Recomendaciones de agosto
Evitemos, al a?o de los atentados, una nueva celebraci¨®n de los narcisos, la disculpa de los asesinos y el olvido de las v¨ªctimas
Yo tambi¨¦n tengo mis recomendaciones para agosto. Dos libros y una serie. La serie es de Netflix y se titula 13 de noviembre. Fluctuant nec mergitur. Corresponde a la fecha de 2015 en que unos sujetos que reivindicaban al Estado Isl¨¢mico asesinaron en Par¨ªs a 130 personas e hirieron a 413, y el lema latino que la acompa?a es el de la capital francesa, que siempre termina emergiendo despu¨¦s de sufrir el embate de las olas. Los libros son dos: uno en catal¨¢n, todav¨ªa no traducido al castellano, titulado L'art de portar gavardina, de Sergi P¨¤mies (Quaderns Crema), y otro en franc¨¦s, todav¨ªa no traducido al castellano, e ignoro si tendr¨¢ editor en catal¨¢n, titulado Le lambon (El pingajo), de Philippe Lan?on (Gallimard).
En los tres se nos habla o escribe sobre atentados terroristas, perpetrados en nombre del islam radical. El m¨¢s lejano de los atentados aparece en el cap¨ªtulo del libro de P¨¤mies, titulado El conte sobre l'11-S que no em van encarregar mai, y se refiere a la destrucci¨®n de las Torres Gemelas de Nueva York en 2001. Los m¨¢s pr¨®ximos corresponden a las jornadas del 7 de enero y del 9 de enero en Par¨ªs, cuando los yihadistas atacaron el semanario humor¨ªstico Charlie Hebdo y un supermercado kosher, y a la del 13 de noviembre, cuando convirtieron en un escenario de guerra el Stade de France, varios bares y la sala de conciertos Bataclan.
Nos hablan de aquellos atentados, pero tambi¨¦n se refieren indirectamente a todos los atentados perpetrados por asesinos similares en los ¨²ltimos a?os: en Madrid, Niza, Berl¨ªn o Londres. Y nos hablan directamente del nuestro, el atentado que Barcelona estuvo temiendo durante meses y que al fin lleg¨® con toda su brutalidad el 17 de agosto pasado, ahora se cumplir¨¢ un a?o. Fr¨ªvolos e irresponsables, mejor abstenerse. Estas recomendaciones no son para ellos. Si se atreven puede sucederles dos cosas: que vean la serie y lean los libros como si hablaran de un mundo lejano y ajeno, o que se den cuenta de algo que hab¨ªan olvidado, que quiz¨¢s todos hab¨ªamos olvidado, acunados por la prosperidad y la paz europeas de los ¨²ltimos 70 a?os: que la historia es tr¨¢gica, que toda historia es tr¨¢gica, que no se puede apelar y tentar a la historia sin esperar consecuencias tr¨¢gicas.
Estas tres peque?as obras de arte ¡ªlo son, de verdad¡ª se?alan algo que hemos intentado olvidar y que probablemente solo se ve con claridad desde la mirada vidriada de los supervivientes. P¨¤mies es contundente sobre el efecto del 11-S sobre nuestras vidas: "Ni nuestros hijos ni nosotros no somos lo que habr¨ªamos podido ser si no se hubiera producido el atentado". Lan?on se acerca m¨¢s todav¨ªa a nuestra circunstancia. Sabe de qu¨¦ habla, pues ¨¦l mismo estuvo a punto de morir en la redacci¨®n de Charlie Hebdo y sufri¨® horribles heridas por bala de kalashnikov en el rostro y en los brazos: "Los atentados de Barcelona y de Cambrils me alejan de una historia (¡) en la que todos fingen que nada ha sucedido ¡ª?c¨®mo hacerlo de otra forma?¡ª y como si esos asesinos no fueran una consecuencia desastrosa de lo que somos nosotros, de lo que nosotros vivimos". Algo similar podemos deducir de los 25 supervivientes que hablan en la serie de Netflix sobre su peripecia en el Bataclan, de donde escaparon milagrosamente de la muerte, testigos de una fr¨ªa matanza en la que tres terroristas tuvieron a la entera sala de fiestas a la disposici¨®n de sus prop¨®sitos asesinos sin que nadie pudiera o supiera resistir y oponerse.
Desde esta mirada, la historia, la verdadera historia de la Catalu?a contempor¨¢nea, tuvo su punto de ignici¨®n tr¨¢gica el pasado 17 de agosto, y todo el resto de lo que ha sucedido es un pie de p¨¢gina en el largo libro de nuestro devenir como sociedad. Qu¨¦ importa si se est¨¢ a favor o en contra de las leyes de desconexi¨®n, de ir a votar el 1-0, de amagar y no dar con la proclamaci¨®n de una rep¨²blica. Esos lazos amarillos, esas esteladas, esas apelaciones dram¨¢ticas al millar de contusionados por la polic¨ªa espa?ola, esos ataques fascistas, esas libertades supuestamente recortadas, esos pol¨ªticos presos que se reivindican como presos pol¨ªticos, esos exiliados optativos, ?qu¨¦ son al lado de los 16 muertos del 17 de agosto y de esos olvidados 150 heridos aut¨¦nticos, de verdad, de quir¨®fano y de rehabilitaci¨®n, de largo tratamiento psicol¨®gico?
La verdad y la mentira del Proc¨¦s aparecen s¨²bitamente, como suced¨ªa con la vieja pel¨ªcula fotogr¨¢fica, bajo la acci¨®n del l¨ªquido revelador del terrorismo islamista. Aquel d¨ªa empez¨® todo. Basta repasar las reacciones de unos y otros. Todos los atentados tienen algo en com¨²n. Siempre hay una teor¨ªa de la conspiraci¨®n, o dos, a disposici¨®n de quienes no quieren ver lo que es una evidencia ante sus narices. Si en Francia y en Estados Unidos fue el antisemitismo el que design¨® a Israel como la mano secreta que pone las bombas para provocar la reacci¨®n contra los musulmanes, en Barcelona los designados por el antiespa?olismo fueron los servicios secretos del Gobierno espa?ol, animados por la eventualidad de poner al ej¨¦rcito en la calle antes de que empezara el oto?o caliente. Aznar tambi¨¦n practic¨® este tipo de razonamiento, en su caso con ETA, y fue seguido fervorosamente por ciertos medios de comunicaci¨®n.
Los dirigentes del Proc¨¦s, que ten¨ªan todo previsto en su hoja de ruta, se lanzaron a una doble operaci¨®n: arremolinar a los ciudadanos alrededor de la bandera y de los Mossos, y a la vez desviar responsabilidades hacia el gobierno espa?ol. La reacci¨®n lenta y torpe de Rajoy, sus reflejos embotados y su estupidez dejaron campo libre a la manipulaci¨®n de la manifestaci¨®n del 26 de agosto, en la que se convirti¨® al rey y al gobierno, a los representantes de la democracia espa?ola, en c¨®mplices de los terroristas, con el argumento demencial de su complicidad en el comercio de armas internacional. La mecha ya estaba ardiendo entonces.
Atiendan a estas recomendaciones, por favor, quienes quieran romper con el narcisismo adolescente que nos domina. Para evitar, al menos, la infamia de repetir en el aniversario de los atentados la celebraci¨®n de los narcisos y de los consentidos, incluso la disculpa de los asesinos, y el olvido criminal de las v¨ªctimas.
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