Qui¨¦nes son los antifascistas
Hay que llamar a las cosas por su nombre, pero hay cosas que exigen un nombre para adquirir plena consistencia pol¨ªtica. Al fascismo se le debe combatir con ideas, argumentos y programas pol¨ªticos
El eminente historiador italiano Emilio Gentile se pregunta en un libro de reciente publicaci¨®n sobre la identidad de los fascistas (Qui¨¦n es fascista. Alianza Editorial). Es una pregunta pertinente en unos tiempos en los que se atribuye el car¨¢cter de fascista a numerosos personajes pol¨ªticos, desde nuestro entorno m¨¢s inmediato hasta la escena mundial. Y tambi¨¦n muy acorde con el temor a un retorno de las ideas y comportamientos pol¨ªticos que destruyeron Europa a partir de los a?os 30.
Seg¨²n Gentile, ¡°ya ha sucedido entre las dos guerras mundiales que el uso impropio del t¨¦rmino fascista o fascismo aplicado a quien no lo era, e incluso a quien se opon¨ªa al r¨¦gimen fascista, haya perjudicad a la democracia, contribuyendo a debilitar las fuerzas antifascistas¡±. ¡°Entre 1924 y 1934, los comunistas ¡ªaclara el historiador¡ª acusaron a los antifascistas socialistas, republicanos, liberales, dem¨®cratas y conservadores de ser fascistas¡±.
La Internacional Comunista aplicaba la idea de un mundo dividido entre amigos y enemigos, tan propia de los reg¨ªmenes totalitarios, para identificar cualquier disidencia o discrepancia con el fascismo. Primero fueron denunciados y combatidos los socialdem¨®cratas, calificados de socialfascistas, y m¨¢s tarde los troskistas y los anarquistas, merecedores de la liquidaci¨®n f¨ªsica por colaboradores del fascismo.
En la tradici¨®n estalinista, que se prolonga mucho m¨¢s all¨¢ de la muerte de Stalin, se considera que el ¨²nico partido aut¨¦nticamente antifascista es el comunista, una idea que todav¨ªa revive en el desv¨¢n de la memoria de algunos de nuestros izquierdistas. Hist¨®ricamente, la designaci¨®n de alguien como fascista, tan habitual ahora en las redes sociales, tiene unos derechos de autor que pertenecen exclusivamente al pensamiento comunista, el ¨²nico con autoridad pol¨ªtica y moral para descalificar el fascismo precisamente por su indiscutible autenticidad antifascista.
Esta reminiscencia, prolongada en las nuevas guerras fr¨ªas en las que los neocomunistas de hoy tienen tendencia a alinearse con Putin, se expresa muy bien en Donbas, un documental recientemente estrenado y premiado en Cannes, del director ucranio Sergei Lonitza, sobre los milicianos pro rusos de las regiones separatistas de Ucrania, unos individuos que se identifican como unos antifascistas que combaten el fascismo de quienes quieren mantener el control del pa¨ªs por el gobierno de Kiev. La historia, los s¨ªmbolos, los c¨¢nticos y las consignas han quedado vac¨ªos de todo contenido, pero act¨²an como los fetiches que identifican al fascismo y al antifascismo, ambos mitificados.
En nuestra ¨¦poca, a diferencia de aquellos tiempos tan violentos, no se enfrentan con una voluntad totalitaria de liquidaci¨®n mutua entre dos sistemas de partido ¨²nico, autoritarios y genocidas, que no dejan espacio pol¨ªtico alguna entre ambos y obligan a tomar partido sin remisi¨®n. Al contrario, si algo caracteriza la actual crisis de la democracia pluralista y representativa es que los aromas del fascismo se difunden por todas partes sin que puedan localizarse de forma clara en ninguna. Ahora terminamos adjudicando al fascismo las caracter¨ªsticas de cualquier r¨¦gimen ¡°autoritario, violento, represivo, racista o machista¡±, seg¨²n repertorio del propio Gentile.
La lista de fascistas contempor¨¢neos que se deduce de estas caracter¨ªsticas es infinita y heter¨®clita: Vladimir Putin, Donald Trump, Jair Bolsonorado, Xi Jinping, Tayep Racip Erdogan, Abdelfat¨¢ Al Sisi, Narendra Modi, Benjamin Netanyahu, Viktor Orban, Mateo Salvini o Santiago Abascal, a los que hay que a?adir la subespecie trascendental del islamofascismo, del que Bin Laden fue el m¨¢ximo exponente y en el que quien destaca ahora es el ayatol¨¢ Al¨ª Jamenei.
No deja de ser una idea peligrosa porque ya se sabe que, cuando todos son fascistas, nadie es fascista. El antifascismo, al final, es un mero disfraz en el que se representan los personajes odiados por el fascismo. Tambi¨¦n la versi¨®n sim¨¦trica llega a ser cierta: en la identificaci¨®n morbosa con el fascismo, en la tentaci¨®n radical por las ideas excluyentes y totalitarias, hay un af¨¢n de provocaci¨®n hacia quienes aseguran identificarse con el antifascismo. Fascismo y antifascismo, sin ideas, sin valores, o peor todav¨ªa, con ideas y valores m¨¢s semejantes de lo que creen quienes dicen militar en ellos, son en el l¨ªmite los nombres de tribus construidas en una cultura de la mutua exclusi¨®n. En el l¨ªmite, apenas meros disfraces, fetiches tribales y al final simulacros militantes al servicio de bandas de j¨®venes mit¨®manos.
Hay que llamar a las cosas por su nombre, pero hay cosas que exigen un nombre para adquirir plena consistencia pol¨ªtica. Al fascismo se le debe combatir fundamentalmente con las ideas, los argumentos y los programas pol¨ªticos. En las urnas y no en las manifestaciones y los esl¨®ganes, los asedios y los escraches. No se le combate, sobre todo, con m¨¦todos y medios fascistas. Hay antifascistas que son fascistas aut¨¦nticos aunque no lo sepan o no quieran reconocerlo. Tambi¨¦n los hay que lo saben y se dicen antifascistas a consciencia porque saben que se apoderan y neutralizan el prestigio de una marca.
Gentile culmina la severidad de su indagaci¨®n hist¨®rica, hostil al uso fr¨ªvolo y laxo de las palabras, con una advertencia de la m¨¢xima relevancia. "El peligro real hoy no es el fascismo, sino la escisi¨®n entre el m¨¦todo democr¨¢tico y el ideal democr¨¢tico". La democracia sin ideales queda reducida a las urnas, mientras que el ideal democr¨¢tico exige una sociedad de ciudadanos activos, libres e iguales. Destruir el ideal democr¨¢tico de la ciudadan¨ªa es lo m¨¢s pr¨®ximo al fascismo, que a diferencia de los a?os 30 hoy es compatible con la exaltaci¨®n abierta de la democracia y la elecci¨®n directa de los gobernantes.
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