Un futuro eludido
Massive Attack reconstruyeron caligr¨¢ficamente una de sus obras maestra en el Sant Jordi Club
Es como parar el tiempo y volver a ser joven. Es detener la carrera creativa y regodearse en los a?os cuando todo era precisamente creatividad, un imparable avance que abr¨ªa los horizontes de un grupo que se hab¨ªa sacado de la manga un estilo que ya para siempre le pertenecer¨ªa. S¨ª, de cara a los seguidores es una forma de brindarles un men¨² cerrado con garant¨ªa de satisfacci¨®n, pero siempre que un grupo recupera fuera de tiempo una de sus obras maestras para de nuevo ponerla a disposici¨®n del p¨²blico se puede pensar en que lo mejor ya pertenece irrevocablemente al ayer, una dulce claudicaci¨®n, un pacto con el recuerdo, una postal de cuando el mundo era un terreno para ser conquistado. Massive Attack recuperando Mezzanine!, su tercer disco, entonces una muestra palpable de que la banda de Bristol a¨²n estaba evolucionando.
Lleno en el Sant Jordi Club, la mediana edad en plena floraci¨®n en esa equidistancia de la juventud, a¨²n cercana, y la madurez, cuyos contornos ya comienzan a moldear la vida. Ante esa asistencia un escenario imponente que, norma de la casa, alberg¨® un espect¨¢culo impecable mediante cinco pantallas escalonadas en dos niveles y un austero y espl¨¦ndido juego de luces. Tecnolog¨ªa punta al servicio de unas proyecciones de trazo grueso, en formatos dom¨¦sticos a?ejos y m¨¢s atentas en reflejar la fealdad que la belleza. Por ejemplo en Where Are The Flowers Gone, de Pete Seeger, mientras la letra se preguntaba d¨®nde hab¨ªan marchado las flores, los maridos, los soldados y las tumbas, las pantallas escampaban muerte, horror, guerra y dolor, al final t¨®picamente encarnado en Trump y Putin, un lugar com¨²n que rest¨® impacto a una espl¨¦ndida asociaci¨®n de im¨¢genes y letra.
Pero al margen de esta y algunas de versiones m¨¢s (Velvet, Cure, Ultravox, Bauhaus), homenajes a los samplers que incluyen las canciones de Mezzanine, todo este ¨¢lbum pas¨® por escena, sin respetarse su orden en el disco. Y la recreaci¨®n fue caligr¨¢fica, contando incluso con las voces invitadas del ¨¢lbum, con Horace Andy y Elizabeth Fraser permitiendo que la memoria no tuviese que llenar ning¨²n hueco porque todo estaba all¨ª. Y all¨ª estaba esa m¨²sica oscura, que pasaba lenta como un dub retenido, que explotaba en guitarras distorsionadas, que se cincelaba con electr¨®nica y ten¨ªa la carnalidad propia de unas gotitas de soul y del latido del hip-hop. Sonido espl¨¦ndido para una m¨²sica que a¨²n suena contempor¨¢nea y cuyos hallazgos se ven repartidos en parte de la m¨²sica que se hace hoy. Eso elev¨® el concierto, saber que se estaba frente a quienes inventaron algo que a¨²n hoy no pertenece completamente al ayer. Que eludan el futuro es comprensible.
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