Anna Pirozzi triunfa en un vetusto montaje de ¡®La Gioconda¡¯

El Liceo repone el montaje de La Gioconda firmado por Pier Luigi Pizzi, un espect¨¢culo estrenado en 2005 que desprende cierto olor a naftalina en su concepci¨®n y realizaci¨®n esc¨¦nica. Pizzi intenta maquillar la acartonada trama de la obra maestra de Amilcare Ponchielli con mucha acci¨®n, pero la direcci¨®n de actores y el movimiento del coro y los figurantes permanecen anclados en un pasado cargado de t¨®picos. Menos mal que la soprano Anna Pirozzi, que sustituy¨® in extremisa Ir¨¦ne Theorin, se revel¨® como una Gioconda con agallas que regal¨® los mejores momentos de la velada.

Arrigo Boito firm¨® con el seud¨®nimo de Tobia Gorrio (anagrama de su nombre) un p¨¦simo libreto, basado muy libremente en el drama de Victor Hugo Ang¨¦lo, tyran de Padoue. Su protagonista, conocida como la Gioconda, es una bella cantante callejera que, en la Venecia del siglo XVII, pasea su fatal sino acompa?ada por su madre ciega. Est¨¢ enamorada de un noble proscrito, que la deja por la esposa del gran inquisidor, y sufre el acoso de un sanguinario esp¨ªa, capaz de cualquier vileza para conseguir sus favores. Para salvar a su amado y no ceder ante su acosador, decide suicidarse (y lo hace tras cantar la m¨¢s espectacular aria de la ¨®pera).

Pizzi opta por retratar, entre brumas y negruras, una Venecia decimon¨®nica, m¨¢s cercana al esp¨ªritu melodram¨¢tico de Ponchielli, y cargada de estereotipos simb¨®licos como la niebla, los canales, los puentes, y las g¨®ndolas funerarias. El vestuario es lujoso, pero la escalinata que llena el escenario dificulta el movimiento de masas y el baile, algo imperdonable en una ¨®pera que ha pasado a la historia por su Danza de las horas, en la que brillaron, no sin agobios por el inadecuado espacio, la elegante Letizia Giuliani y Alessandro Riga con saltos y giros espectaculares.

La segura concertaci¨®n de Guillermo Garc¨ªa Calvo da buenos frutos en el foso. Deja espacio al protagonismo de las voces sin rebajar la tensi¨®n dram¨¢tica y perfila bien las ra¨ªces belcantistas y las intuiciones de Ponchielli, que marca el camino que, tras el reinado de Verdi, alumbr¨® la escuela verista. Con una voz bien adiestrada, de finos pian¨ªsimos y potentes agudos, Anna Pirozzi luci¨® sentido dram¨¢tico y temperamento en una actuaci¨®n que levant¨® grandes ovaciones.

Musical y muy bien cantada La Cieca de la mezzosoprano Mar¨ªa Jos¨¦ Montiel, m¨¢s atractiva que la poco natural Laura de Dolora Zajick, corta de lirismo y demasiado torrencial. Tambi¨¦n hubo m¨¢s derroche temperamental que distinci¨®n vocal en las prestaciones del tenor Brian Jagde, un Enzo de acentos heroicos, s¨®lidos agudos y fraseo entrecortado, y el bar¨ªtono Gabriele Viviani, Barnaba de canto rudo y mon¨®tono. A pesar de la calidad vocal, Ildebrando D¡¯Arcangelo fue un Alvise menos brillante de lo esperado. El coro del Liceo resolvi¨® con acierto sus intervenciones y Carlos Daza, Be?at Egiarte y Marc Pujol completaron con solvencia el reparto.