Despu¨¦s del cambio de escenario
El gran riesgo est¨¢ en que Ciudadanos y PP tengan la tentaci¨®n de apostarlo todo a la carta catalana para da?ar al gobierno. Ser¨ªa una enorme irresponsabilidad
No es f¨¢cil evaluar los estados psicol¨®gicos de la opini¨®n p¨²blica porque los estados de ¨¢nimo de fondo se confunden a menudo con el impacto de acontecimientos inesperados que alivian el malestar acumulado. Con la sentencia de la G¨¹rtel ¡ªprobablemente a Rajoy le perseguir¨¢ toda la vida su arrogante intervenci¨®n ante el tribunal que le interrog¨® como testigo¡ª la escena pol¨ªtica se llen¨® de oscuridad. Un Gobierno que estaba celebrando la aprobaci¨®n de los presupuestos ¡ªprolongaci¨®n de su agon¨ªa¡ª quedaba aplastado por una sentencia demoledora destinada a ser s¨ªmbolo de la corrupci¨®n acumulada ¡ªy nunca asumida¡ª por el PP. Se auguraba una larga y agotadora agon¨ªa. Pero all¨ª estaba uno de los mecanismos que tiene la democracia como contrapeso de poder: la moci¨®n de censura. Pedro S¨¢nchez lo activ¨® entre el escepticismo general. Y cambi¨® el decorado.
El PP, sin entender lo que pasaba, se encontr¨® noqueado: sal¨ªa del poder cuando cre¨ªa haberlo consolidado por dos a?os. Una semana despu¨¦s el escenario es otro. El retablo de personajes que compon¨ªan el antiguo Gobierno parece ahora de una ¨¦poca lejana. Se hundieron en la arrogancia y el desd¨¦n. Con la presentaci¨®n del nuevo Gobierno hemos descubierto un reguero de rostros nuevos y, aunque sea solo por un d¨ªa, han vuelto las sonrisas. Por supuesto, la realidad sigue siendo la misma, pero el escenario pol¨ªtico ha cambiado: ?cabe esperar de ello que tenga efectos performativos? Nuevo decorado, nuevo casting. Algo se mueve. La fiesta terminar¨¢ pronto. Y la oposici¨®n no tardar¨¢ en volver a la batalla. Pero el espacio pol¨ªtico se ha oxigenado y ha despertado la necesidad de creer que la negociaci¨®n y el di¨¢logo son posibles.
Pedro S¨¢nchez ha formado el gobierno con m¨¢s mujeres jam¨¢s conocido. Al PSOE hay que reconocerle que ha sido el partido que m¨¢s ha contribuido a la evoluci¨®n cultural de un pa¨ªs marcado durante siglos por el papel de la Iglesia cat¨®lica como aparato ideol¨®gico del Estado para formatear las conciencias. Igualdad, Econom¨ªa, Trabajo, Sanidad, Educaci¨®n y Justicia, donde se juega el bienestar de las personas, est¨¢n en manos de mujeres: de la cultura del poder a la cultura de la atenci¨®n. Es la base potencial sobre la que se podr¨ªa construir una socialdemocracia renovada, tanto por las prioridades como por el modo de tratarlas. De las estad¨ªsticas a las personas.
Parad¨®jicamente, vuelve la palabra m¨¢gica de la pol¨ªtica posmoderna: el centro, un conjunto vac¨ªo al que todos aspiran pero que nadie define. Y Ciudadanos ya acusa el desconcierto: presum¨ªa de centro cuando salt¨® desde Catalu?a a la pol¨ªtica espa?ola, se fue radicalizando hasta desbordar al PP por la derecha, y ahora cuando se habla de centro ya no se piensa en ellos. Pero precisamente lo que algunos llaman centro es el punto d¨¦bil de este gobierno: la voluntad atr¨¢palo todo de Pedro S¨¢nchez, que delata sus complejos e inseguridades. La apuesta de futuro que significa el n¨²cleo duro de mujeres ha sido compensada con dos concesiones fuertes al espa?olismo y al electorado m¨¢s conservador: Josep Borrell y Fernando Grande-Marlaska (con la patria y con la polic¨ªa no se juega). Y con el ninguneo del resto de la izquierda, no fuera que le llamaran populista. ?Son concesiones necesarias para poder llevar a cabo las negociaciones imprescindibles que hoy son tab¨²?
Venimos de un par de a?os de pol¨ªtica frentista ¡ªfruto de irresponsabilidades y desidias ya abundantemente comentadas¡ª en que la adscripci¨®n patri¨®tica ahogaba la din¨¢mica derecha e izquierda. Cambiar de registro no es f¨¢cil. La cuesti¨®n catalana sigue abierta, aunque estos d¨ªas en Catalu?a se haya vivido el amansamiento psicol¨®gico del efecto cambio de decorado. El gran riesgo est¨¢ en que Ciudadanos y PP tengan la tentaci¨®n de apostarlo todo a la carta catalana para da?ar al gobierno. Ser¨ªa una enorme irresponsabilidad. El problema catal¨¢n hay que encauzarla entre todos y nadie tiene derecho a excluirse de buscar una soluci¨®n pol¨ªtica. Escuchar, dialogar, consensuar ha dicho la ministra Meritxell Batet. S¨ª, pero lo primero es crear las condiciones para que esto sea posible, que hoy no existen, y ello requiere un trabajo contenido, de fondo, constante y discreto. En mala hora alguien tom¨® la decisi¨®n de pretender resolver por la v¨ªa judicial un problema que s¨®lo se puede afrontar pol¨ªticamente. Y no es casualidad que quienes la tomaron hayan tenido que salir de la escena pol¨ªtica por la puerta de atr¨¢s.
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