Las cosas, por su nombre
En el nuevo clima de la posvedad, se han producido agresiones a migrantes a partir de realidades distorsionadas
![Puigdemont, en un acto independentista de C¨®rcega.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/RLGO7L3IV2VWDHJVGWZ6ZWWY6E.jpg?auth=46ff4515b15119e55f0f6270dd299de9d2962a608e549c0f163d815aa5c4ede5&width=414)
Resulta harto dif¨ªcil hacer una reflexi¨®n ¡ªaunque sea breve, acotada y modesta¡ª sobre el lenguaje y la realidad de la pol¨ªtica en este verano de 2018. Se ha hablado y se habla mucho (con raz¨®n) de que estamos inmersas en la era de la posverdad. Muchos traducen simplemente este t¨¦rmino como ¡°mentira¡±. Aunque capte el sentido sustancial del t¨¦rmino, quiz¨¢s no alcanza a definir todos los matices que se le asocian. Entre otras cosas, porque con el desarrollo de las redes sociales, una posverdad disparada por Twitter (pongamos por caso) acaba generando realidades en la medida en que polariza y genera noticia en s¨ª misma y acabar¨¢ llegando tambi¨¦n a quien no utiliza Twitter, volviendo a polarizar. En definitiva, puede que la posverdad vehicule mentiras, pero las contraposiciones que se generan acaban siendo reales.
Es un fen¨®meno general que salpica nuestro tiempo en las distintas latitudes del mundo. El gran ejemplo global lo representan las migraciones. Lo fue en el caso de Trump, y en cierta medida tambi¨¦n en el del Brexit. Seguramente lo es en el caso de la Italia de Salvini. La presencia de migrantes en el pa¨ªs se queda en la tabla media-baja de los pa¨ªses m¨¢s poblados de la UE; adem¨¢s, la llegada de refugiados en los ¨²ltimos meses ha experimentado una disminuci¨®n dr¨¢stica.
Esa realidad, sin embargo, se pasa por el t¨²rmix de la posverdad dispensada por los medios y las redes sociales adquiriendo el perfil de ¡°invasi¨®n¡± o de ¡°crisis migratoria¡±. Y ser¨¢ sobre estas que se dividir¨¢ y se radicalizar¨¢ la poblaci¨®n. En el nuevo clima, creado a partir de realidades distorsionadas o invertidas, se han producido agresiones a migrantes ¡ªy desinter¨¦s e incluso apoyo a ellas de una parte de la sociedad¡ª que son del todo reales.
Nadie est¨¢ a salvo: lo hemos visto en las ¨²ltimas semanas con la competici¨®n a la derecha entre el PP y Ciudadanos. Por ejemplo, con la seguridad: todas las estad¨ªsticas dicen que Espa?a es uno de los pa¨ªses del mundo m¨¢s seguros para vivir, pero igualmente la poblaci¨®n puede crisparse. Lo hemos visto de forma macrosc¨®pica estos d¨ªas en el caso de Barcelona con los manteros o la huelga del taxi. Se han vehiculado posverdades polarizadoras con una clar¨ªsima intenci¨®n de desgastar a la administraci¨®n municipal al precio de normalizar en el debate p¨²blico argumentos que degradan la convivencia y la salud democr¨¢tica de la sociedad.
En este marco, seguramente todo lo que est¨¢ relacionado con el proceso soberanista ha sido y es una f¨¢brica de posverdades, ya que han sido y son necesarias para mantener la tensi¨®n alta entre dos bandos, que los sectores m¨¢s extremos de cada uno de ellos (que se retroalimentan) quieren irreconciliables. A¨²n m¨¢s hoy, cuando el cambio en el tablero estatal ha modificado el guion de algunos y ha disparado como nunca las tensiones entre los bloques. Ciudadanos y el PP propulsan posverdades sobre las concesiones ocultas de la nueva mayor¨ªa parlamentaria en el Congreso a los independentistas o sobre un escenario ulsterizado que, en vez de propiciar la reconstrucci¨®n de puentes, tensa m¨¢s la convivencia y puede amparar actitudes violentas. En el campo independentista, la efervescencia interna ¡ªnadie puede negar a estas alturas que dentro del proc¨¦s est¨¢ incrustada, de manera cong¨¦nita, una enconada lucha partidista por la hegemon¨ªa electoral en el nacionalismo¡ª ha llegado a cotas inimaginables y la distorsi¨®n de la realidad de cara a los propios correligionarios o a quien no desee la independencia se ha incrementado definitivamente.
Hay posverdades t¨®picas del independentismo que se han instalado de forma abrumadora entre una parte de la poblaci¨®n: desde la negaci¨®n de que el 6 y el 7 de septiembre se consum¨® una vulneraci¨®n grave al tejido democr¨¢tico e institucional del pa¨ªs, al ¡°mandato del 1 de octubre¡± (aquello fue una espectacular movilizaci¨®n, pero movilizaci¨®n al fin y al cabo) o, en el caso m¨¢s grave, la vigencia de una declaraci¨®n de independencia que nunca tuvo efectos m¨¢s all¨¢ de las derivadas judiciales y de marginar a m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n.
Estoy segura de que la mayor¨ªa de los independentistas (y tambi¨¦n muchos dirigentes) no participan de estas posverdades, pero el peligro de ser se?alados como traidores de la causa, como fragmentadores de su propio bando (adem¨¢s de los intereses partidistas), les impide dar el paso. Est¨¢n haciendo asumir a la sociedad costes demasiado altos en t¨¦rminos de degradaci¨®n del debate, de la convivencia y de descr¨¦dito de la pol¨ªtica catalana. Sin embargo, en estos tiempos, deshacerse de las posverdades y llamar las cosas por su nombre es simplemente revolucionario.
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