Al final, las urnas
Lo ¨²nico que se atisba y tiene sentido en el caso de Catalu?a es la celebraci¨®n de un refer¨¦ndum de ratificaci¨®n de una reforma estatutaria o constitucional
En democracia, las urnas est¨¢n al principio y est¨¢n tambi¨¦n al final. Nada se puede hacer sin ellas. En realidad, las urnas est¨¢n siempre. De ellas deben salir las instituciones representativas y en las urnas deben dirimirse las cuestiones que no han podido resolverse en otras instancias. Las urnas levantan los mapas de los consensos pero tambi¨¦n sirven para ratificar o rechazar los consensos.
Que las urnas sean necesarias siempre no significa que las urnas vayan a resolverlo todo. Hay querellas que no se resuelven en las urnas como las hay que surgen precisamente de las urnas. De las urnas salen leyes e incluso constituciones, pero no todas las leyes ni todas las constituciones requieren el permanente uso de las urnas para elaborarlas y reformarlas.
En los grandes conflictos de las sociedades democr¨¢ticas el final llegar¨¢ siempre por las urnas. Ser¨¢n las urnas de las elecciones para las c¨¢maras representativas, que registrar¨¢n un cambio en la correlaci¨®n de fuerzas con capacidad de resoluci¨®n del conflicto, o ser¨¢n las dif¨ªciles urnas de un refer¨¦ndum de ¨²ltimo recurso, que servir¨¢n para dirimir con el voto de los ciudadanos lo que no ha podido dirimirse antes en las instituciones y en el juego entre partidos.
Cuando el conflicto versa sobre el propio campo de juego y sobre las reglas de confrontaci¨®n entre propuestas e ideas pol¨ªticas, situar las urnas al comienzo no suele servir para resolver la dificultad sino para acrecentarla. El Brexit y la secesi¨®n catalana ser¨¢n los casos que pasar¨¢n a la historia como modelos. En vez de discutir primero sobre el nuevo estatus que se desea para la comunidad pol¨ªtica y de conseguir luego el pacto entre las partes con capacidad para acordarlo, para someterlo finalmente a refer¨¦ndum, se ha empezado la casa por el tejado y se ha votado o querido votar un estatus final que nadie sabe ni c¨®mo se consigue ni tan solo si es sostenible como tal.
En ambos casos pertenece a la sabidur¨ªa del avestruz pretender que no existe el problema. En Reino Unido hab¨ªa una fuerte tendencia de la opini¨®n p¨²blica que consideraba indeseable la pertenencia a la Uni¨®n Europea como en Catalu?a la hay que est¨¢ empe?ada en partir peras con Espa?a. Ante cuestiones de tal calibre caben dos actitudes probablemente extremas: la osada y aventurera de Cameron ¡ªy de Artur Mas¡ª y la pacata e inmovilista de Rajoy. Ahora hemos visto que no vale ninguna de las dos y lo m¨¢s curioso del caso es que ambos conoc¨ªan el camino acertado y no quisieron recorrerlo. Era el del dialogo pol¨ªtico, el pacto y al final la consulta. Sin l¨ªmites, claro que s¨ª, sobre todo de tiempo i de paciencia. Pero no sobre la independencia, concepto enga?oso, ideol¨®gico, vac¨ªo, m¨¢s bandera para atraer incautos que programa para mejorar las cosas; sino sobre el nuevo estatus de convivencia. Dentro de Europa y dentro de Espa?a.
Reino Unido, incluso si termina aprobando el plan acordado por May, seguir¨¢ perteneciendo a Europa: al menos en la defensa, probablemente en la uni¨®n aduanera, y seguro que en much¨ªsimas cosas m¨¢s, aunque habr¨¢ perdido por el camino m¨¢s de lo que ha ganado. Catalu?a gobernada por el independentismo ha conseguido acumular todos los fracasos sin ninguna de las ventajas: no tendr¨¢ la independencia, tendr¨¢ dificultades para mantener su actual y extraordinario nivel de autogobierno y de competencias, y ya ha pagado un dur¨ªsimo precio con la fuga de empresas, con el desprestigio de su imagen y la de su capital en Espa?a y en Europa y con la combusti¨®n de una entera generaci¨®n pol¨ªtica en la pira de la frivolidad pol¨ªtica. Sin ni siquiera llegar al refer¨¦ndum de secesi¨®n ha obtenido ya el efecto que sufri¨® Qu¨¦bec con los dos suyos, en cuanto a p¨¦rdida de poder, de influencia y de prestigio.
No, al final eso no termina con un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n. Ni siquiera con una consulta binaria o con varias opciones. El punto de llegada no ser¨¢ una pregunta por la independencia de Catalu?a, sea formulada al conjunto de los ciudadanos espa?oles, sea solo a una parte. Lo ¨²nico que se atisba y tiene sentido es un refer¨¦ndum de ratificaci¨®n de una reforma estatutaria o constitucional. Puede haber, y seguro que habr¨¢, unas elecciones en las que se dirimir¨¢n todas estas cuestiones. Puede incluso que sean ya las generales de hoy, sumadas a las locales y europeas del 26 de mayo. Al final y al principio siempre debe haber urnas, tal como desean los ciudadanos cada vez que se les pregunta, pero no ser¨¢n las mismas urnas que desean los secesionistas o los aventuristas de la ruptura. Urnas para unir y para gobernar en vez de urnas para dividir y desgobernar.
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