Butacas para los ¡®globetrotters¡¯
Kool & The Gang entretuvieron en el Liceu en un concierto aseado
?Kool & The Gang en el Liceo? Sonaba a disparate, a la Novena de Mahler en el Bikini, a contrasentido. ?Una banda de funk callejero, petardo, desinhibido y colorista en un lugar donde solo es posible sentarse bajo la atenta gesti¨®n de una legi¨®n de uniformados acomodadores? Es cierto que la banda hab¨ªa visitado este verano los festivales de costa, con sillas, pero su entorno al aire libre desvest¨ªa la etiqueta, al menos parcialmente, y la presencia del grupo, en la noche del lunes encofrado en un recinto l¨ªrico, parec¨ªa menos disparatada. Y para rematar la oferta, se propon¨ªa fiesta bailable¡???un lunes!!! A priori lo ¨²nico que cuadraba era que fuese el festival del Mil¡¤lenni quien acogiese a esta venerable agrupaci¨®n del pasado milenio.
Liceo. Robert Kool Bell, bajista del grupo, l¨ªder y miembro fundador del combo all¨¢ por los sesenta del pasado siglo no era el mayor del recinto. Quiz¨¢s movidos por el entorno, un p¨²blico provecto que bail¨® en discotecas los ¨¦xitos de Kool & The Gang moteaba la platea d¨¢ndole la respetabilidad de los a?os. En las partes altas, los m¨¢s j¨®venes aguardaban ya en pie el inicio de la actuaci¨®n, apoyados en las balaustradas tan ajenos al v¨¦rtigo como Tenzing Norgay. Una base de hip-hop retumb¨® en la abigarrada decoraci¨®n del Liceu y once m¨²sicos, todos de blanco y como reci¨¦n duchados con purpurina plateada, salieron a escena tal y como lo har¨ªan los Globetrotters, sabi¨¦ndose ganadores desde el vestuario.
La duda en aquel momento de euforia, sonaba Tonight antes de dar paso a Fresh, era el tiempo en el que la butaca ser¨ªa considerada un trasto in¨²til. Se hab¨ªan levantado los primeros entusiastas, y los m¨¢s atrevidos se hab¨ªan acercado a primera fila para tener un plano m¨¢s cercano en su foto de aquella panda festiva. La tensi¨®n dur¨® poco, y Too hot y Joanna disiparon las burbujas de la gaseosa antes de que el funk se ense?orease del Liceo en el tramo m¨¢s bailable del concierto, la parte central con evocaciones a los setenta y ochenta. Las se?oras y se?ores que all¨ª estaban no pod¨ªan por menos que sonre¨ªr. Probablemente los recuerdos se atropellaban. Eso s¨ª, en pie, pocas personas. Todo pesa a ciertas alturas de la vida.
Y si bien es cierto que la m¨²sica de Kool & The Gang suena a incunable, se ha visto atropellada por la ferocidad de unos tiempos que se expresan m¨¢s tensos y no se ha renovado, no lo es menos que la banda de Robert Kool Bell es sincera, no pretende cambiar el mundo, ofrece lo que promete, suena competente y no es una franquicia. S¨ª, es tambi¨¦n un poco globetrotter, pues falta esa tensi¨®n de quien no s¨®lo va a entretener sino a exponerse, a interpretar, a buscarse los l¨ªmites, pero eso no es lo que debe buscarse en un concierto as¨ª, donde la clave es cantar Get Down On It o Ladie¡¯s Night con toda la platea en pie aunque, dato a considerar, nadie abandon¨® su localidad para localizar zonas francas de baile sin peligro de golpe en la tibia con la pantalla que sirve para seguir los textos de las ¨®peras, trampa mortal que recordaba el esp¨ªritu l¨ªrico del lugar.
Pero all¨ª estaban piezas como Take my heart, esas que se bailaban sin derramar el contenido del vaso tubo en la mano, sacudiendo levemente la cadera en un gesto de sensualidad que buscaba lo que rara vez se hallaba, o Summer Madness, una pieza nocturna id¨®nea para cuando se hallaba lo que rara vez aparec¨ªa o Cherish, una invitaci¨®n diab¨¦tica en toda regla. Y s¨ª, al final el paso del tiempo provoca que unos Kool & The Gang no sean un disparate en un Liceo, donde las butacas ofrec¨ªan abrigo a la fatiga de quienes vivieron sin necesitarlas en los a?os de gloria de Kool & The Gang, cuando jugaban y ser los Globetrotters ni era imaginable.
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