En la calle
La autora defiende la importancia que tienen los mercadillos populares de frutas y ropa
El mercadillo es como un ritual que parecemos olvidar el resto de la semana y que, sin embargo, se repite desde hace d¨¦cadas, los martes, en mi barrio. Legiones de personas con carrito caminan en la misma direcci¨®n, como atra¨ªdas por el sonido del zoco de extrarradio, por el ruido que hacen los camiones descargando, por los gritos de las y los tenderos anunciando los precios m¨¢s bajos y por las conversaciones que resultan de los encuentros en mitad del pasillo en el que se convierte la calle. La muchedumbre tambi¨¦n se siente cautivada por los olores. El de las hortalizas que saben a hortaliza, el de las s¨¢banas que ondean nuevas y limpias, el del pl¨¢stico de hule que se vende por metros. Por un rato, huele a pueblo.
Juli¨¢n y Antonia, que son clientes, lo tienen claro, vienen por el producto fresco, por dar un paseo y por el trato.
El frutero Carlos G¨®mez suscribe cada palabra: ¡°Es verdad que es m¨¢s fresco porque aqu¨ª tenemos que estar muy pronto. Eso provoca que lleguemos a Mercamadrid para abastecernos, antes que nadie. De ese modo, podemos escoger lo mejor y a nuestro gusto¡±. Aunque la gran plataforma de distribuci¨®n de alimentos no es la ¨²nica v¨ªa de aprovisionamiento, ya que buena parte de lo que venden, lo recogen directamente en los huertos.
Ahora bien, para que comamos como en el campo, aun viviendo en ciudades, hay gente que tiene que trabajar mucho.
Los vendedores llegan a la superficie en la que colocan los puestos a las cinco y media de la ma?ana. ¡°Hoy, el primer cliente me ha venido a las 7:00, pero hay veces que me hace el pedido por whatsapp y lo viene a recoger a las 6:00¡±. S¨ª, por whatsapp, porque Carlos insiste en la necesidad de modernizarse, de tener una web y poder llevar el producto a domicilio. ¡°Ser¨ªa una forma de competir con las grandes superficies donde, adem¨¢s, tienen calefacci¨®n y aire acondicionado, no como aqu¨ª¡±, comenta Daniel Ocampos, el vecino del puesto de al lado. Llueva, truene o haga un sol de justicia, no queda otra que aguantar y buscarse las vueltas para que las inclemencias meteorol¨®gicas les traten con cierta clemencia. ?l se lleva una estufita en invierno y as¨ª tira, sin parar casi ni un d¨ªa.
¡°Los lunes nos toca Carabanchel; los Martes, Alcorc¨®n; los Mi¨¦rcoles vamos a Parla; los Jueves a Villaverde; los viernes estamos en Legan¨¦s; los s¨¢bados en Aluche y el primer domingo de cada mes, volvemos a Parla. ?Descanso? Cero o bueno, s¨ª, el resto de los domingos y en Semana Santa¡±. Son palabras de David Palero, tercera generaci¨®n de un linaje que se dedica a la venta de variantes, bacalao, legumbres , bollos o miel desde hace treinta y cinco a?os. Le salieron los dientes detr¨¢s del mostrador m¨®vil o quiz¨¢ en el camino. Todav¨ªa recuerda la ¨¦poca en la que, de ni?o, acompa?aba a las clientas a casa para ayudarles con la compra y le daban una propina.
Ha pasado tanto tiempo aqu¨ª, que califica a quienes est¨¢n a su alrededor como familia. Normal, barrio, a estas alturas ya lo sabr¨¢n, es familia.
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