Si te agarramos, te linchamos
La impunidad del linchamiento, digital o no, y la del acosador se apoya en la sensaci¨®n de ser parte de una masa casi an¨®nima
"Ratero: si te agarramos, te linchamos¡±. As¨ª rezan unos carteles en la entrada de un pueblo abandonado por el Estado. All¨ª, la impartici¨®n de ¡°justicia¡± est¨¢ en manos de los vecinos. Algunas veces se equivocan y linchan a quien no toca. Mala suerte. Dado que en este tipo de juicios sumarios e instant¨¢neos no importan mucho las pruebas aportadas, no deber¨ªa extra?arnos la arbitrariedad de la acusaci¨®n ni el linchamiento inmediato. Cuando hay que dar satisfacci¨®n urgente al malestar social, la justicia puede ser tan indistinguible de la venganza como el inocente lo termina siendo del culpable.
Hace un par de meses, por ejemplo, Ian Buruma, director de The New York Review of Books, decidi¨® publicar un art¨ªculo de Jian Ghomeshi, un locutor canadiense de radio que hab¨ªa sido formalmente acusado por varias mujeres de acoso y agresi¨®n sexual. De los cinco delitos de que fue acusado, fue absuelto en cuatro y en el quinto lleg¨® a un ¡°peace bond¡± (un mecanismo judicial que se da cuando se ha concluido que no hay fundamentos razonables para decretar una sentencia de delito). En esencia: los tribunales decretaron la no culpabilidad de Ghomeshi.
En su art¨ªculo, se quejaba de la campa?a digital que hab¨ªa destruido su vida a¨²n no habiendo sido declarado culpable (e incluso antes de que se emitiese veredicto alguno). Al mismo tiempo, Ghomeshi admit¨ªa haberse comportado de manera inmoral con algunas mujeres.
Ghomeshi es ¡ªa la luz de su propia confesi¨®n¡ª un personaje tirando a repugnante. Pero Buruma pens¨® que hab¨ªa algo de valor en su historia: la severidad de su juicio virtual paralelo, as¨ª como su inevitable condena sis¨ªfica, merec¨ªan una discusi¨®n p¨²blica. Ese, y ning¨²n otro, era el valor del testimonio de Ghomeshi.
A mucha gente en las redes sociales no le interes¨® tener el debate p¨²blico idealmente imaginado por Buruma. Las hienas digitales se encargaron de hacer sangre de su candidez.
?Cu¨¢l era la acusaci¨®n? Apoyo t¨¢cito al comportamiento de Ghomeshi. Odio a las mujeres. Desd¨¦n por las luchas contra el acoso. ?Y las pruebas? El hecho mismo de publicar el art¨ªculo de Ghomeshi y una p¨¢lida entrevista en la que Buruma suger¨ªa que val¨ªa la pena tener un debate p¨²blico sobre el alcance de la condena digital. El Alto Tribunal de Twitter, que al parecer tambi¨¦n cabalga a lomos de la prohibici¨®n de non liquet, decret¨® que Buruma no hab¨ªa conseguido demostrar su inocencia.
?La condena? Linchamiento digital, presi¨®n contra la revista y contra sus anunciantes y finalmente renuncia y defenestraci¨®n de Buruma. Mala suerte.
Ante la amenaza del ¡°Ratero: si te agarramos, te linchamos¡± uno podr¨ªa pensar que, como uno no es un ratero, no hay nada de qu¨¦ preocuparse. Me temo que no es as¨ª. Si no hay que presentar pruebas para demostrar que alguien es un ratero, o si las pruebas son risibles, o si no hay un tribunal independiente e imparcial que juzgue los hechos, entonces, confiado lector, debe saber que si quien le acusa de ratero es lo suficientemente influyente no habr¨¢ nada que hacer: ser¨¢ linchado. Mala suerte. En esas circunstancias, ¡°acusado¡± equivale a ¡°culpable¡±.
Del mismo modo, si alguien vierte la acusaci¨®n adecuada en el foro virtual id¨®neo, y con independencia de la solidez de las pruebas, no habr¨¢ nada que hacer: si te agarramos, te linchamos. En el intersticio cada d¨ªa m¨¢s sutil entre el mundo virtual y el mundo real, ¡°acusado¡± es ¡°culpable¡±.
Por lo dem¨¢s, la barbarie del linchamiento, digital o no, se parece en un punto a la del hombre que acosa e incluso agrede a las mujeres que trabajan para ¨¦l. Ambas se alimentan de una sensaci¨®n de impunidad similar: en un caso, la del macho soberano que se cree intocable en una cultura consciente o inconscientemente heteropatriarcal; en el otro, la de formar parte de la masa casi an¨®nima que asume que la sed comunitaria de venganza/justicia lo vuelve a uno, como por arte de magia, inmune al error.
El caso Buruma es uno entre muchos. Hace unas semanas Ignacio Mart¨ªnez de Pis¨®n relataba con precisi¨®n (Reputaciones, La Vanguardia, 23 de noviembre de 2018) c¨®mo se hab¨ªa quebrantado la reputaci¨®n de Morgan Freeman sin pruebas ni acusaciones ante tribunales.
Rara vez los linchamientos acaban con los ladrones. Como mucho, los asustan por un tiempo. Pero terminan regresando y, en el camino, se lincha a veces a quienes nada tienen que ver con aquellos. Lo mismo vale, me temo, con los linchamientos digitales y la cultura de acoso machista.
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