Contra el sistema de 1978
D¨¦cadas de experiencia mon¨¢rquica confirman a la ciudadan¨ªa que la Corona es la clave de b¨®veda m¨¢s razonable para proseguir conviviendo
En la idiosincrasia pol¨ªtica de Quim Torra, m¨¢ximo representante del Estado en Catalu?a, la Constituci¨®n no est¨¢ ni se le espera. En consecuencia, el independentismo desplaza la presunta ausencia del Estado de Derecho a considerar persona non grata a Felipe VI. Puede ser uno de los errores m¨¢s autodestructivos del secesionismo y un mega-rid¨ªculo m¨¢s. Que Carles Puigdemont siga siendo el hombre fuerte lo explica en parte. Gaziel acertaba al definir como callej¨®n sin salida plantear el problema de Catalu?a es un plano exclusivo de nacionalismo, una lucha entre dos nacionalidades del mismo grado, una opresora y la otra oprimida. Oponerse a que el Jefe del Estado est¨¦ en Catalu?a cuando lo crea conveniente para el bien com¨²n de los catalanes y de toda Espa?a es uno de los desacatos m¨¢s rudimentarios de una larga ¨¦poca. Es la fuerza negativa de la deslealtad y acabar¨¢ por volverse en contra del independentismo, llev¨¢ndole a un residualismo agresivo.
Tras la Ley de Transitoriedad, la proclamaci¨®n ¡°interrupta¡± de una rep¨²blica catalana y la consulta ilegal de octubre, Felipe VI se dirigi¨® a toda la ciudadan¨ªa para advertir de los riesgos que implica un incumplimiento tan flagrante de la constitucionalidad. Es su deber. La monarqu¨ªa parlamentaria en Espa?a viene de m¨¢s all¨¢ de 1978 pero esa es la fecha que identifica un llamado r¨¦gimen cuya eliminaci¨®n propugna ¡ªm¨¢s all¨¢ del desprop¨®sito de proclamar una rep¨²blica sin concretarla y dar por non grata a la Corona en Catalu?a¡ª un independentismo de cada vez m¨¢s fraccionado, sin estrategia efectiva y con un valor simb¨®lico que se deprecia todos los d¨ªas. Pero el objetivo es claro: como dijo el gran jurista italiano, Gustavo Zagrebelsky, al aniquilar el momento fundacional lo que se hace es erosionar la Constituci¨®n. De eso habl¨® el Rey en su discurso televisado. Y una vez m¨¢s, Torra dice hablar en nombre de toda Catalu?a despreciando a tantos catalanes que agradecieron al monarca sus palabras, porque se sent¨ªan inseguros, desamparados, perdidos en un limbo de sinsentidos. Evidentemente, el discurso disgust¨® a quienes desean una Catalu?a separada de Espa?a. Es algo que la monarqu¨ªa tiene en cuenta porque Felipe VI conoce bien las realidades m¨¢s din¨¢micas ¡ªy las m¨¢s regresivas¡ª de la Catalu?a real.
Tiene hoy la monarqu¨ªa espa?ola todas las legitimidades que se puedan reclamar, prestigio internacional y la suma de dos elementos argumentales: el monarquismo de raz¨®n y la monarqu¨ªa incrementada por el aval de la experiencia hist¨®rica de todos, como por ejemplo, el catalanismo hist¨®rico que va de Camb¨® al Jordi Pujol pre-andorrano. La Corona es el z¨®calo que ha garantizado la convivencia hisp¨¢nica en las fases de mayor tensi¨®n, tanto territorial como en el caso del 23-F. Incluso con problemas en la familia real, ha presidido un cambio de capilaridad pol¨ªtica como es el Estado de las autonom¨ªas y con hitos fundamentales como el ingreso en la Alianza Atl¨¢ntica y en la entonces Comunidad Europea. Todo proven¨ªa del consenso de 1978 que ahora se niega. Por eso los usos de la monarqu¨ªa han sido garantes de libertad. Luego, claro est¨¢, la sociedad vive abiertamente sus discrepancias. Los equilibrios y contrapoderes del sistema democr¨¢tico ajustan hoy nuestro sistema institucional, incluso en momentos de crispaci¨®n. D¨¦cadas de experiencia mon¨¢rquica confirman a la ciudadan¨ªa que, por irracional que pueda parecer, la Corona es la clave de b¨®veda m¨¢s razonable para proseguir conviviendo.
?C¨®mo sabe Torra que el Jefe del Estado no es bien recibido en Catalu?a? Una vez m¨¢s har¨¢ falta recordar c¨®mo, con la visita de Alfonso XIII a Barcelona en 1902, la Lliga err¨® al pensar que la ciudad permanecer¨ªa con las persianas cerradas para manifestar su falta de entusiasmo mon¨¢rquico. Ocurri¨® lo contrario porque el pueblo de Barcelona expres¨® su satisfacci¨®n por la presencia del Rey. Entonces la intuici¨®n pol¨ªtica de Camb¨® acert¨® d¨¢ndole un giro a la situaci¨®n y expresando ante el monarca las inquietudes de la sociedad catalana. Es decir: el pol¨ªtico se adaptaba a la realidad de la sociedad y eso le convert¨ªa en su mejor representante. Fue un momento de calidad pol¨ªtica catalanista. Vinieron otros. Al cumplirse los veinticinco a?os de la Constituci¨®n, Miquel Roca dijo que si una reforma constitucional no es el resultado de un gran acuerdo pol¨ªtico y social, ampliamente mayoritario, se habr¨¢ dado un peligroso paso atr¨¢s: es decir, el consenso constitucional es m¨¢s importante que su resultado. Eso fue y es 1978.
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