entender por qu¨¦ tantos catalanes se sientan ajenos a Espa?a. Solo sobre el reconocimiento mutuo se pueden construir marcos de entendimiento
Por caminos torcidos y con una querencia por la sobreactuaci¨®n no precisamente edificante se est¨¢ llegando a donde deber¨ªamos estar desde hace tres meses: la elecci¨®n de un presidente, la formaci¨®n de un Gobierno en Catalu?a y la desactivaci¨®n del art¨ªculo 155. Conforme al ritual escogido por un sector del independentismo, Puigdemont ha ungido a Quim Torra para que el Parlamento lo elija. Se dice que Torra responde al perfil de interino fiel que el expresidente busca para persistir en sus sue?os. Confiemos en que se cumpla la humana tradici¨®n y, subido a la peana, el heredero mate al padre simb¨®licamente, por supuesto, y haga su camino. Suyas ser¨¢n las responsabilidades del cargo y solo ¨¦l deber¨¢ responder por ellas. Como escribe Mark Lilla, ¡°la resistencia es por s¨ª mismo reactiva, no mira hacia adelante¡±. Y el nuevo gobierno necesita mirar lejos si quiere ganar espacios y alianzas.
El 21-D los ciudadanos acudieron a las urnas, como hicieron los partidos soberanistas, aceptando el marco legal, y el independentismo qued¨® confirmado como primer proyecto pol¨ªtico de Catalu?a, sin que el miedo con el que especulaban las autoridades espa?olas hiciera mella en unas clases medias catalanas tradicionalmente reputadas como al¨¦rgicas a los riesgos. Las urnas certificaron que no hay otra salida que la pol¨ªtica. El gobierno de Rajoy ha creado la confusi¨®n desplazando parte de sus responsabilidades a los tribunales. Pero ahora la principal obligaci¨®n de todos es allanar el camino para reencauzar pol¨ªticamente el problema. El presidente de la Comisi¨®n Europea, Jean-Claude Juncker, lo ha planteado en t¨¦rminos inusualmente claros: ¡°Hemos pedido a los catalanes y al Gobierno espa?ol que retomen el di¨¢logo¡±. Juncker no ha cerrado la posibilidad de una mediaci¨®n europea, aunque para ello ¡°es necesario un acuerdo entre las dos partes y, como no lo hay, y yo no quiero interferir en el debate sin ser invitado, no lo har¨¦¡±. Las palabras de Juncker significan el reconocimiento del soberanismo como sujeto pol¨ªtico, un paso imprescindible si se quiere avanzar.
Los obst¨¢culos ser¨¢n innumerables. El equilibrio entre la ¨¦tica de las convicciones y la ¨¦tica de la responsabilidad se pondr¨¢ a prueba constantemente. Sobre todo cuando a menudo las convicciones son el traje con el que se visten los intereses personales. La derecha espa?ola vive una enconada lucha por la hegemon¨ªa entre el PP y Ciudadanos que no facilita la tarea. En un contexto muy reactivo contra el soberanismo catal¨¢n, Rivera desaf¨ªa a Rajoy por el t¨ªtulo de campe¨®n de la intransigencia frente el independentismo. Desde la reacci¨®n es dif¨ªcil construir el futuro.
El soberanismo necesita una rectificaci¨®n estrat¨¦gica y una renovaci¨®n del personal dirigente dif¨ªcil de realizar con sus l¨ªderes en el exilio o en la c¨¢rcel. Y el camino est¨¢ trufado de citas de riesgo con el carrusel judicial en curso. Los optimistas ven una primera se?al de alivio en el auto en que Llarena deje entrever dudas sobre la acusaci¨®n de rebeli¨®n. Consolidar una v¨ªa de entendimiento ser¨¢ muy dif¨ªcil en tanto no se vislumbre una salida a la situaci¨®n de los presos. Cada condena ser¨¢ un sobresalto.
Cambiar de estrategia no significa que el independentismo deba renunciar a sus objetivos, pero s¨ª a la unilateralidad. Y eso empieza en casa: abriendo el campo de las alianzas e intentado recoser las fracturas. Y requiere asumir que solo si el independentismo demuestra una muy abrumadora mayor¨ªa en alg¨²n envite electoral su programa de m¨¢ximos ser¨¢ escuchado. Lo cual significa, por un largo per¨ªodo, dar prioridad a una agenda capaz de formular propuestas de amplio respaldo ciudadano y parlamentario, que pongan las instituciones catalanas al servicio de la reactivaci¨®n del pa¨ªs. No solo del soberanismo viven los catalanes.
El universo pol¨ªtico y medi¨¢tico espa?ol tiene que revisar sus prejuicios sobre Catalu?a. Acumulando t¨®picos es imposible discernir la realidad. El discurso sobre al adoctrinamiento de los catalanes es pobre: ver la paja en ojo ajeno solo sirve para no ver la biga en el propio. Ser¨ªa m¨¢s ¨²til hacer el esfuerzo intelectual de entender por qu¨¦ tantos catalanes se sientan ajenos a Espa?a. Solo sobre el reconocimiento mutuo se pueden construir marcos de entendimiento. Lo contrario es la soluci¨®n conservadora: normalizar la anormalidad, instalarse en el malestar cr¨®nico y en la escalada de los resentimientos hasta el pr¨®ximo choque. Un escenario que es garant¨ªa de deterioro de la convivencia y de la democracia.
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