Lo que esconde la pol¨¦mica sobre la Diputaci¨®n de Barcelona
Lo que realmente se est¨¢ jugando con el control de esa instituci¨®n es la manera de imaginar en las pr¨®ximas d¨¦cadas cu¨¢l ser¨¢ el papel del ¨¢rea metropolitana de Barcelona, en Catalu?a y en Espa?a
En estos ¨²ltimos d¨ªas los avatares de los pactos para el gobierno de la Diputaci¨®n de Barcelona se han convertido en un argumento de debate y de pol¨¦mica arrojadiza tanto en la prensa como, evidentemente, en las redes sociales.?
Es as¨ª por dos razones evidentes y de peso. La primera tiene que ver con la definitiva demostraci¨®n de que no existe ning¨²n tipo de unidad estrat¨¦gica por parte de los partidos independentistas. Ya hab¨ªa quedado claro con la constituci¨®n de los ayuntamientos, pero el espect¨¢culo de las ¨²ltimas horas durante las cuales se han acusado mutuamente de haber pactado con ¡°carceleros¡± y ret¨¢ndose ret¨®ricamente unos a otros a romperlos (sin ninguna intenci¨®n de hacerlo) lo ha hecho evidente tambi¨¦n para el m¨¢s confiado en el proc¨¦s. No se puede saber c¨®mo esto afectar¨¢ ¡ªo no¡ª al gobierno de la Generalitat. A lo mejor de ninguna manera.
La otra raz¨®n de la pol¨¦mica todav¨ªa m¨¢s descarnada¡ª ha tenido y tiene que ver con una evidencia: las Diputaciones son las instituciones locales mejor dotadas econ¨®micamente y las que tienen m¨¢s margen de maniobra para decidir d¨®nde y c¨®mo se reparten los recursos. Hacerse con el control de las mismas ¡ªy especialmente la de Barcelona¡ª es una especie de seguro de vida, sobre todo en el caso de Junts per Catalunya, que en los ¨²ltimos tiempos ha perdido presencia institucional, y, por ende, recursos.
Pujol cerr¨® de un portazo en 1987, y con el concurso de ERC, la Corporaci¨®n Metropolitana de Barcelona
Estas dos razones explican la pol¨¦mica medi¨¢tica fast food (que toca dos temas inflamables, pero en el fondo de superficie, como el renqueante proc¨¦s y la supervivencia o no de determinadas siglas partidistas), pero no explican la importancia pol¨ªtica de lo que realmente se est¨¢ jugando con el control de esta instituci¨®n, que no es otra cosa que la manera de imaginar en las pr¨®ximas d¨¦cadas cu¨¢l ser¨¢ el papel del ¨¢rea metropolitana de Barcelona, en Catalu?a, en Espa?a y en Europa.
La cuesti¨®n, evidentemente, es antigua: Pujol la cerr¨® de un portazo en 1987 utilizando como un mazo su mayor¨ªa absoluta (y con el concurso num¨¦ricamente innecesario de ERC), con la abolici¨®n de la Corporaci¨®n Metropolitana de Barcelona. El entonces alcalde de Barcelona Pasqual Maragall hab¨ªa potenciado aquella instituci¨®n (se hab¨ªa creado en 1974 todav¨ªa durante la dictadura, bajo impulsos desarrollistas) y ten¨ªa toda la intenci¨®n de transformarla en sentido democr¨¢tico para coordinar y armonizar la toma de decisiones y la prestaci¨®n de servicios fundamentales para los 26 municipios que la integraban. En otras palabras, quer¨ªa consolidar institucionalmente la Barcelona de los cuatro millones. La CMB se borr¨® de un plumazo y solo m¨¢s recientemente se cre¨® el ?rea Metropolitana de Barcelona, una entidad que dispone de mucha menos envergadura y potencialidades.
El nacionalismo conservador catal¨¢n no permitir¨ªa visiones alternativas que no sean las ¡°patri¨®ticas¡± tradicionales
El conflicto se hab¨ªa generado evidentemente por una cuesti¨®n de recursos y de presencia partidista en el territorio (la izquierda ten¨ªa una fort¨ªsima implantaci¨®n en t¨¦rminos de alcald¨ªas), pero la cuesti¨®n iba m¨¢s all¨¢ y tocaba de manera nuclear el papel que se otorga a las ciudades metropolitanas como actores pol¨ªticos y por ende tambi¨¦n en la construcci¨®n de imaginarios, legitimidades, maneras de concebir la relaci¨®n entre las personas, las colectividades y las instituciones. Qued¨® famosa la frase contenida en una de las cartas que se enviaron Pujol y Maragall en los momentos m¨¢s duros del conflicto sobre la CMB, donde el antiguo president dec¨ªa: ¡°Las ciudades hanse¨¢ticas eran una ciudad poderosa, fundamentalmente un gran puerto comercial (...) y pr¨¢cticamente nada m¨¢s. No ten¨ªan hinterland. No son un pa¨ªs. Nosotros queremos que Catalu?a sea un pa¨ªs¡±. El mensaje era claro: el nacionalismo conservador catal¨¢n no permitir¨ªa visiones alternativas del territorio que generaran otros imaginarios que no fueran los ¡°patri¨®ticos¡± tradicionales. En realidad esto se ha mantenido a lo largo de las d¨¦cadas como una constante: las declaraciones del propio Torra sobre el hecho de que Barcelona ya no es la capital del pa¨ªs (y lo ser¨ªa Girona) es la degeneraci¨®n de esa misma manera de pensar en un contexto ¡ªahora s¨ª¡ª de resurgir de repliegues identitarios. Y, sin embargo, la cuesti¨®n vuelve, porque la realidad es tozuda y nos dice que a pesar de los nost¨¢lgicos de Westfalia (los de aqu¨ª, y los de media Europa), las ciudades metropolitanas tienen y tendr¨¢n un papel decisivo desde un punto de vista pol¨ªtico, econ¨®mico, social y cultural. En Madrid esto lo entendieron r¨¢pido: de hecho la Comunidad Aut¨®noma de Madrid ya funciona hace tiempo como una especie de distrito federal. La cuesti¨®n es ahora si las izquierdas ¡ªla que probablemente ostentar¨¢ la presidencia de la Diputaci¨®n, y la que est¨¢ liderando el ayuntamiento de Barcelona (y que ostentar¨¢ la presidencia de la AMB)¡ª, no se dejar¨¢n llevar por las pol¨¦micas de superficie, ser¨¢n capaces de mirar a los retos reales que tiene la Barcelona metropolitana y encarar¨¢n con fuerza la construcci¨®n de un actor institucional poderoso, novedoso, solvente y democr¨¢tico.
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