La certeza de una presencia
Los Backstreet Boys se reivindican ante un Palau Sant Jordi lleno
No hay ayer porque ayer es siempre hoy y, al fin y al cabo, exceptuando alguna arruga y quiz¨¢s alguna leve variaci¨®n de contorno, no somos muy distintos de lo que fuimos. Var¨ªan algunas cosas, como que por ejemplo ya no se asiste al concierto de los Backstreet Boys con camisetas alusivas a la banda, de manera que en la tarde oto?al del viernes, la ropa de abrigo desplaz¨® a la de identificaci¨®n y las seguidoras, inmensa mayor¨ªa, no se sintieron obligadas a manifestar su adhesi¨®n a un banda que ha sido siempre su banda, desde hace m¨¢s de veinte a?os. En algo se debe notar que se ha crecido, ya no es tan necesario gritar o correr, ahora se disfruta de otra manera, no menos intensa, s¨ª menos uniformada. Backstreet Boys volv¨ªan y no era cuesti¨®n de perd¨¦rselo. El Sant Jordi agot¨® las entradas.
Ellos tambi¨¦n siguen m¨¢s o menos igual. Sus miradas ya no son de cr¨ªos fascinados por el tama?o de su juguete, sino de adultos plenamente conscientes de que viven en una jungla, su creador y manager les tim¨®, y que juntos son m¨¢s fuertes que separados. Por a?adidura, la edad les permite referirse a sus familias sin generar despechos, hablar de sus hijos con normalidad, pareci¨¦ndose as¨ª cada vez m¨¢s a los padres de las propias fans, a las que pese a todo cantan como si en el mundo no existiesen nadie m¨¢s que ellos y ellas. Quiz¨¢s por eso, en el concierto de los Backstreet Boys no se vio a nadie m¨¢s en escena que a ellos cinco, mientras que la banda, que haberla la hab¨ªa, se escamote¨® a la vista del personal, mercenarios invisibles que fueron apoyados cuando fue necesario por una nutrida legi¨®n de efectos y de coros enlatados ¨Cy lo fue incluso en piezas a capella como Breathe-. A¨²n con todo, el sonido del concierto tard¨® en enderezarse al comenzar embarrado y estridente. Tard¨® en aposentarse.
El escenario, enorme y despejado, estaba pensado para que se les viese. Y para estar guapos, tres cambios de ropa, no todos conjuntos, acabando del virginal blanco de cuando eran efebos. Alguno de los conjuntos chirriaba con la edad de sus portadores, pero otra de las convenciones del pop de consumo es que puedes vestir como un arapahoe sin que nadie arquee ni m¨ªnimamente la ceja. Aunque tengas 45 a?os. ?Un chollo? Lo que no es tanta bicoca es que tras las vestimentas siempre hubo un concepto no marcado pero perceptible de uniformidad que llevaba a los cinco boys a lucir vestuarios similares, lo que resta v¨¦rtigo incluso a ir vestido de arapahoe. Cosas de formar parte de una boy band a los cuarenta. Y como complemento en sus grandes pantallas, algunas de altura regulable, proyecciones mayormente geom¨¦tricas y de la naturaleza tal y como se ve en los anuncios de colonia. Ellos eran lo importante, no nos enga?emos, y el realizador los buscaba afanosamente con las c¨¢maras.
Musicalmente el grupo no ha cambiado en lo sustancial, ya que el monocultivo de la balada sigue siendo su modus vivendi. Es cierto que no se trata de baladas lacrim¨®genas como Don¡¯t Wanna Lose You Now, pero las hubo ¨¦picas Shwo Me The Meaning Of Being Lonely, Incomplete, r¨ªtmicas y perfumadas por el pop negro, la mayor parte, y alguna moderna perfil ¡°No Place¡±. Para la parte final, ellos ya de blanco, traca bailable mientras sus figuras parec¨ªan las de ¨¢ngeles con aura, reci¨¦n bajados del cielo para recordar que pasar¨¢ el tiempo, la vida nos torcer¨¢ el gesto y en ocasiones sentiremos la soledad, pero siempre, siempre, ellos estar¨¢n all¨ª. Como la otra noche en el Sant Jordi, casi al alcance de la mano.
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