Katia Kabanova paga el precio de la libertad
Una de las obras maestras de la ¨®pera del siglo XX no agota las entradas en el Liceo
En 2002, en una emocionante velada, se estrenaba en el Liceo el pol¨¦mico y espectacular montaje salzburgu¨¦s de Katia Kabanova ambientado por el director de escena Christoph Marthaler en un deprimente bloque de pisos de Brno en la Checoslovaquia de antes de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn. Fue un triunfo de Gerard Mortier en el Festival de Salzburgo que lleg¨® al Liceo en un feliz y excitante momento art¨ªstico. Diecis¨¦is a?os despu¨¦s, todo es m¨¢s gris en el coliseo de la Rambla, la taquilla flojea y, aunque el montaje alquilado tiene calidad, el intenso drama de Leos Jan¨¢cek no levanta las mismas pasiones.
Ni con promociones, descuentos y ofertas, Katia Kabanova, obra maestra de la ¨®pera del siglo XX que llena los teatros de primera divisi¨®n, agota las entradas en el Liceo. El jueves, incluso registr¨® un goteo de espectadores en fuga que aprovecharon las breves pausas t¨¦cnicas en los cambios de acto para salir pitando. Urge cargar bien las pilas si quieren recuperar el prestigio y el respaldo del p¨²blico, hoy tan menguados.
La acci¨®n de esta ¨®pera en tres actos con libreto de Vincenc Cervinka basado en La tormenta, de Alexandre Ostrovski, transcurre en la peque?a ciudad de Kalinov, a orillas del Volga, a mediados del siglo XIX. El montaje de la English National Opera traslada la trama a la ¨¦poca de su estreno -tuvo lugar en Brno en 1921-, cuando Jan¨¢cek sufr¨ªa tormento por su pasi¨®n por Kamila St?sslaba, una mujer casada, casi cuarenta a?os m¨¢s joven que ¨¦l, musa y objeto del deseo del anciano compositor.
Con una direcci¨®n de actores eficaz y detallista, David Alden opta por una mirada fr¨ªa y distante, de tintes expresionistas. En un escenario muy inclinado y con pocos elementos -una pared medio pintada, con una puerta torcida, una silla, una reliquia, una valla publicitaria demon¨ªaca que cae al suelo en la bien resuelta escena de la tormenta-, la austera escenograf¨ªa de Charles Edwards y la sensible iluminaci¨®n de Adam Silverman pintan entre sombras la tragedia de un mujer que muere buscando la libertad.
En la maravillosa partitura, en un estilo raps¨®dico de rica orquestaci¨®n, suena el r¨ªo Volga desde el inicio del drama, frente a la casa de los Kabanov, hasta el desolador final de Katia, que, tras confesar su infidelidad, se suicida arroj¨¢ndose al r¨ªo. Mantiene bien Josep Pons la tensi¨®n implacable del drama, dejando espacio para que el lirismo melanc¨®lico asome su cara entre aguas turbulentas. Suena bien la orquesta del Liceo, muy aplaudida por su notable trabajo.
Jan¨¢cek aporta a la ¨®pera del siglo XX una galer¨ªa de grandes personajes femeninos y Katia es un buen ejemplo. La soprano Patricia Racette, bregada en papeles de Puccini -otro genio dando vida oper¨ªstica al alma femenina- retrata con angustiosa intensidad y agudos algo tirantes el drama que vive Katia, atenazada por una suegra desalmada y odiosa, un marido alcoholizado bajo el yugo materno y una sociedad que rezuma amargura en sus estrictas normas. Al final, se lanza al Volga con la misma determinaci¨®n de Floria Tosca en su salto mortal desde la terraza del castillo de Sant?Angelo.
Vivaz y con impulso l¨ªrico la soprano Michaela Selinger en el papel de Varvara, que ayuda a Katia y act¨²a como contrapunto emocional frente a la dictatorial Kabanicha, bien interpretada por la mezzosoprano Rosie Aldridge. M¨¢s discreto el tenor Nikolai Schukoff en el papel de Boris, joven amante de Katia y sobrino del prepotente y borracho comerciante Dikoi, resuelto con tablas por el bajo Aleksander Teliga. En el resto del reparto destacan los tenores Francisco Vas y Antonio Lozano en sus respectiva caracterizaciones del d¨¦bil Tikhon y el joven maestro Kudriash.
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