Fieles a Volodos
Fulgurante recital del pianista ruso en el Palau en la temporada de Ibercamera
La fidelidad entre los artistas y el p¨²blico es un v¨ªnculo que otorga a las temporadas de Ibercamera un valor a?adido. El paso del tiempo impone un relevo generacional e irrumpen nuevas estrellas, mientras permanece en la memoria el recuerdo de grandes m¨²sicos, algunos ya desaparecidos, como Sviatoslav Richter y Zoltan Kocsis; otros retirados, como Alfred Brendel, dedicado hoy a su pasi¨®n literaria. Por fortuna, siguen en activo colosos del piano fieles al veterano ciclo barcelon¨¦s como el ruso Arcadi Volodos, que abri¨® su nueva temporada con un intenso recital en el Palau.
A sus 46 a?os, ajeno a las modas y presiones del mercado, sigue deslumbrando por su espectacular virtuosismo y, cuando conviene, resuelve pasajes de dificultad extrema con una digitaci¨®n tan asombrosa como su potencia sonora. Pero ahora lo esencial en su arte pian¨ªstico es la hondura en la expresi¨®n, el fraseo rico en matices, la belleza del sonido. Y con estas cualidades conquist¨® nuevamente un Palau repleto de fieles admiradores.
Desde que pisa el escenario, con una sonrisa franca, irradia una paz y felicidad interior que invita a disfrutar la m¨²sica en una atm¨®sfera de intimidad. Consagr¨® a Franz Schubert la primera parte del programa, que abri¨® con su Sonata n¨²m. 1 en mi mayor, D.157; el joven compositor vien¨¦s apunta, bajo el manto formal de sus estudios con Antonio Salieri, ideas originales que Volodos subray¨® con sonoridad cristalina y un efectivo uso de los silencios para crear s¨²bitos contrastes.
Arcadi Volodos
Arcadi Volodos, piano. Obras de Schubert, Rachmaninov y Scriabin. temporada de Ibercamera. Palau. Barcelona, 24 de octubre.
El lirismo y los cambios de car¨¢cter animan los seis Momentos musicales, op 94, D.780, piezas repletas de hallazgos y destellos geniales que alternan ternura mel¨®dica, gracia en el ritmo y acentos dram¨¢ticos que Volodos recre¨® de forma magistral.
En la m¨²sica rusa, que llen¨® la segunda parte del recital, es un int¨¦rprete de referencia. Su afinidad con Serguei Rachmaninov propici¨® momentos de arrollador lirismo y fuerza expresiva, desde la rotundidad del famoso Preludio n? 2 en do sostenido menor, op. 3 a la fantas¨ªa t¨ªmbrica del tercero de los ?tudes-tableaux, op,33, pasando por el encanto mel¨®dico de la Romanza n¨²m, 7, op. 29, en un arreglo de su propia cosecha.
Los mil colores de la m¨²sica de Aleksandr Scriabin -toc¨® seis piezas, entre ellas maravillas como Flammes sombres, op. 73, el segundo de los Po¨¨mes, op. 71 y Vers la flamme, op. 72- mostraron los asombrosos recursos t¨¦cnicos y expresivos de un pianista que, fiel a sus h¨¢bitos, cerr¨® la velada con una generosa raci¨®n de cinco propinas de Scriabin, Schubert, Vivaldi y Brahms.
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