La banalizaci¨®n de la palabra
Lo nuestro es tan ef¨ªmero que necesitamos unas ciertas expectativas de futuro para llegar al final nuestro corto recorrido. La promesa forma parte del estar en el mundo

La distancia entre lo que los pol¨ªticos dicen y lo que hacen, la diferencia entre lo que dicen en privado y lo que dicen en p¨²blico, la percepci¨®n de que no dicen lo que piensan sino lo que creen que la gente quiere o¨ªr es una de las causas principales del distanciamiento entre gobernantes y ciudadanos. Parece que hay un supremacismo del poder que incita a tratar a los ciudadanos como ni?os. Y se nota.
La pol¨ªtica de comunicaci¨®n se ha convertido en el horizonte insuperable de nuestro tiempo
Los demagogos del populismo de derechas dan un paso m¨¢s en el ejercicio: se llenan la boca de discursos trascendentales, con aparatosos valores absolutos como referencia, siempre con alg¨²n enemigo en el punto de mira, para hacer creer a los que se sienten frustrados por la pol¨ªtica, que ellos son los ¨²nicos portadores de las verdades frente a los profesionales del pasteleo y de las componendas pol¨ªticas. La debilidad de los partidos de tradici¨®n democr¨¢tica es su fuerza. Del nivel de cultura democr¨¢tica de una sociedad y de las complicidades que consigan en el espacio conservador depende que estos impulsos fundamentalistas tengan m¨¢s o menos recorrido. En Espa?a estamos en un momento delicado, por el acercamiento activo del Partido Popular al discurso de Vox y por el acomodo vergonzante de Ciudadanos en este frente. La ¨²nica ventaja de la groser¨ªa neofascista es que es tan evidente que el que se deje enga?ar no puede argumentar ignorancia.
En democracia, los dos espacios m¨¢s comunes de la banalizaci¨®n del lenguaje est¨¢n en las llamadas estrategias de comunicaci¨®n y en el recurso a las grandes promesas a¨²n a sabiendas de que no se podr¨¢n cumplir. La pol¨ªtica de comunicaci¨®n se ha convertido en el horizonte insuperable de nuestro tiempo: ?C¨®mo decir las cosas de modo que se acerquen lo m¨¢s posible a lo que la gente quiere o¨ªr? ?C¨®mo ajustar las palabras a aquello que active los mecanismos de adhesi¨®n de los destinatarios y desactive el instinto cr¨ªtico espont¨¢neo? Sin duda este ejercicio puede servir para obtener resultados a corto plazo y llega a su paroxismo en las campa?as electorales. Pero, primero, dificulta la aparici¨®n de l¨ªderes con autoridad. ?sta emana del que transmite autenticidad en su actitud y en su discurso, de lo que se infiere responsabilidad a la hora de tomar decisiones de inter¨¦s general (virtudes que no se modelan porque son personales e intransferibles). Segundo: Traslada una imagen de la pol¨ªtica como espect¨¢culo con papeles repartidos, en que cada uno dice lo que le toca, en funci¨®n de sus intereses y del papel que ocupa en la dial¨¦ctica gobierno-oposici¨®n, lo que multiplica la desconfianza: s¨®lo les interesa el poder. Y, tercero, la simplificaci¨®n de los mensajes, en un sistema determinado por los medios digitales, conduce a la confrontaci¨®n simple, alejada de los matices, con un vocabulario reducido que busca los rasgos efectistas y favorece la l¨®gica del amigo y el enemigo.
Puede que la vida no tenga sentido, pero el sentido es necesario para la vida. Es la paradoja de los humanos
Puede que la vida no tenga sentido, pero el sentido es necesario para la vida. Esta es la paradoja de los humanos: lo nuestro es tan ef¨ªmero que necesitamos unas ciertas expectativas de futuro para llegar al final de nuestro corto recorrido. La promesa forma parte del estar en el mundo. Este es el sentido de las ilusiones que han movilizado a los pueblos, unas veces para bien, otras muchas para mal, y encuentran eco en los proyectos pol¨ªticos. A menudo aparecen momentos de oportunidad para plantear procesos de cambio. Tenemos un ejemplo reciente en Catalu?a: la ilusi¨®n de la independencia, despu¨¦s de que la crisis nihilista de 2008 nos colocara frente a un muro, apelando a una asignatura pendiente ¡ªla Rep¨²blica¡ª ha tenido recorrido, hasta que ha alcanzado el l¨ªmite social de sus fuerzas. Ahora, es obvio que el cumplimiento a corto de plazo de la promesa es imposible. Insistir en ello, en vez de asumir la necesidad de definir una estrategia de largo recorrido, lo que hace es banalizar la palabra: reducir la Rep¨²blica a eslogan. La responsabilidad de un dirigente pol¨ªtico es advertir sobre los l¨ªmites de lo posible. Casi todos reconocen en privado que se toc¨® techo, pero cuando hablan en p¨²blico se adaptan a las palabras de ritual. El presidente Torra llega al extremo de decir que ¡°si viera que no puede llevar al pa¨ªs a la independencia lo dejar¨ªa¡±. ?Cu¨¢nto tiempo tardar¨¢? La banalizaci¨®n de la palabra, el miedo a explicar la realidad, conduce siempre al desencanto.
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