Don Pelayo y los traidores
La derecha y el nacional-populismo han resucitado la Espa?a de traidores mientras parad¨®jicamente combaten la imagen que les devuelve su propio espejo: la de la Catalu?a carlista y provinciana
El proc¨¦s est¨¢ haciendo aflorar lo mejor de ese nacionalismo espa?ol que muchos de sus militantes aseguran que no existe. Lo habitual era contraponer el cosmopolitismo no nacionalista espa?ol al provincianismo localista catal¨¢n y vasco; la raz¨®n frente al sentimiento at¨¢vico. Sin embargo, la proximidad de las elecciones ha arruinado cualquier asomo de visi¨®n ilustrada. La Espa?a que ora y embiste, cuando se digna a usar la cabeza, se resiste a dejar nacer a la Espa?a de la idea, como escrib¨ªa Machado. La derecha y el nacional-populismo han resucitado la Espa?a de traidores, de Don Pelayo, de la Reconquista y la batalla de Lepanto, mientras parad¨®jicamente combaten la imagen que les devuelve su propio espejo: la de la Catalu?a carlista y provinciana de Puigdemont y Torra.
La nueva Espa?a de traidores encuentra sus enemigos internos en un fel¨®n presidente del Gobierno, Pedro S¨¢nchez, auxiliado en las bandas por los comunistas de Podemos. En aras del electoralismo, el PP busca reforzar su idea monol¨ªtica de Espa?a y est¨¢ dispuesto a dinamitar cualquier pol¨ªtica de Estado para solucionar el conflicto catal¨¢n. Otro tanto hace Ciudadanos, que ahonda en la vistosidad de actos propagand¨ªsticos con el decorado preferente del Parlamento de Catalu?a o Waterloo. Todos ellos saben que el art¨ªculo 155 de la Constituci¨®n, por mucho que se empe?en en elevarlo a permanente y revisable, no es una soluci¨®n para Catalu?a. La excepcionalidad no puede convertirse en moneda corriente en una democracia. Hay que sentarse y negociar. Se hizo en situaciones de terrorismo y violencia y ¡ªcon o sin relatores, pero con mucho m¨¢s motivo¡ª debe volverse a ello.
No deja de ser curioso que el PP, cuyo ancestro fue el partido de ¨¢mbito espa?ol que m¨¢s pegas puso a la Constituci¨®n, se erija ahora en ex¨¦geta de una Ley Fundamental que recibi¨® solo ocho de los diecis¨¦is votos de los diputados de Alianza Popular. Ahora Pablo Casado se pasea con el estandarte constitucional por Asturias y visita la C¨¢mara Santa de la catedral de Oviedo. En la ciudad que Clar¨ªn describi¨® de falsa religiosidad y reales convencionalismos, Casado ha desempolvado la Cruz de la Victoria, esa que la leyenda dice que don Pelayo enarbol¨® para iniciar la Reconquista. El PP ha pasado a echar mano de ese imaginario europeo que alimentan formaciones como la Liga Norte de Matteo Salvini. En su interpretaci¨®n de la Historia, los nacional-populistas italianos han llegado a relacionar el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York con la derrota que sufrieron los turcos a las puertas de Viena en la batalla de Kahlenberg. ?Qu¨¦ tienen en com¨²n ambos acontecimientos? La fecha. Ambos, dicen, ocurrieron un 11 de septiembre, ya sea de 1683 o de 2001. La derrota de 1683 llev¨® al terrorismo islamista a atacar Nueva York en 2001. La Liga Norte considera que hubo un ingrediente imprescindible de esa victoria: la intervenci¨®n del capuchino veneciano Marco d¡¯Aviano, que trenz¨® las alianzas entre los ej¨¦rcitos de la Liga Santa. Pudo m¨¢s un religioso del V¨¦neto que los h¨²sares alados de Jan Sobieski.
La excepcionalidad no puede convertirse en moneda corriente en una democracia. Hay que sentarse y negociar
No hay que dejar que la realidad estropee una buena historia. Por ello lo mejor es cultivar clich¨¦s como el de la Reconquista. No importa que la cruz de madera que presuntamente enarbol¨® Don Pelayo procediera de un ¨¢rbol que fue talado 200 a?os despu¨¦s. O que los musulmanes que supuestamente persegu¨ªan al bravo godo estuvieran comandados por el obispo traidor Oppas. Lo trascendente es que la Virgen ayud¨® a Don Pelayo, quien gan¨® la batalla incluso con un prelado en contra. Otra leyenda permite, sin embargo, que los republicanos asturianos homenajeen cada a?o al primer republicano local, el oso que mat¨® al presunto rey Favila, hijo, dicen, de Don Pelayo.
Pero en la historia de las grandes naciones no hay espacio para el insano humor. Y otra de las vueltas de tuerca nacional-populista aparecida en los ¨²ltimos d¨ªas ha sido el discurso-mitin que el secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, ha pronunciado en el Parlamento Europeo. Ah¨ª desempolv¨® la batalla de Lepanto (Golfo de Patras, 1571). Al parecer, seg¨²n el orador, de no haber sido por esa victoria de la cristiandad contra el turco o de otras anteriores como la de las Navas de Tolosa en 1212, las mujeres en Europa ¡°ir¨ªan con burka¡±. Ortega Smith reivindic¨® el mundo de los Salvini, Orban y Kacynski, que cierra puertas a la inmigraci¨®n mientras le niega el m¨¢s elemental derecho a la vida. La Espa?a m¨¢s reaccionaria vuelve por sus fueros y encuentra aliados y refugio argumental para restaurar el viejo orden de los nuevos Cien Mil Hijos de San Luis.
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