Espa?a es una democracia plena, y ?Catalu?a?
Catalu?a debe aceptar que forma parte de un Estado, Espa?a, que es democr¨¢tico, lo que no impide que necesite de cambios pol¨ªticos e institucionales a los que puede contribuir a trav¨¦s de los cauces previstos
Acaba de hacerse p¨²blico el Democracy Index de 2018, elaborado por The Economist Intelligence Unit. Este ¨ªndice que se publica desde 2006 pretende ser una foto de la situaci¨®n mundial de la democracia. Para ello se utilizan cinco categor¨ªas: proceso electoral y pluralismo, derechos y libertades fundamentales, funcionamiento de las instituciones, participaci¨®n pol¨ªtica y cultura pol¨ªtica. Algunas de las conclusiones sobre la salud de la democracia no son nada halag¨¹e?as, aunque, si se analizan separadamente, se han producido mejoras respecto de algunas categor¨ªas, especialmente, respecto de la participaci¨®n pol¨ªtica de la ciudadana en sentido amplio, m¨¢s all¨¢ del ejercicio del derecho al voto. Dicho r¨¢pidamente, la gente ha salido a la calle en 2018 en mayor n¨²mero que en a?os anteriores. Una de las causas para este aumento de la categor¨ªa ¡°participaci¨®n pol¨ªtica¡± ha sido la eclosi¨®n del movimiento feminista, visibilizado especialmente a trav¨¦s del #metoo en Estados Unidos.
Espa?a, de nuevo, se sit¨²a entre las 20 democracias plenas identificadas por el ?ndice democr¨¢tico, esto es, entre el 12% de pa¨ªses que cumplen con los est¨¢ndares necesarios para ello. El resto de Estados son democracias defectuosas (entre ellos, Eslovenia, Italia, Francia o B¨¦lgica), reg¨ªmenes h¨ªbridos (Turqu¨ªa) y reg¨ªmenes autoritarios (como Rusia o Venezuela). Eso s¨ª, en un contexto, el de las democracias de la Europa occidental, en el que el deterioro de la democracia es continuado, siendo la categor¨ªa m¨¢s castigada la de derechos y libertades fundamentales. De hecho, el desarrollo de las redes sociales y sus innumerables posibilidades de uso, est¨¢n provocando una reacci¨®n excesivamente restrictiva de los estados en relaci¨®n con la libertad de expresi¨®n e informaci¨®n. En cualquier caso, la peor parte se la llevan los partidos pol¨ªticos que pierden cada vez mayor confianza como agentes de intermediaci¨®n democr¨¢tica.
Siendo esta la situaci¨®n, no parece que el eslogan de los soberanistas de ¡°Espa?a no es una democracia¡± y otras frases hechas del tipo ¡°Espa?a es un estado opresor¡± puedan sostenerse por mucho m¨¢s tiempo. Espa?a tiene algunos problemas serios respecto de sus niveles democr¨¢ticos que deben ser atacados y, en la medida de lo posible, resueltos. Entre ellos, como he tenido oportunidad de explicar en estas mismas p¨¢ginas, las restricciones excesivas de determinadas formas de ejercicio de la libertad de expresi¨®n e, incluso, de informaci¨®n. La desconfianza y la desafecci¨®n pol¨ªticas son, como revelan los datos, cuestiones globales que est¨¢n generando respuestas pol¨ªticas y populares de distinta ¨ªndole, siendo elementos comunes fuertemente identitarios.
La unilateralidad, en todo caso, casa muy mal con los indicadores democr¨¢ticos, porque implica desatender los marcos jur¨ªdicos de convivencia y la voz de las minor¨ªas, en el caso de Catalu?a incluso de mayor¨ªas. As¨ª las cosas, cuando el president Torra y algunos dirigentes o exdirigentes soberanistas reclaman gestos del Gobierno de S¨¢nchez para apoyar los presupuestos, se hace dif¨ªcil entender cu¨¢les son los gestos a los que se refieren que no atenten contra la propia concepci¨®n democr¨¢tica del estado de Derecho. As¨ª, desde el Gobierno no cabe dar instrucciones a la Fiscal¨ªa, ni tampoco influir (ni intentarlo) en las decisiones judiciales. Por tanto, es en el terreno pol¨ªtico en el que deben producirse aquellos gestos. Es el momento de que los gestos vengan de las instituciones de la Generalitat, incluyendo el hecho de que comiencen a funcionar normalmente y dejen de estar al servicio ¨²nicamente de la causa independentista.
Porque, lo que no puede obviar el Govern de Torra es que, a todas luces, las actuaciones pol¨ªtico-jur¨ªdicas del oto?o de 2017 atentaron directamente contra el marco constitucional espa?ol que nos ampara a todos. Cuando una parte decide romper la baraja, lo m¨ªnimo que puede hacer es asumir las consecuencias de dicha decisi¨®n. En caso contrario, estar¨ªamos ante sujetos que no asumen las consecuencias de sus propios actos, esto es, de sujetos irresponsables.
La desconfianza que ha provocado la unilateralidad de las instituciones de Catalu?a en parte de su ciudadan¨ªa, en las instituciones del Estado y el resto de instituciones de nuestro entorno tardar¨¢ mucho tiempo en superarse. La credibilidad de Catalu?a como entidad pol¨ªtica se ha visto clara y profundamente perjudicada. As¨ª las cosas, lo m¨¢s sensato es asumir el error en la t¨¢ctica y poner los pies en la tierra, catalana a ser posible ¡ªla belga nos sale muy cara¡ª, y dejar de pedir imposibles. Catalu?a debe aceptar que forma parte de un Estado, Espa?a, que es democr¨¢tico, lo que no impide que necesite de cambios pol¨ªticos e institucionales a los que puede, incluso debe, contribuir a trav¨¦s de los cauces previstos. Eso es la democracia.
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